Una historia original, excelentes actores y unos espacios imaginarios hermosos. Ya vez sea más una cinta para niños o adolescentes por el mensaje que pretende llevar, pero a los adultos también les puede gustar.
Ficha IMDb
Casey (Britt Robertson) y Frank (George Clooney) están tratando de organizar la filmación de un video para llamar a las buenas voluntades. En ese video van a contar la historia de su encuentro. Un día, Casey, hija de Eddie (Tim Mc Graw) un ingeniero de la NASA a punto de ser despedido por desmantelamiento de la plataforma de lanzamiento de Cabo Cañaveral, , encuentra un pin que la transporta a un mundo misterioso. Con la ayuda de una niña misteriosa, Athena (Raffey Cassidy) llega hasta la casa de un viejo científico loco desanimado, Frank Walker (George Clooney) con quien tendrá aventuras y viajes.
Bastantes años atrás, Franck (Thomas Robinson) fue también, como Casey, un estudiante brillante, curioso, un inventor genial y precoz, llevado por la misma Athena al mundo futuro.
El mensaje buen pensante es: cada individuo vale como salvador del mundo a condición de no olvidar su espíritu aventurero, luchador y, sobre todo soñador. Es un espíritu un poco “blanco”, limpio como la moral Disneyiana llena de buenas intenciones.
El diseño de producción (a cargo de Scott Chambliss, pero también se usó la Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia, España y la plataforma de lanzamiento de Cabo Cañaveral) es lo que merece más la atención: hermosas ciudades colosales, carreteras imbricadas, luz, color. Los efectos especiales refuerzan la agilidad de las idas y vueltas en el tiempo, en particular hacia un mundo futurista lleno de color.
El reparto está bien distribuido. Los actores no tienen que esforzarse mucho para quedar bien en sus papeles. Clooney como un cincuentón desencantado porque nunca logró sobreponerse a una decepción amorosa juvenil; Britt Robertson como adolecente entusiasta y llena de curiosidad. La más encantadora es Raffey Cassidy, como robot casi humano, un ser inteligentísimo, fino, casi sensible. Hugh Laurie, como el malo de la cinta, el gobernador de Tomorrowland, David Nix, logra no sobreactuar.
Hay algunos puntos interesantes. Nunca está de más una obra que nos alienta a no conformarnos con el cinismo ambiente y la conformidad adulta. Pero sobre todo, hay referencias a mundos imaginados por oros autores, en particular Julio Verne, en este viaje a un Paris donde la Torre Eiffel recela un potencial misterioso y tecnológico fascinante a la vez que sencillo. Siguiendo la visión inventiva de Verne, las grandes hazañas humanas, viajes, expedición o invenciones se reducen a una simple secuencia de hechos, o leyes, o cálculos de primer nivel. A cualquiera se le podría ocurrir porque no tienen en si nada extraordinario. Lo genial está en el conjunto. Así, volar a la luna es resultado de una serie de cálculos básicos de física. Y la calidad primordial de los personajes de Verne es el tener confianza en sus capacidades, intelectuales o físicas: un paso después del otro.
Se evoca también a grandes inventores: Newton, Édison…, conocidos por chicos y grandes.
Pero claro, no se puede olvidar que Tomorrowland es desde 1955, un espacio de parque temático de Walt Disney. ¿Hablábamos de cinismo adulto?
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