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Una
maravilla despiadada sobre el poder, la manipulación, filmada con un dominio
técnico cercano a la perfección. Tres mujeres se pelean por el poder y el
placer en un momento histórico muy particular. Tres actrices rivalizan de
talento. Una ganó el Oscar. Las tres lo merecían.
Ficha IMDb
La reina Ana de Inglaterra, (Olivia Colman), la
ultima de los Stuart y la primera reina de Gran Bretaña, no esta muy interesada
en la gestión de su reino que duró de 1702 a 1714. Después de la muerte de
su esposo George en 1708, que la dejó sola e inexperimentada en el poder, prefiere atender a sus diecisiete conejos,
recuerdos de sus diecisiete embarazos fallidos. Su salud física es muy delicada
con ataques de gota, tal vez diabetes, una adición a los dulces y pasteles, y
un notable sobrepeso, aunado a un terrible mal gusto, que le impide vestir de
forma elegante: la comparan a un tejón. Además, manifiesta en privado y a veces
en publico un estado mental algo débil, depresivo y quejoso. Deja a su
favorita, Lady Sarah Jennings (Rachel Weisz) llevar la política, en particular
los asuntos militares, ya que su esposo John es el famoso Malborough (Mark Gatiss), vencedor de los
franceses, ancestro de Churchill, y personaje de una famosa canción popular.
Pero la supremacía de Sarah se ve amenazada cuando
llega a la corte, sucia y mal vestida una pariente lejana, de la vieja aristocracia
ahora caída en pobreza, Abigail Hill Masham (Emma Stone). Ha pasado por todas
las pruebas y desgracias posibles: vendida por su padre para pagar deudas de
juego, ya no cuenta las violaciones, ha tenido hambre, ha viajado lejos en
condiciones abominables. Pero esta decidida a llegar a alguna forma de poder.
Llega reptando, avanza suavemente, y acabará aplastando.
Mientras Sarah se dedica a la política, peleando para
un aumento de los impuestos que permitirán financiar la guerra de su esposo,
con el apoyo del primer ministro Godolphin (James Smith) , frente a la
oposición liderada por Lord Harley (Nicholas Hoult), Abigail se dedica a
acercarse a la reina suavizando sus dolores físicos por medio de recetas herbolarias,
seguidas de un acercamiento sexual después de sorprender la relación lesbiana
entre Anna y Sarah. Ganada la confianza real, podrá dedicarse a recuperar su
rango aristocrático dejándose casar con Lord Masham (Joe Alwyn).
El trio de damas que se construye es un juego
despiadado de influencias, utilizando mentiras, amenazas,sexo,caricias,promesas.
Tres que sufren ataques, envenenamientos, humillaciones, muertes de sus
próximos. Tres que se levantan. Cada una representa una relación al poder: la
reina le tiene miedo, a punto de desmayarse en el momento de anunciar un nuevo
impuesto en la cámara; Sarah abusa de él; Abigail nada mas lo desea para
dominar. Entre iras, risas, drama, farsa, cada una va caminando en la dirección
que se propuso y las otras dos son sus medios, sus herramientas para conseguir
lo que anhela. Es un juego de ajedrez como el que diseño Choderlos de Laclos en
sus Relaciones Peligrosas (1782). La
guerra está en todas partes, empezando en el exterior, como un segundo plano,
dando un ambiente de fondo, con los combates entre Francia e Inglaterra. El
conflicto se adentra en la corte, donde todos tratan de eliminar a todos. Los
hombres, en cambio, son unos seres vacíos, vanidosos e inútiles, manipulables y
desechables. Ninguno está a la altura de estas mujeres.
El uso casi general de gran angular o ojo de pez
construye espacios amplios, redondos, al opuesto de lo que Lánthimos presentó
en The Killing of the Sacred Dear,
todo en líneas rectas, espacios gélidos y colores fríos. En The Favourite, los colores son marones,
rojos apagados, principalmente en las escenas interiores, con la madera de los
muebles y los pisos de parquet. Se usa una extrema sensibilidad de película
para momentos alumbrados únicamente por una vela, pasadizos escondidos en el
espesor de los muros, momentos en que un personaje solitario surge de una
pantalla casi totalmente negra, como en cuadros del siglo XVII: Le Nain,
Caravaggio. El objetivo en ojo de pescado permite crear la ilusión de estar
viendo a través de una cerradora, de espiar lo que uno no debería saber, de sorprender
una intimidad.
La reconstrucción de época del siglo XVIII esta
sumamente cuidada, en los trajes, la vajilla, la decoración de los cuartos, los
accesorios, como por ejemplo las armas usadas en el juego mortífero de caza al
pichón, otro símbolo de las relaciones en la corte. Es la época del
libertinaje, de la crueldad abiertamente cínica, la perfidia y el salvajismo más
brutal bajo apariencias de razón e Ilustración,
son los primeros años del siglo de
la Revolución Francesa, tiempo del barroco exagerado, de las pelucas desproporcionadas
y de Marie Antoinette. Las cabezas pronto rodarán en el aserrín. Las realezas
europeas bailan sobre un volcán, prefieren pelear entre sí por pedazos de
territorios que ver lo que el pueblo está sufriendo y la amenaza que
representa. Excesos de todo tipo, abundancias, falta de respeto por cualquier
autoridad que no sea la del propio placer. Lánthimos exagera aún más esta falta
de mesura como por ejemplo en un baile de coreografía anacrónica y ridícula.
Algo podrido invade el reino, los humanos ya no saben portarse como humanos y
se acercan cada día más al comportamiento animal, en su sexualidad, su alimentación,
su agresividad.
Por momentos, la cinta recuerda a Barry Lindon y sus cuadros de época, pero hay en The Favourite algo mucho menos apacible, algo más tortuoso, ya que Lánthimos sabe transmitir, infiltrar de forma sutil y maligna, una incomodidad difícil de racionalizar, un poco como Haenecke. El germen del mal toma posesión en forma insinuante de cada personaje, de cada rincón, de cada objeto u animal. Se siente que en cualquier momento puede salir a flote.
La cinta se presenta en una estructura claramente
enunciada, y aparentemente racional, con los títulos de ocho capítulos en una
tipografía y un diseño sorprendentes. La música de época, Handel, Bach,
Purcell, Vivaldi se combina con composiciones más románticas de Schuman o
Schubert, o modernas como Olivier Messiaen, hasta Elton John.
La escena final es una maravilla de sadomasoquismo,
de violencia metaforizada, y de técnica con sus tres imágenes sobrepuestas en
un contrapicado que se vuelve extremo. Toda la historia de la cinta se resume
en esta conclusión que anticipa un futuro de maldad recíproca.
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