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En esta fábula entre cómica, fantástica,
psicológica y futurista, se nos presenta una imagen un poco incómoda de
nosotros, como individuos y como sociedad. Una cinta probablemente clave para
entender el mundo de Lanthimos. Con interpretaciones muy loables, ganó el Premio del Jurado en Cannes.
Ficha IMDb
En un futuro muy cercano y muy parecido al presente, David (Colin Farrell),
se registra en un hotel de lujo para una estancia que debe salvar su vida.
Tiene ya unos 40 años y sigue soltero. Más bien, lo acaba de abandonar su mujer.
Al llegar se le piden ciertas informaciones personales que sorprendentes en un
lugar organizado para solteros que buscan compañía: preferencias sexuales, numero
de zapatos, actividades de ocio, …Sin embargo, una pregunta nos saca del mundo
“normal”: en que animal escoge ser transformado si no cumple con el objetivo de
conseguir pareja dentro del plazo de rigor, 45 días. Más nos sorprende su respuesta:
una langosta. Ahora parece más coherente la presentación que hace del perro que
lo acompaña como su hermano divorciado. Los motivos que da oscilan entre lo
razonable y lo extraño como lo hará toda la película: tienen una larga vida, quedándose fertiles hasta el final, ademas le gusta el mar.
Después del preámbulo, empieza el primer acto:
David se instala en su vida. asiste a su primer desayuno, conoce a sus compañeros,
un hombre cojo (Ben Whishaw), uno que cecea (John C. Reilly), una mujer que
sangra por la nariz (Jessica Barden), una mujer sin corazón (Angeliki Papoulia).
Cada uno tienen una discapacidad que le dificulta la vida y tal vez impidió que
se pueda relacionar amorosamente con alguien.
David asiste a un primer castigo: meten en un tostador la mano del
hombre que se masturbó por placer. El asombro toma posesión de David quien no
se departirá nunca de su cara de sorpresa y su andar tieso. Todos hablan en un
tono fría, distante, como recitando lecciones sin entenderlas, expresando
emociones que en realidad no sienten, que se quedan en la superficie de su
persona. Muy obedientes, se someten a las pequeñas y moralizadoras obras de
teatro que les demuestras las diferencias entre vivir soltero, con todos los
riesgos que eso implica, y vivir acompañado. Comen, bailan, toman té, se meten
al jacuzzi, reciben estimulación sexual totalmente mecánica, como el doctor y
su esposa en El sacrificio del Ciervo sagrado (Lanthimos - 2017) Domina el humor negro, perverso y a veces muy
cómico
Al transgredir las reglas; David se ve obligado a huir del hotel e
internarse al bosque. Es el segundo acto. Es el otro mundo, el mundo de los Solitarios
del bosque. Regentados por un leader intransigente (Léa Seydoux), constituyen
una sociedad espejo del hotel. Las reglas igualmente severas son el contrario.
Aquí está prohibido tener pareja, o besarse, o tener cualquier tipo de
acercamiento. De un espacio encerrado, David llegó a un mundo abierto. Geográficamente,
mas no ideológicamente. De un mundo totalmente protegido, si uno obedece las
reglas, entró a un mundo peligroso, a cielo abierto, sin casas, a merced de
animales salvajes, que tal vez fueron hombres. Ahí David, quien es miope,
encuentra a la mujer de vista baja (Rachel Weisz) y desarrollan un lenguaje
codificado que les permite comunicarse sus sentimientos.
A veces se permiten incursiones en la ciudad cercana. Ahí deben
observar reglas igualmente estrictas, en particular probar que no son solteros.
Es el tercer acto: aparentar que se aceptan las reglas de la sociedad. Las
excursiones transforman cada vez un poco los personajes. Cuando hombre y mujer
han aceptado el sentimiento que los une y saben que no lo pueden vivir en el
bosque, tienen que trasladarse al mundo “normal”. Deben encontrarse, probarse
la comunión y la profundidad de su relación, lejos de todos los jueguitos sociales.
Para alcanzarse, hay que sufrir, hay que sacrificar una parte de si. Es la
ultima imagen de la cinta, la que no nos muestra Lanthimos.
En los tres mundos, los personajes se mueven con lentitud, caminando
con firmeza sin saber adonde. Cuando los cuatro del bosque se dirigen a la
ciudad se parecen a los amigos de Le charme discret de la bourgeoisie (Buñuel – 1972) en busca de su cena. Ninguno de
los tres mundos es aceptable, porque ninguno permite actuar libremente. Al principio
se podría pensar que los habitantes del bosque son, como en Fahrenheit 421, el resto esperanzador de
una sociedad pensante. Pero al ver el primer castigado, desaparece la
esperanza. Aquí también reina el terror.
La voz en off de Rachel Weisz acompaña y contradice la apariencia de
la historia narrada. Eso refuerza la idea que la verdad interior, la verdad de
los sentimientos no tiene nada que ver con las apariencias. Que para sobrevivir
hay que volverse cameleon, adaptarse al entorno.
La música surge, en desacuerdo con lo que ocurre: Stravinsky, Strauss,
Beethoven se mezclan con canciones de Nick Cave. Aparece en momentos
inesperados, contradice lo que se ve, diciéndonos otra vez que las apariencias no
traducen la verdad profunda. Eso crea un malestar, lanzando al espectador a un
mundo de dudas.
La imagen, los colores están sabiamente organizados: en planos fijos
donde no pasa nada, el tiempo se nota en el juego de la sombra de las nubes
sobre un árbol. La espera es larga, tediosa a veces.
La soledad de los personajes de Lanthimos parece sin solución
verdadera. La sociedad funciona sobre una gran mentira de la cual no se puede
escapar. Esta mentira es el amor, nombre que se le da a la obligación de formar
parejas. Como la especia humana necesita reproducirse, se le ofreció al ser humano
una gran invención: vivir acompañados para vivir felices. Todos se conforman al
modelo con gran docilidad: en las redes sociales se presume
tener pareja o se queja de no tener, se busca en aplicaciones. Inclusive algunos
países han desarrollado el servicio de renta de parejas para asistir a eventos
sociales o familiares. Nuestra sociedad que se pretende moderna y defensora de
la independencia nos muestra nuestra incompletud, nuestra anormalidad, si no
tenemos compañero de vida.
Con humor negro y sofisticación, Lanthimos revela la
triste condición humana.