Una historia entretenida, al estilo Hitchcock, con humor a veces negro, a veces erótico, a veces filosófico. Un hombre reencuentra su energía perdida y su amor a la vida después de cometer un crimen. Con bastante buenos actores, convencidos de la calidad de lo que hacen. Divierte pero no quedará entre los grandes de Woody Allen.
Ficha IMDb
La cinta retoma situaciones ahora habituales en las cintas de Woody Allen: un hombre ya maduro, desanimado o desagradable, vive una relación con una joven muy linda, probablemente inteligente, pero abiertamente inocente.
El hombre de esta última película es un profesor de filosofía. Ya era tiempo, después de ver tantos personajes allenianos discurrir sobre todo y cualquier cosa, a veces con bastante sabiduría. Abe Lucas (Joaquin Phoenix) llega a una universidad en Nueva Inglaterra, donde su fama lo precede: mujeriego, arriesgado. Llega borracho, lo que le da un toque desesperado y romántico. En realidad ya no cree en nada, ni en sí mismo. Buscando vivir intensamente, ha pasado por grandes catástrofes, en Darfur, en Nueva Orleans, pero solo ha visto miseria, material y moral. La vida humana no tiene sentido. Como les explica a sus alumnos, la filosofía es masturbación intelectual. Lo que pasa acontece por azar y las decisiones humanas no tienen mucho peso.
Sin embargo, les habla de los grandes, de Kant a Sartre. Y los alumnos escuchan muy serios y disciplinados sus clases.
A pesar de su desinterés, de su aspecto desalineado (en esa universidad todos van a clase en shorts), de su pelo sucio y su barriga, el hombre provoca pasiones. Una de sus alumnas, la lindísima Jill Pollard (Emma Stone), equilibrada, querida por sus padres (Betsy Aidem, Ethan Phillips) y su novio super guapo y paciente, Roy, (Jamie Blackley) se enamora muy pronto: la inteligencia del maestro, su trayectoria, su fama de seductor con las alumnas le impiden ver la realidad bastante menos glamorosa, sobre todo que el maestro no manifiesta ninguna intención de corresponder al entusiasmo de la joven. Pero “Es tan autodestructivo y tan brillante”, dice la joven a sus amigas.
Mientras tanto, Abe se deja llevar a la cama por una maestra de su edad, Rita (Parker Posey), aburrida en su vida conyugal como en su profesión de maestra de ciencias , que sueña con escaparse a España en una nueva y romántica vida, o mínimo una aventura sexual, con el aventurero Abe, quien se revela totalmente impotente. Pero no importa la cruel realidad, Rita sigue soñando.
Y Abe sigue desanimado.
Hasta que los azares de una conversación en un restaurante le dan la idea que cambiará su vida: un crimen. Se trata de matar a alguien que no conoce, que nunca le hizo nada. Solo porque es responsable de la infelicidad de algunas personas. Es el crimen perfecto, tipo Strangers on a Train (Hitchcock – 1951). Nadie sospecha. Y Abe vuelve a la vida .
Ya se sabe superior a todos, capaz de decidir de su destino. La energía ha vuelto a su persona, ama la vida, sabe que es útil. Ama. Es amado.
Pero lo que no ha aplicado de las doctrinas de los maestros filósofos franceses del siglo veinte, es el tema de la responsabilidad. Y cuando las mujeres de su vida empiezan a entender lo que ha hecho, tiene que tomar decisiones “racionales” para salir de su nueva situación.
Como en todas las cintas de Woody Allen, los diálogos son chispeantes, la fotografía es perfecta. No hablemos de la música, no puede ser mejor escogida. Loa actores funcionan muy bien juntos, en el triángulo perfecto de edades, caracteres, estilos. La historia avanza como debe, con el ritmo adecuado. Uno sonríe, ríe, tiembla, se siente cómplice.
Pero falta algo. No es un gran Woody Allen. Es un Woody Allen de distracción.
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