En realidad un drama bastante cursi y banal, pero la presencia de Judí Dench lo hace interesante. Pero es un guion basado en hechos reales.
Ficha IMDb
Una mujer, ya bastante vieja, Philomena Lee (Judi Dench) decide finalmente encontrar a su hijo que le fue arrebatado a los tres años.
La narración, cronológica, se ve por momentos, interrumpida por flashbacks de la joven Philomena (Sophie Kennedy Clark) quien tuvo que seguir las ordenes familiares de ir a una residencia para jóvenes embarazadas, vergüenza para su familia. Eran los años cincuenta. Ahí tiene amigas, en particular la mama de una niña, Mary, inseparable amiga del pequeño Anthony.
Las internas de esta institución, obviamente religiosa, tienen que trabajar en la lavandería, lo que paga su estancia y la de sus hijos. El trabajo es agotador, como ya se vio en The Magdalene Sisters (Peter Mullan – 2002) y tienen la posibilidad de ver a sus hijos diariamente durante una hora, hasta el día en que están " adoptados”, o sea comprados por familias adineradas. Así le pasará al hijo de Philomena, a quien se llevan al mismo tiempo que Mary, porque los dos niños eran inseparables.
Philomena tendrá después una vida normal, con esposo e hijos. Su hija es quien la empuja a buscar al hijo perdido en lugar de quedarse pensando en él. La suerte hace que un día la joven se topa con Martin Sixmith (Steve Coogan), quien acaba de perder su puesto de attache de presse del primer ministro Tony Blair, y está en busca de un tema para un artículo "de vida.
Después de unas conversaciones y de un intento en la casa religiosa en Irlanda, infructuoso, siguen nuevas pistas. Gracias a las conexiones de Sixmith, encuentran huellas del hijo en Estados Unidos y, de nueva cuenta, gracias a contactos providenciales, encuentran que los padres adoptivos cambiaron el nombre de Anthony a Michael Hess, el cual fue un oficial de alto rango bajo la administración Reagan .persona muy cercana al presidente. Y resulta que Sixmith lo había conocido en una ocasión. Otra sorpresa: Michael era gay.
Todo acabará en el punto de partida, la institución religiosa, con otra sorpresa.
Pero todas estas sorpresas son en realidad de lo más cursi, banalmente sentimentales, llegan en forma artificial y sin real explicación. Todo se siente muy fabricado. Las interpretaciones no tienen relieve. La única que sobresale es Judí Dench, quien le insufla a su personaje algo de vida y significación. Claro está que el personaje es atractivo y bastante original. Ahí están las verdaderas sorpresas: una mujer que sigue creyendo en Dios, que perdona a las religiosas, pero que no es tan sumisa como para no entender y aceptar la homosexualidad de su hijo. Una mujer que lee estúpidas novelas rosas y las cuenta en su integralidad a su acompañante, pero está perfectamente al tanto de actualidad. Una cara, filmada en muchos planos cercanos, que expresa todas las emociones al mismo tiempo que las contiene. Una gran actuación desperdiciada en una pequeña historia.
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