Entre “Madame Bovary » y « La mujer de al lado », un drama femenino visto a través de los ojos de un niño admirativo e imaginativo, o más precisamente del adulto que recuerda y cuenta en voz off lo que vio, sintió y pensó. Una agradable reconstrucción de los años setentas y buenas interpretaciones de los adultos.
Ficha IMDb
Estamos en 1972, Sébastien ( Nathan Georgelin) va a la escuela primaria donde Marie, su mama (Emmanuelle Béart) trabaja como institutriz, y, según él, es la mejor de la escuela. En su casa viven su papa (Jacques Gamblin), un ingeniero que pasa el tiempo en su taller inventando cosas, que trata de vender y patentar para aportar algo de dinero a la familia, el hermano mayor (Pierre Bertre) quien cursa el último año de prepa, y el abuelo materno (Sacha Briquet), quien cree que la segunda guerra mundial no ha terminado todavía. Como el papa vive en su mundo de inventos y no tiene ningún sentido de lo que pasa alrededor suyo, como el abuelo vive en una realidad paralela, y lo niños son niños, Marie se siente bastante sola, lo que el pequeño percibe. Como admira tanto a su hermosa mama, y tiene una imaginación vivida, y las revistas de la época hablan muy seguido de Elizabeth de Inglaterra, entonces de unos cuarenta años, el niño empieza a ver a su mama como la reina inglesa, aislada en sus deberes reales, pero tan hermosa. Y sueña para la reina Marie con un príncipe.
El príncipe llega bajo la apariencia de Philippe Martin (Stefano Accorsi), quien, con su compañera Michèle Audrey Dana) llega a vivir en la casa de al lado. Las parejas se hacen amigas y la extravertida Michèle organiza fiestas, cenas, vacaciones. Además, se encariñan con el pequeño Sébastien quien pasa cada vez más tiempo con ellos.
Lo que imaginó y deseó Sébastien se realiza: Marie y Philippe se enamoran y empiezan una relación apasionada. El niño es cómplice y observador de los dos adúlteros que confían implícitamente en su silencio. Extrañamente, nadie alrededor se da cuenta de nada. Se necesitará un accidente automovilístico donde los dos hombres quedan atrapados en el coche a punto de explotar para que Michèle, además embarazada, entienda la situación. La separación que sigue llevará a Marie a decisiones extremas.
El ambiente es claramente setentero, en los colores, naranjas y cafés, en la ropa y la decoración interior, la música, la forma de hablar, Las imágenes parecen a veces sacadas de una película Súper 8, como las que se hacían los días de fiesta, bodas, cumpleaños, primera comunión, bautizos, y demás celebraciones familiares.
Emmanuelle Béart, además de ser hermosa, tanto con vestido y tiara de princesa, como con delantal de ama de casa, es a la vez fría y apasionada, y su final es lógico y casi inevitable, además de discreto en su evocación. Ahí reside una de las cualidades de la cinta: su voluntad de evitar los efectos, el drama, el sentimentalismo.
Sin embargo, la cinta deja una sensación de algo ya visto, ya conocido. Tal vez porque la situación en si no es original. Tal vez porque los personajes no aportan nada nuevo. El padre, científico poeta, torpe, perdido, ausente, quien pone los pies en la tierra un vez al año, un día de cumpleaños; la amiga exuberante, que sucumbe a todas las modas, decorativas, culinarias, de vestimenta o de música y canciones; el amante que parece nunca trabajar y que vive muy feliz entre el amor de las dos mujeres, aparentemente con toda sinceridad; el hermano mayor que se opone al padre desde la altura de sus dieciocho años.
El encanto de la evocación nostálgica del principio se evapora poco a poco, dejando lugar a un ligero aburrimiento, que se ve sacudido, demasiado tarde por el doble final, uno dramático, uno humorístico. Donde Elizabeth de Inglaterra tiene la última palabra.
No comments:
Post a Comment