Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Tuesday, August 6, 2019

Doubles vies (Olivier Assayas, 2018) - 8/10


Contrariamente a lo que el título podría hacer anticipar, no se trata de una historia de engaños amorosos. Mas bien del retrato de una sociedad intelectual que ha perdido toda capacidad de autenticidad en sus sentimientos y opiniones. Lo único que saben hacer es discurrir, de preferencia sobre los demás y lo que pretenden analizar de sus intenciones.

Ficha IMDb

Léonard Spiegel (Vincent Macaigne), novelista con una cierta reputación, conocido por sus obras muy autobiográficas, es invitado a comer por su editor y amigo Alain Danielson (Guillaume Canet) que, a lo largo de toda la comida habla del manuscrito, pregunta, menciona las nuevas formas de distribuir los textos, de criticarlos, pero nunca opina claramente, hasta que Léonard  le pregunta y Alain le contesta que obviamente no lo va a publicar. Ya estamos en el tono de los encuentros que van a seguir: hablar mucho pero no decir realmente nada claro.

La editorial de Alain pasa por una etapa de cambios. La presión de lo digital se ha vuelto ahora tan fuerte que se tiene que pensar en una reconversión: más libros electrónicos, más audiolibros, menos libros de papel. Se contrató a una joven, Laure d’Angerville (Christa Théret) para desarrollar este nuevo departamento. Ambiciosa, convencida por las estadísticas arrojadas por Google, aprovecha la oportunidad para volverse amante del jefe, o aprovecha ser la amante del jefe para mantenerse en su trabajo. Habla con números, con estrategias de marketing, con proyectos, siempre muy segura de sí, aunque sin nunca emitir una opinión.

Selena (Juliette Binoche), esposa de Alain, es una actriz muy conocida ahora que interpreta una “especialista en situaciones de crisis”, que todo mundo llama erróneamente “policía” en una exitosa serie televisiva, Colusión, que todos llaman erróneamente Colisión. Duda sí firmar para una cuarta temporada. Intuye que su esposo la esta engañando y no sabe cómo reaccionar a esta situación, aunque considera que tal vez es normal después de varios años de matrimonio. En el transcurso de la historia, descubriremos que tiene una aventura con Léonard, sin que le cause demasiados problemas morales.

Valérie (Nora Hamzawi), pareja de Léonard es la asistente de un hombre político, David (Nicolas Bouchaud) convencida de la pureza de las intenciones de su jefe, aun cuando todos los amigos le explican que todo es pura imagen, puro marketing electoral.

En efecto, esta sociedad muy convivial tiene la costumbre de reunirse y platicar. En cenas, comidas, encuentros, entrevistas, cocteles y conferencias, los temas son siempre los mismos: libro versus tableta, internet versus biblioteca, motivos del desafecto por el libro, costos de fabricación, precios de venta... Una paradoja es que en cada departamento donde pasa una escena, las paredes están cubiertas de libros, sin hablar obviamente de la editorial.

En paralelo se dan unas relaciones personales por lo general desprovistas de sentimientos, de empatía. Frases que se repiten: “No tengo opinión”, “esto se puede cuestionar “. O sea: nadie se compromete, pero todos se sienten capaces de analizar las intenciones escondidas de todos. ¿Cómo? Porque lo han leído en internet, porque piensan que todo se puede contradecir, argumentar, que todo puede ser verdad. Han perdido toda capacidad de relacionarse con los demás, toda autenticidad, hablan como pericos que repiten frase que escucharon en alguna parte. Han perdido hasta la capacidad de sentarse alrededor de una mesa para para comer juntos. Cada uno se lleva su platito a su sillita o su rincón de mesa. Hay una pusilanimidad, un miedo a acercarse a los demás.

El resultado es una cinta de un humor muy mordaz que el espectador no sabe bien si tomar al pie de la letra, reírse, burlarse, o creer en el panorama intelecto-pesimismo sobre un porvenir sin libros y sin bibliotecas. Curiosamente no se habla de películas…

Un consuelo: las bibliotecas seguirán siendo útiles, para la gente sin domicilio fijo, porque en invierno ofrecen un lugar caliente, y para la gente de la tercera edad, porque hay una ¨semilloteca¨, lugar donde los viejitos pueden intercambiar semillas para sus macetas. También se piensa en la instalación de Book -coffee-machines donde cada usuario podrá imprimirse el libro que esta en catalogo, en cinco minutos y mas barato que el precio de venta en librería.

Si se toman los diálogos al pie de la letra, aunados a las entonaciones indiferentes de los actores, uno puede llegar a considerar esta cinta como una estupidez, interpretada por pésimos actores. En realidad, es una broma genial, una denunciación de esta sociedad que se pretende intelectual, lucida y liberada de los viejos principios e ideas antiguadas, pero que se ha dejado impregnar por los falsos valores, las falsas verdades; una sociedad incapaz de pensar en forma autónoma, incapaz de afirmar sus gustos y opiniones, básicamente porque ya no los tiene. Son títeres repetidores. Lo triste es que muchos están en posiciones de decidores, lo que afecta el presente y el pasado de una mayoría menos intelectual, más simple y más autentica.

Los diálogos incesantes como en una cinta de Rohmer dan a los actores la oportunidad de lucirse. Lo hacen al nivel de su reputación, en particular Juliette Binoche, en un a interesante mise en abyme de su situación de actriz, pero hay que recalcar Vincent Macaigne cuyo aparente despiste depresivo no impide una capacidad de respuesta y de ironía notable. Nora Hamzawi le da al personaje de Valérie una credibilidad extraordinaria por ser la única autentica en todo este circulo de intelectuales parisinos caricaturescos. Su trabajo la mantiene a nivel de realidad cotidiana y conflictos sociales de supervivencia. Logra seguir siendo simpática aun cuando carece de compasión para su pobre Léonard rechazado por su editor.

La película parece sencilla, pero, en un estilo Woody Allen, la cámara sabe desplazarse en espacios por lo general cerrados: departamentos, restaurantes, mostrando sin aparentarlo las relaciones de poder, de falsas superioridades, pretenciosas y vacías.

El titulo es una pantalla para disimular es verdadero tema: la adaptación o resistencia a la evolución de la cultura y de las relaciones humanas. Las dobles vidas sentimentales son simplemente un truco para llevar a lo que estos personajes tienen que expresar: el conflicto entre una cultura tradicional, elegante y elevada: Racine, Mallarmé, Bergman, y una cultura pop: Netflix, Facebook, marketing, segmentos de consumidores y de productos, algoritmos y blogs.


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