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Una cinta con una clara intención de denunciar las
relaciones sociales, a través de la situación psicológica de una niña desterrada.
A un tema ya tratado, pero siempre actual, el joven director no aporta un lenguaje
cinematográfico realmente original, pero sobretodo disminuye el valor de su
demostración por falta de un guion riguroso. Acertados detalles no tienen un
contexto de verosimilitud. Tal vez sea esta la razón por la cual la cinta no
logra un real impacto sobre el espectador.
Ficha IMDb
Ficha IMDb
Lidia (Erika López),
una mujer zapoteca, llaga con su hija Guie’dani (Sótera Cruz), a la Ciudad de México
para trabajar en casa de una familia. La niña no se ajusta, dificultando la
adaptación de su madre, pero entabla una amistad con otra niña, Claudia (Majo
Alfaroh). La familia, Valentina (Yuriria del Valle) y David (Juan Ríos ) y sus
dos adolescentes mantienen las distancias y las prohibiciones al mismo tiempo
que pretenden ser igualitarios. Le consiguen un maestro privado a Guie’dani
pero eso no funciona, por culpa de la niña o del maestro, o de los dos. Cuando
Lidia debe volver al pueblo por una enfermedad súbita de su madre, deja a su hija
sola en la casa sin avisar a los dueños quienes se han ido de vacaciones. Guie’dani
aprovecha para dar rienda suelta a sus envidias, celos, deseos: come, se prueba
la ropa de los dueños, se acuesta en su cama, ve televisión, acaba con los adorados
peces de David. En compañía de Daniela, destroza absolutamente todo, hasta el
momento en que la familia las sorprende y las encierra en el cuarto de servicio.
Al volver Lidia, la sentencia es clara: despido. Pero el embarazo de Valentina
empieza antes de tiempo y Lidia sabe volverse indispensable en estos trances. La
sentencia es revertida. Lidia y su hija se quedarán. Lidia más cercana a la
familia, y Guie’dani más sirvienta que nunca.
El tema central de Xquipi' Guie’dani, es la adaptación a un
nuevo entorno de vida en un contexto de servidumbre. Antes que todo, Xavi Sala
sigue un enfoque psicológico: a las recién llegadas de su provincia, les cuesta
adaptarse a un nuevo entorno con nuevas formas de vida. Además, a la
adolescente, le cuesta aceptar la ley de los mayores. La rebelión de Guie’dani
es, desde el principio, dirigida en contra de su madre como se ve cuando indica
la dirección al taxi al llegar a México. Un juego sutil de elocución y miradas
muestra el desprecio hacia una madre que lee mal, aunado a un resentimiento por
haberla sacado de su mundo, que justifica en un juicio social: “No quiero ser
esclava como tú.”
Las novedades se pueden
presentar en detalles divertidos como el robot-aspiradora que Lidia deja caminar
solito en la sala mientras ella va a empujar su escoba en otro cuarto. Ahí Sala
tiene, tal vez involuntariamente el tino de mostrar que la energía de un robot
se acaba antes que la de una humana, inagotable. Pero presenta también detalles
extraños como el hecho de que la niña no sabe bañarse en ducha y tiene que usar
una cubetita para mojarse: ¿de donde la sacó?
De esta misma forma, observaciones
muy pertinentes pierden su valor de impacto al no ser puestos en un contexto coherente.
El ejemplo más claro es la indicación de Valentina de que los cubiertos de la
familia están en un cajón, y los de las sirvientas en otro. No se mezclan. Observación
muy fuerte de la discriminación que sobreentiende el riesgo de contagio por esta
servidumbre portadora de unos misteriosos componentes de mala calidad, que podrían
tal vez amenazar la vida de los dueños. Este detalle particularmente impactante
logra transmitir el rechazo casi pulsional de los más ricos hacia los más
pobres. Pero pierde de su fuerza por una nueva incoherencia: se comparten los
platos diariamente y las copas la noche de Navidad. Parece que la intención fue,
además de mostrar la segregación, introducir el hecho de que que Lidia no usa
cubiertos. En todo caso, al guion le falta rigor y claridad.
Los cambios llevan madre a
hija a reacciones diferentes. Llevada por la necesidad de trabajar, Lidia
quiere a fuerza adaptarse: “Me gustaba estar aquí.” Sigue las instrucciones
hasta para su propio aspecto: se corta el pelo, se pone la ropa usada que le
dan. Aquí otra negligencia: es el mismo estilo de playeras que ya están usando después
de dejar voluntariamente sus blusas bordadas de Oaxaca.
Guie’dani, en cambio, parece
un mueble estorboso que la cámara desplaza por los cuartos para mostrar su aburrimiento
permanente, principalmente en la cocina, sentada silenciosamente en un rincón
de la mesa, comiendo, observando, en largas tomas fijas de una mirada casi
vacía. Se queda encerrada con su madre al
no estar inscrita en la escuela por el motivo poco verosímil de un año escolar
demasiado avanzado, cunado en realidad es apenas el primer trimestre. La cara de
Guie’dani se anima sólo al ver a Claudia de su misma edad, pero totalmente adaptada
a su entorno, libre y traviesa. Puerta de entrada a un mundo lleno de vida y de
experiencias, es la liberación posible. ¿Cómo esta niña tan sociable tiene un único
invitado a su fiesta de cumpleaños, Guie’dani que conoció apenas hace unos
días?
