Una más de las historias europeas de Woody Allen, con actores conocidos, en hermosos lugares. Y poco interesante.
Ficha IMDb
El prestigioso prestidigitador Stanley Crawford (Colin Firth) quien actúa bajo en engañoso nombre de Wei Ling Soo, es llamado por su amigo Howard Burkan (Simon Mc Burney) a casa de una pareja de amigos, los Catledge en el sur de Francia, para establecer la confiabilidad de una vidente Sophie Baker (Emma Stone), quien se posiciona como novia del joven Brice (Hamish Linklater). Grace, la madre (Jacki Weaver), su hija Caroline (Erica Leersen) consideran que, si Stanley es un experto en trucos de “magia”, sabrá elucidar las manipulaciones de la falsa maga.
La historia pasa durante los hermosos años veinte, en medio de gente rica y culta. El tema del “mago” ya fue tratado por Woody Allen en Scoop (2006) una de sus cintas británicas, donde él mismo interpretaba el papel, acompañado por una Scarlett Johanson. La química fantasiosa entre los dos, los enredos de situaciones, el humor de los diálogos eran bastante entretenidos.
Stanley es el prototipo británico altivo y sarcástico, convencido de su superioridad sobre casi todo mundo, pero ciertamente sobre todas las mujeres. Desconfía a priori, de todos.
Sophie es la joven humilde promovida por su mama (Marcia Gay Harden). Ahí está la tía Vanessa (Eileen Atkins), mujer sabia quién puede aconsejar al joven (40 años pero totalmente inmaduro por exceso de orgullo) sobrino sobre el camino a la felicidad. Lejos en Inglaterra vive la novia razonable, sumisa y sin chispa.
Engaño mágico, si lo hay, pero el cómplice de la falsa médium no es quien se sospechaba. Así que el aspecto casi policíaco de búsqueda del malo se cumple y una solución se consigue. Una vez que se eliminó el factor irracional, entra en juego otro factor irracional: el enamoramiento. Que debería ser un factor de sorpresa. En realidad, es de lo más convenido ya que la situación: hombre cuarentón cínico y gruñón seducido por joven sencilla es una trama de lo más tradicional en la comedia gringa.
Una vez más,Woody Allen decepciona. No basta con tener a unos actores excelentes en unas locaciones de ensueño para conseguir una película que interese. Se necesita una historia original e ingeniosa, personajes menos superficiales y diálogos mordaces, a los que Woody Allen nos había acostumbrado en sus películas anteriores. Hasta la química entre los personajes brilla por su ausencia y no se entiende muy bien porque en realidad están enamorados ya que ni se percibe que lo estén.
La localización hubiera podido servir para instaurar un clima romántico y poético y que la Provenza es un lugar hermoso por su naturaleza, su luz y la arquitectura de sus pueblos, plazas, fuentes. Pero no se aprovechó en nada. Casi no se ve. Sin embargo, hay que reconocer que el uso de la música es igual de acertado que en todas las cintas de Allen: la cinta está llena de canciones de Jazz estilo Big Band, perfectas para el contexto de la historia, en los años 20’.
Es urgente que Allen vuelva a Estados Unidos, ya que su recorrido fuera de tierras anglófonas (el puñado de cintas en Inglaterra fue bastante interesante), aparte de Vicky, Cristina, Barcelona (2008) no ha sido muy productivo en cuestión de calidad,
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