Una linda historia donde todos son buenas personas, donde los conflictos se resuelven fácilmente, donde las diferencias generacionales se toman con buen humor. Todo empieza y acaba en la felicidad. Un cuento de hadas con dos actores que se llevan súper bien.
Ficha IMDb
Ben Whittaker (Robert de Niro), jubilado, viudo, encantador, feliz de vivir, se aburre un poco y decide ve un anuncio al salir del super, y presenta su solicitud como interno en una joven empresa. Se trata de un negocio de venta de ropa por Internet, lanzado y dirigido por una joven determinada, Jules Ostin (Anne Hathaway). Después de satisfacer a todas las etapas de la selección, desde el curriculum en video, las entrevistas a varios niveles, con cuestionarios que fueron diseñados para gente mucho más joven, Ben queda como “interno” al mismo tiempo que otras tres personas, siendo dos de ellos de una edad normal para esta tipo de posición en una empresa.
Conoce a Jules, a su asistente Becky ( Christina Scherer),a la masajista Fiona (Rene Russo), al esposo Matt ( Anders Holm) y a la niña Paige (JoJo Kushner).
Se presentan problemas, en el trabajo, en las relaciones de Jules con su mama, con su esposo; su compañero Davis ( Zack Pearlman) busca departamento porque sus papas ya no lo soportan en casa (tiene algo como 35 años); la niña no quiere ir con la baby sitter a una fiesta de cumpleaños: el chofer esta alcoholizado. Ben tiene la solución para todo. Tiene consejos para todos. Tiene elegancia para todo. Todos lo aman, todos lo necesitan. Es papa, tío, amigo, confidente.
Se plantean cuestiones cotidianas e importantes: distribución de tareas en la pareja, trabajo de la mujer, comportamiento y presentación personal, límite de edad para una vida sentimental o sexual, para una vida profesional. Invasión de la vida cotidiano por los medios de comunicación social, Facebook, teléfonos portables, Skype…. Todos los temas obligados de hoy. Todo con ligereza y buen humor. Sin caer nunca en un tono pretencioso o ridículo. Sin excesos, con algo de la sabiduría y tolerancia que dan los años, o la seguridad en sí mismo que puede existir en la gente que no tiene problemas de dinero.
Ben enseña a sus compañeros jóvenes y desaliñados la importancia de un buen traje, con camisa y corbata a tono, de rasurarse y, sobre todo, de llevar siempre un pañuelo. Ser un caballero. Y hablar con los demás y escucharlos. Pero también se quiere modernizar, hace sus propios intentos y ellos lo apoyan con paciencia. Hasta la directora obsesionada con el éxito de su empresa, que no tiene un minuto para su niña, se toma el tiempo de abrirle su cuenta Facebook.
La cinta es muy linda, con bonita ropa y accesorios. El entorno es hermoso, en un Brooklyn de calles arboladas, de casas de BrownStone. Las oficinas están en un loft blanco, luminoso. Hay desorden sobre una sola mesa, pero Ben lo ordenará pronto. Todos tienen espacio para trabajar, obviamente con una colección de computadores Mac. Nadie se enoja. Es un mundo feliz.
El esposo es pacífico, amoroso y comprensivo (al menos en apariencia) y la nena tiene rizos encantadores y ojos preciosos. Nunca hace berrinches. En el barrio, nunca hay embotellamientos, nunca hay suciedad.
Los dos protagonistas son perfectamente elegantes: versión tradicional para Ben: sus camisas discretamente rayadas, versión moderna para Jules: tres colores máximo, con dominante de blanco y negro, y joyas discretas.
Pero hay poco seguimiento en las ideas: Jules pedalea en su loft, pero solo en su primera escena. Nunca más lo vuelve a hacer. Además, si le gusta la bicicleta, ¿porque no va a su trabajo en bici? Sobre todo que las calles se ven muy seguras y tranquilas. El número dos, Cameron (Andrew Rannells) quien sugiere la contratación de internos mayores, y pide la contratación un director, nunca más se le vuelve a ver, aun en los momentos álgidos de la toma de decisión. ¿Cómo, si la empresa es tan pequeña, los internos deben pasar por tantas entrevistas antes de ser contratados?
En realidad, se siente más una película de sketchs que una narración construida.
Eso no quita nada al gusto de ver a Anne Hathaway y sobre todo a Robert de Niro quien nos expone una variedad de expresiones faciales divertidas. La química entre los dos es muy placentera. Y la vida parece sencilla, ya que cualquier dificultad se resuelve gracias a las buenas ideas e intervenciones oportunas del hada madrino.
Uno se sorprende a soñar que su propia vida sea así de hermosa y fácil.
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