El aislamiento de Guie’dani
se anunció desde la primera escena: la salida de la casa familiar. El sentimiento
de destierro se anticipa con la acción de Guie’dani de llevarse un puñado de su
tierra. Imagen que podría ser poética, pero se ve perturbada por la
artificialidad: la niña saca una bolsita de plástico detrás del árbol: ¿Cómo
llegó ahí? Asimismo, la enorme bolsa de comida entregada por la abuela es
símbolo de la excesiva distancia hacia la Ciudad de México. ¿O es otra torpeza
en la dirección? Eso provoca desde los primeros minutos de la cinta que se
instale en el espectador una cierta desconfianza hacia el rigor de la
escritura.
Xavi Sala denuncia las injusticias
habituales en las condiciones de las trabajadoras domesticas: las condiciones
laborales de Lidia están claramente establecidas desde su llegada: semana de
seis días, salario sin IMSS, condiciones ilegales como lo observa el hijo, a
cuyas protestas los padres responden que la sirvienta no tiene que pagar comida
ni techo. Otra muestra de la “generosidad patronal” es la aceptación de la hija,
confortándolos en la buena consciencia de las generosas condiciones que otorgan
a su empleada. Todo eso va acompañado de una condescendencia benevolente, como
no llamar a Verónica “Señora”, y esta invitación a brindar juntos en la noche
de Navidad. Pero la inverosimilitud descalifica la escena en su conjunto: una cena de Navidad limitada a cuatro personas
sorprende en México donde es el momento por excelencia de encuentro de la
familia extendida, las peleas, los chismes, las complicidades y los rencores como
lo muestra muy bien Alonso Ruiz Palacios enMuseo (2018). Aquí no vino ni siquiera
la madre de Valentina.
El real y profundo deseo
de mantener una distancia se nota también claramente en la decisión de hablar
inglés en la mesa. La familia se protege en un idioma extranjero, pero no puede
aceptar que las zapotecas hablen en su propio idioma: “la peligrosidad de las
calles es una explicación invalida dentro de la casa que busca justificar la negación
de un espacio proprio de expresión.
Frente a todas esas marcas
de discriminación, sutiles y menos sutiles, frente a una madre que desprecia, tal
vez simplemente por un rechazo de adolescente, Guie’dani necesita una revancha.
Para invertir unos juegos de poder que tal vez no identifica claramente, pasa
por la toma de posesión de los objetos de los que la dominan, empezando como un
juego, natural en los niños. Así, por fin sola en la casa, puede dar rienda
suelta a su envidia de las posesiones de los amos, lo que ella siente que nunca
tendrá.
Este
tema de la rebelión y la destrucción tiene semejanzas directas, tal vez
involuntarias, con La Ceremonia, película
realizada en 1995 por Claude Chabrol , que relata también la llegada de una joven
a trabajar para una familia acomodada: el analfabetismo de la recién llegada,
la pretensión de humanidad de la familia al llamarla por su nombre, como
Valentina le prohíbe a su hijo decir “las chachas”. Otra semejanza notable es
la presencia de una mujer embarazada, símbolo de la reproducción de esta
burguesía cuya supervivencia Lidia permitirá al ayudar en el momento del parto.
Pero el tema mas importante es la complicidad entre dos mujeres, una de ella
siendo dominante. Si esta dominación se mantiene en La ceremonia, aquí Claudia siente también curiosidad hacia
Guie’dani y su extraño idioma, con la incoherencia de poderlo manejar demasiado
rápidamente con facilidad. Por su lado, Guei’dani no necesita los consejos de Claudia
para empezar su saqueo de la casa. Es más, cuando esta llega finalmente a
hacerle compañía, Guie’dani sigue siendo la dominante. Viendo televisión en la
cama de los dueños, ella aumenta progresivamente el volumen para cubrir el
ruido del timbre de entrada y que Claudia no lo oiga. La existencia de Claudia,
tal vez aun más que su presencia, le da a Guie’dani la fuerza para destruir, porque
se siente valorizada y por ende justificada en su actuar. La cinta de Chabrol acaba
en el asesinato de la familia completa mientras la película de Sala presenta más
bien un asesinato simbólico, por la destrucción de los bienes materiales, siendo
las posesiones materiales la esencia de la burguesía. Sin embargo, le falta
dramáticamente a la cinta de Sala priorizar una jerarquización en la
destrucción. ¿Porque no se insiste más en los peces, tan importantes para el
padre, ya que el odio entre David y Guie’dani fue palpable desde el principio?
Xavi Sala se decide por un
final menos dramático que Chabrol, pero más desalentador ya que la tragedia
social envuelve a la niña. Su madre, ahora reconciliada e integrada, acompaña a
los padres al consultorio. Le ordena a su hija “desmenuzar el pollo, pelar las
verduras, preparar los biberones”. Guie’dani es ahora sirvienta al servicio de
su propia madre, Doblemente sirvienta, es doblemente vencida. Los adultos
ganaron.
En su intento de denunciar
una situación injusta, inaceptable, Xavi Sala fue sumando escenas y detalles
pertinentes, finamente observados. Pero no supo hilarlos en una narración coherente,
no supo construir personajes realmente interesantes y que provoquen empatía. Toda
la ambientación parece descuidada, sin vida. La puesta en escena está inexistente,
con actores que se dejan llevar muy pasivamente. No se ve nada original, ninguna
visión nueva en la forma de filmar. Las imágenes no tienen acentos, no tienen intención.
No le haremos el insulto de comparar El
ombligo de Guie’dani con Roma, y ciertamente
fue mala suerte que las dos cintas salieran tan cercanas. Pero Xavi Sala tiene todavía
mucho camino que recorrer.
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