Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Tuesday, February 13, 2018

The Shape of Water (Guillermo del Toro, 2017) – 7/10


La cinta de la cual todo mundo habla, de que todo el mundo inciensa, es un cuento tradicional, con tintes adultos, y con un decorado muy cuidado, vintage como se estila últimamente. Un trabajo muy bien hecho, pero en realidad poco original.

Fiche IMDb

Los años cincuenta y sesenta están muy de moda últimamente, por el impacto visual que permiten alcanzar: coches, ropas, accesorios, utensilios. Colores intensos y formas fuera de moda llenan a todos de nostalgia.

Guillermo del Toro no escapa a esta moda. Desde el principio de la cinta, ubica a su personaje principal, Eliza (Sally Hawkins) en un edificio sombrío, lleno de rincones, pasillos y escondites.    Su rutina diaria no tiene nada para sorprender salvo su costumbre de masturbarse en la tina. Por lo demás, divide su tiempo entre su trabajo de limpieza en una oficina de gobierno y sus tardes comiendo todas las tartas de limón que trae Giles (Richard Jenkins), su compañero de renta, dibujante y homosexual, Por cierto, si trabaja de noche, ¿en qué momento se pueden encontrar para cenar.?

Su lugar de trabajo es una suerte de sótano glauco, húmedo, que parece nunca poder estar limpio. Su compañera, Zelda (Octavia Spencer) además de hacerle compañía, y contarle sus problemas con su esposo Brewster (Martin Roach), le sirve de intérprete con los superiores ya que Eliza es muda y que Zelda habla hasta con los codos. el jefe, Strickland ( Michael Shannon)  es el típico dominador que todavía no ha escuchado del feminismo,tal vez ni siquiera d3 los derechos de los trabajadores.

Como la época es los 60’s, y el lugar Estados Unidos, más precisamente Baltimore, obviamente estamos en plena guerra fría, con investigaciones secretas para ganarle a los comunistas en todos los campos.

 Por eso se llevará a cabo una investigación muy especial (¿Cómo es posible que haya tan poca seguridad alrededor de estas investigaciones secretas?), sobre una criatura muy especial, un anfibio bípedo azul (Doug Jones). Con eso queda ya muy claro que se trata de un cuento y el espectador alerta y alertado cae en la cuenta de que ya lleva las dos primeras etapas de la narrativa tradicional: érase una vez una joven muda que vivía sola. Trabajaba de cenicienta bajo las órdenes de un jefe déspota. solamente su amiga la entendía. un día (segunda etapa) llegó a su trabajo una criatura extraordinaria….

Y se van a encadenar las peripecias: Eliza se acerca a la criatura, la domestica ofreciéndole huevos duros (¿cómo supo que le gustaban?) y le pone música (¿y cómo nadie los oye?). Cuando las autoridades deciden pasar a una etapa más violenta de experimentos, Eliza decide llevarse a la criatura a su casa, con la ayuda de sus amigos, bajo las narices de las fuerzas del mal, o sea el jefe anticomunista. Ahí tenemos, bien ordenaditos, los ayudantes y los oponentes. Y como el laboratorio no podría estar exento de espías, el Doctor Robert Hoffstetler (Michael Stuhlbarg), quien trabajaba para los rusos, se une a la buena causa, la de los enamorados.

El elemento de resolución tarde un poco: hay que esperar que se eleve el nivel del agua en el canal que lleva al océano (¿no era más rápido manejar unos kilómetros para llegar inmediatamente al océano?). los enamorados aprovechan la espera para vivir plenamente sus emociones musicales y sensaciones físicas.

El final es claro: vivirán por siempre unidos, en el agua.

Todo esta muy bien hecho en esta cinta, con mucho cuidado, muchos detalles, mucho profesionalismo. Los ambientes son perfectos, hermosos. El agua esta presente bajo todas las formas posibles: agua en la tina del baño, agua para hacer la limpieza en el laboratorio, agua del tanque de la creatura, agua de la lluvia sobre las ventanas, agua invadiendo el departamento para hacer posible el encuentro amoroso, agua del canal para la última salvación. Y, para que todo sea aún más fluido, la música de Alexandre Desplat, muy presente últimamente en las películas exitosas, acompaña omnipresente.

Los colores verdosos, húmedos, los muebles viejos dan un toque de nostalgia, de tristeza. Eliza no esta feliz, se refugia en la curiosidad por lo diferente, lo extraño, porque esta vida no le da nada sino rutina. Y agarra algo extraño que se le presenta, como niña indefensa, para darle algo de sentido a su existencia.

Las influencias cinematográficas son claras, y aceptadas por el cineasta, desde El monstruo de la Laguna Negra (Arnold – 1954) y las comedias musicales en las cuales se proyecta Eliza.

Pero, en todo esto ¿dónde está la originalidad? Ya vimos que se trata de un cuento, con algunas escenas que lo sacan de la niñez. En cuanto a la ambientación, ya vimos este edificio viejo, de colores viejos, decrépitos y chillantes a la vez, poblado de inquilinos un tanto especiales, en Delicatessen de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro (1991). Uno de ellos, por cierto, tenía una relación muy particular con el agua.

Ahora es cierto que la cinta de Guillermo del toro va a beneficiar de la ola de simpatía hacia los directores mexicanos provocada por las declaraciones muy discutibles del presidente americano. También las interpretaciones políticamente correctas no se dejaron esperar: lección de tolerancia hasta la diferencia, aceptación de lo inhabitual, para luchar contra el rechazo a los inmigrantes en los países ricos. Pero cuando Madame de Beaumont escribió su cuento en el siglo XVIII, su intensión era simplemente enseñar que la peor fealdad física puede esconder la hermosura interior. Y cuando Jean Cocteau realizo su maravillosa película en 1946 no pretendió en ningún momento hacer una película socialmente comprometida, a pesar de ser el mismo, y su actor principal Jean Marais, homosexuales.

La belleza de una obra no depende de sus intenciones. Y, al revés, no hay que prestarle intenciones que tal vez sean más oportunistas que reales.  

La forma del agua es una cinta agradable, a veces divertida, a veces aburrida, repetitiva, siempre demasiado simplista y gentilona. Casi podría pertenecer al repertorio de Disney, claro, si no estuvieran las escenas sexuales. Le falta algo, con todo y su inmenso talento de realización: algo de originalidad, ¿algo de alma?

Definitivamente, nos quedamos con El Laberinto del fauno (2006), o Crimson Peak (2015)

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