Biografía de unos días del hombre fuerte de la segunda
guerra mundial, el que supo desde el principio y en contra de todos los
políticos, identificar el peligro representado por Hitler. La cinta toma él que
obtuviera después el premio Nobel de Literatura en sus primeros días como
primer ministro y nos lo muestra en su trabajo personal y sus discursos, con
unos detalles más íntimos.
Ficha
IMDb
Fue sin
lugar a duda el hombre más fuerte de Europa y tal vez de occidente durante la segunda
guerra mundial. El volumen de su silueta no dejaba mucho espacio para los demás,
sus hábitos de consumo de alcohol y tabaco, y su libertad de palabra hacían de él
casi un monstruo. Tenía un sentido del humor mordaz y muchas veces
irrespectuoso. En realidad, no se doblega ante nadie. Cundo todos pensaban que
se podía negociar con Hitler, el asumió, desde el principio y muy firmemente,
que esta posición no podría funcionar y que Hitler avanzaría sin escrúpulos.
Nació en
un medio privilegiado, vivió y creció con sirvientes y dinero. Una madre muy
seductora y un padre que lo despreciaba lo llevaron y tratar sin descanso estar
a la altura de un ideal, para demonstrar que si podría tener éxito. Trabajador
incansable, exigía de todos que le siguieran el ritmo. Y, todos alrededor de el
empezando por su esposa Clementine y sus hijos hacían todo para establecer las
condiciones propicias a los objetivos de él.
Esta
figura prominente, por los hábitos, por la silueta, por la voz, esta persona,
mas que las condiciones históricas que lo revelan, es el tema de la cita de Wright.
Con un guion de Anthony McCarten, toma a Winston Churchill en el momento en que
el primer ministro, salido del mismo partido conservador, Chamberlain, debe aceptar
el fracaso de su política. El Reino Unido está en guerra, parte de Europa, en particular
Francia, esta en guerra, porque Alemania traccionó los acuerdos de Múnich,
firmados en septiembre de 1938 para calmar al canciller Hitler. Pero Alemania
avanza, Países Bajos y Bélgica se ven invadidos, Las tropas alemanas amenazan a
Francia, y desde la costa se acercan al Reino Unido. Las nuevas armas hacen que
la situación isleña no sea ya una verdadera protección.
La cinta
empieza por un discurso en la cámara de Comunes de un diputado que pide la renuncia
de Neville Chamberlain (Ronald Pickup). Esta cámara será en varias ocasiones el
punto de referencia en la carrera política de Churchill, el lugar del desafío, la
fosa de los leones, donde deberá ganarse la aprobación oficial. Al menos, en la
cinta de Wright.
Después
de discusiones en el seno del partido, con todo el formalismo vestimentario inglés,
se llega a la decisión de escoger a Winston Churchill, a pesar de la oposición de
Lord Halifax (Stephen Dillane) y Chambelain mismo.
La primera
aparición del deseado y odiado ministro está preparada con todo un talento teatral:
llegada de una nueva secretaria, Elizabeth Neel (Lily James), explicación de
las exigencias del jefe, cuarto en la oscuridad, antes de descubrir al casi
monstruo en bata de seda.
De ahí
siguen las etapas de la subida al poder, con acompañamiento familiar y
protocolo real. Clementine (Kristin Scott-Thomas), siempre elegante, amorosa
sin perder la lucidez sobre los defectos de su esposo, lleva la vida cotidiana,
administra las cuentas. El rey George VI (Ben Mendelsohn), el tartamudo del Discurso del rey (Tom Hooper - 2010),
mantiene con poca autoridad sus obligaciones protocolarias.
El
desarrollo de la cinta corresponde a las etapas históricas de la guerra, objetivas
y verificables con las fechas de calendario que aparecen a modo de
certificación histórica y de marcadores cronológicos. Conforme van avanzando
los alemanes, Churchill tiene que tomar decisiones y, para eso, ganarse
confianzas.
