Un hombre entre dos mujeres. Una decisión que se toma y se cambia. Pero, sobre todo, un accidente automovilístico que acaba con todo.
De una novela que parecía imposible de adaptar, escrita por Paul Guimard, Sautet saca una cinta para dos grandes actores. La película fue un éxito cuando salió, recibió premios (el Louis Delluc) y reconocimientos. Encantó. Fascinó.
Pero en realidad, la trama es bastante obvia y previsible. Pierre Bérard (Michel Piccoli) vive ahora con Hélène Haitig (Romy Schneider). Ella es más joven que él, trabaja como traductora. Tienen el proyecto de irse juntos a otro país.
Él dejó a su esposa Catherine (Lea Massari) y su hijo Bertrand (Gérard Lartigau) , inventivo joven adulto, pero sigue trabajando en la empresa familiar de construcción, con Catherine y con François (Jean Bouise), su amigo de la infancia. Con ellos, tiene muchos recuerdos de los años de su matrimonio, de las vacaciones en la casa de la isla de Ré, y de las expediciones en el velero. Cuando su hijo le propone ir a pasar las vacaciones juntos en la isla, Pierre acepta sin vacilar. Pero eso pospone el viaje con Hélène. Ella de da cuenta que en realidad no logra separarse de su vida pasada, de los lugares y de las personas que estaban en ella, para dedicarse a une nueva vida. Se pelean y después de una cena en casa de los padres de Hélène, se separan enojados. Él decide viajar inmediatamente hacia Rennes donde tiene una cita de trabajo el día siguiente.
Aprovecha el descanso para desayunar en un pueblo para escribirle a su amante una carta de ruptura. Pero, al momento de depositarla en la oficina de correos, cambia de idea, le habla por teléfono y deja al servicio de recados el mensaje que ella lo alcance en la noche en Rennes. (¡Como los teléfonos celulares nos han cambiado la vida!)
Y Pierre sigue su camino, el sol brilla, suena música en la radio del coche, una boda se está celebrando junto a la carretera. Es feliz. Tomó la decisión: pasará el resto de su vida con Hélène. Se venderá la casa. Empezará una vida nueva.
Pero el peligro acecha, bajo la forma de una camioneta que transporta puercos en una carretera transversal, y de un tráiler en sentido contrario. El motor de la camioneta se apaga al cruzar la carretera principal, Pierre maneja demasiado rápido, no puede evitar los dos vehículos. En realidad, los evita pero su coche va a dar al campo, a los manzanos, a la muerte.
Esta parte es la que corresponde a la novela de Guimard. A estos escasos minutos en que Pierre está muriendo, cuando sigue consiente pero incapaz de moverse y establecer cualquier comunicación con el entorno. No siente ningún dolor, pero percibe lo que pasa alrededor, oye conversaciones, huele los olores del campo, piensa en su elegante traje maltratado, piensa en la carta en su bolsillo y que Hélène no debe recibirla. Los conductores discuten, la gente se detiene y opina, el sacerdote le administra los últimos sacramentos, el policía organiza, el medico no dice nada. Pierre, en voz off, habla dentro de su cabeza.
Recuerda su matrimonio y su juventud con Catherine, François y Bertrand, imagina una nueva vida, asiste a su propia boda con Hélène, mezcla lo real con lo imaginario, se ve en el velero familiar, se ve ahogándose .
Cuando Hélène, quien recibió el mensaje, pasa por el lugar del accidente, le indican el hospital. Cuando llega, Catherine ya leyó la carta. Y tomó su decisión.
Un final sentimental. Como toda la cinta.
Es una lástima que Sautet hay convertido un relato profundo, reflexivo en una historia bastante convencional. La recapitulación de un hombre sobre su existencia, en el espacio de algunos minutos entre vida y muerte se convierte en un drama sentimental, con un personaje de esposa totalmente inventado. El estilo de la novela es perfecto, alterna la voz del narrador-personaje, quien ve, siente, piensa, reflexiona, al mismo tiempo que no siente el dolor físico de las terribles heridas que le han destrozado el cuerpo, con un narrador externo, frío, quien se encarga del relato del accidente, con una precisión técnica terrorífica.
El lector queda prendido, angustiado, al mismo tiempo que ya sabe lo que va a pasar, y que recibe una lección de vida.
Para hacer su historia más cinematográfica, y tal vez más comercial, Sautet agregó una esposa muy presente, unos amigos y familiares demasiado reales, visibles y objetivos, cuando en la novela existían solamente en los sentimientos y recuerdos de Pierre . Agregó una cronología de unos días de vida normal. Dio demasiada consistencia a lo que era pura subjetividad.
Si la historia contada por Sautet no tiene mucho interés, lo fascinante es la presencia actoral. Romy Schneider tiene una profundidad de expresión impresionante. La escena del restaurante en la que Pierre le avisa que va a ir de vacaciones con su hijo, es un drama conmovedor. Se descompone poco a poco, pierde su seguridad, su felicidad, hasta su belleza, se hunde en la tristeza, la decepción. En cosa de minutos ya no es la misma., se derrumba, ya no tiene consistencia.
Otro elemento magistral es el accidente en sí. No solo la forma en que se filmó: sesenta tomas fueron necesaria, diez días de filmación. Capta la atención sobre todo su inserción en la narración “familiar”, en imágenes muy breves al principio como flashes, casi subliminales, que van a ocupar poco a poco más tiempo: como se anuncia en la toma de la carretera que se va muy lejos a pescar la camioneta con sus puercos, y después el tráiler. Y como finalmente explota, usando de diferentes velocidades, lenta, acelerada. Como cambian los enfoques, según lo que Pierre alcanza a ver. Es una pieza de música, de danza. Es realmente una obra de arte.
Así que Sautet ha sido muy fiel a la novela en el espíritu que supo alcanzar gracias a los recursos cinematográficos que son la interpretación y el montaje de las imágenes, sin olvidar la extraordinaria música de Philippe Sarde , mientras la arte de guion y diálogos han sido muy decepcionantes.
La cinta es también un lindo testimonio sobre los años 70’: coches, decoración interior (tradicional y oscura en casa de Catherine, blanca y moderna, de líneas rectas en casa de Hélène) y los hermosos vestidos de Courrèges, son sus cortes sencillos y sus colores enteros. Y toda esa gente que fuma cigarro tras cigarro.
La cinta fue objeto de un remake realizado por Mark Rydell en 1994, con Richard Gere, y Sharon Stone,
Intersection.