La cinta,
al ser antes que todo biográfica, revela detalles del comportamiento, de la
forma de trabajar, del carácter La voz, las bromas, las cantidades de alcohol,
el inevitable puro, el sombrero, nada falta de las imagines que se volvieron simbólicas
del personaje. Pero también se da el lujo de mostrarlo como un ser humano que, contrariamente
a su apariencia de ogro, puede ser humano, tomarse el tiempo de explicar o de
consultar. Dos momentos particularmente sirven esta intención de acercarse al monstruo:
la aplicación que da a Elizabeth sobre la situación de Dunkerque, llevándola al
“saint des saints”, el cuartel general de guerra, y mostrándole en un mapa la situación
de los ejércitos y la estrategia de la operación Dynamo, que permitirá la
evacuación de 300 000 hombres gracias al sacrificio de 4000 en Calais. La misma
que cuenta con maestría Christopher Nolan en su magnífico Dunkirk (2017).
Y, la
larga secuencia del metro, al que Churchill baja que primera vez, el que nunca tuvo
que desplazarse por sus propios medios. La secuencia construye la mitología del
personaje y sirve para justificar la decisión final de no negociar con Hitler,
decisión que en realidad Churchill ya había tomado, pero para la cual
necesitaba una justificación democrática, frente a la position negociadora de
su ministro de Relaciones exteriores, Halifax. Probablemente falsa, la anécdota funciona muy
bien en la dinámica del relato porque permite llegar al elemento de resolución
y al gran discurso. Sirve también a construir un mito de la unión del pueblo
entero con Churchill, bajo la comprensión del rey cercano a su pueblo. Estos
tres polos representarían una voz profunda y sabia del pueblo, alejada de los
intereses políticos de los pacifistas como Halifax. En cierta forma,
constituyen una imagen de la profunda intuición de la verdad histórico, del
bien histórico. Un poco como la imagen construida de una Francia entera unida
en la resistencia atrás del General de Gaulle. Los grandes hombres como la
emanación espontánea de la grandeza del pueblo.
La cinta es también la
historia de un hombre de discursos. Desde el primero, el de llegada al puesto,
que no será aplaudido por los miembros del partido, siguiendo las instrucciones
del pañuelo de Chamberlain, discurso famoso por la cuádruple mención de
sufrimientos: “Sangre, dolor, lagrimas, sudor
" para conseguir una victoria cuatro veces
repetida. Hasta el último, en la cinta, que afirma con toda la fuerza retorica posible,
que Inglaterra resistirá. Y este discurso, siguiendo el pañuelo de Chamberlain,
fue aplaudido por todos con un inmenso entusiasmo.
Así que
la cinta, además de ser la descripción de un hombre excepcional, en aspectos personales,
logra también representan una evolución, en la construcción de relaciones personales,
y en la afirmación de un talento oratorio extraordinario. Como la cinta hace
decir a Halifax: “Acaba de movilizar al idioma ingles y de mandarlo al campo de
guerra”
Para eso
hacía falta un actor excepcional. Gary Oldman, irreconocible por los kilos de maquillaje,
de panza, le da a su Churchill una fuerza, una presencia que le ganarán
probablemente un Oscar. A veces odioso, a veces cómico, a veces tierno, a veces
incomprensible, sobre todo con el puro en la boca, nunca ebrio, siempre
eficiente, siempre obteniendo lo que él quiere, Winston Churchill aparece como
el único hombre capaz de hacerle frente a un Hitler que casi nunca se ve.
Todo eso
se hace en un ambiente y una hechura muy clásicos, en sus encuadres muy
cuidados, sus colores oscuros, al punto de parecer a veces una cinta en blanco
y negro, Las batas de seda de Winston parecen aún más fuera de lugar, y el
color del whisky brilla como pecaminoso. El cuartel de guerra subterráneo, e
históricamente exacto, se presta a un laberinto de secretos y angustias,
metáfora de la mente solitaria del primer ministro.
Es notable
que los eventos de la cinta acaban a fines de mayo de 1940, unos días antes del
llamado que hiciera el general de Gaulle por Radio
Londres a los franceses, militares y civiles que quisieran resistir después de
la redición de Francia el 17 de junio por el Mariscal Pétain. La relación entre
Churchill y De Gaulle no iba a ser muy harmoniosa, dos personalidades muy
autoritarias y muy egocéntricas pelean juntas por un mismo objetivo: detener al
nazismo.
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