Contrariamente a lo que el título podría hacer anticipar, no se trata de
una historia de engaños amorosos. Mas bien del retrato de una sociedad
intelectual que ha perdido toda capacidad de autenticidad en sus sentimientos y
opiniones. Lo único que saben hacer es discurrir, de preferencia sobre los demás
y lo que pretenden analizar de sus intenciones.
Ficha IMDb
Léonard Spiegel
(Vincent Macaigne), novelista con una cierta reputación, conocido por sus obras
muy autobiográficas, es invitado a comer por su editor y amigo Alain Danielson
(Guillaume Canet) que, a lo largo de toda la comida habla del manuscrito,
pregunta, menciona las nuevas formas de distribuir los textos, de criticarlos, pero
nunca opina claramente, hasta que Léonard le pregunta y Alain le contesta que obviamente
no lo va a publicar. Ya estamos en el tono de los encuentros que van a seguir:
hablar mucho pero no decir realmente nada claro.
La editorial de
Alain pasa por una etapa de cambios. La presión de lo digital se ha vuelto ahora
tan fuerte que se tiene que pensar en una reconversión: más libros electrónicos,
más audiolibros, menos libros de papel. Se contrató a una joven, Laure d’Angerville
(Christa Théret) para desarrollar este nuevo departamento. Ambiciosa,
convencida por las estadísticas arrojadas por Google, aprovecha la oportunidad
para volverse amante del jefe, o aprovecha ser la amante del jefe para
mantenerse en su trabajo. Habla con números, con estrategias de marketing, con
proyectos, siempre muy segura de sí, aunque sin nunca emitir una opinión.
Selena
(Juliette Binoche), esposa de Alain, es una actriz muy conocida ahora que
interpreta una “especialista en situaciones de crisis”, que todo mundo llama erróneamente
“policía” en una exitosa serie televisiva, Colusión, que todos llaman erróneamente
Colisión. Duda sí firmar para una cuarta temporada. Intuye que su esposo la
esta engañando y no sabe cómo reaccionar a esta situación, aunque considera que
tal vez es normal después de varios años de matrimonio. En el transcurso de la historia,
descubriremos que tiene una aventura con Léonard, sin que le cause demasiados problemas
morales.
Valérie (Nora Hamzawi),
pareja de Léonard es la asistente de un hombre político, David (Nicolas
Bouchaud) convencida de la pureza de las intenciones de su jefe, aun cuando
todos los amigos le explican que todo es pura imagen, puro marketing electoral.
En efecto, esta
sociedad muy convivial tiene la costumbre de reunirse y platicar. En cenas,
comidas, encuentros, entrevistas, cocteles y conferencias, los temas son
siempre los mismos: libro versus tableta, internet versus biblioteca, motivos
del desafecto por el libro, costos de fabricación, precios de venta... Una
paradoja es que en cada departamento donde pasa una escena, las paredes están
cubiertas de libros, sin hablar obviamente de la editorial.
En paralelo se
dan unas relaciones personales por lo general desprovistas de sentimientos, de
empatía. Frases que se repiten: “No tengo opinión”, “esto se puede cuestionar “.
O sea: nadie se compromete, pero todos se sienten capaces de analizar las
intenciones escondidas de todos. ¿Cómo? Porque lo han leído en internet, porque
piensan que todo se puede contradecir, argumentar, que todo puede ser verdad. Han
perdido toda capacidad de relacionarse con los demás, toda autenticidad, hablan
como pericos que repiten frase que escucharon en alguna parte. Han perdido
hasta la capacidad de sentarse alrededor de una mesa para para comer juntos.
Cada uno se lleva su platito a su sillita o su rincón de mesa. Hay una pusilanimidad,
un miedo a acercarse a los demás.
El resultado es
una cinta de un humor muy mordaz que el espectador no sabe bien si tomar al pie
de la letra, reírse, burlarse, o creer en el panorama intelecto-pesimismo sobre
un porvenir sin libros y sin bibliotecas. Curiosamente no se habla de
películas…
Un consuelo:
las bibliotecas seguirán siendo útiles, para la gente sin domicilio fijo,
porque en invierno ofrecen un lugar caliente, y para la gente de la tercera
edad, porque hay una ¨semilloteca¨, lugar donde los viejitos pueden
intercambiar semillas para sus macetas. También se piensa en la instalación de
Book -coffee-machines donde cada usuario podrá imprimirse el libro que esta en
catalogo, en cinco minutos y mas barato que el precio de venta en librería.
Si se toman los
diálogos al pie de la letra, aunados a las entonaciones indiferentes de los actores,
uno puede llegar a considerar esta cinta como una estupidez, interpretada por
pésimos actores. En realidad, es una broma genial, una denunciación de esta
sociedad que se pretende intelectual, lucida y liberada de los viejos
principios e ideas antiguadas, pero que se ha dejado impregnar por los falsos valores,
las falsas verdades; una sociedad incapaz de pensar en forma autónoma, incapaz
de afirmar sus gustos y opiniones, básicamente porque ya no los tiene. Son
títeres repetidores. Lo triste es que muchos están en posiciones de decidores,
lo que afecta el presente y el pasado de una mayoría menos intelectual, más
simple y más autentica.
Los diálogos incesantes
como en una cinta de Rohmer dan a los actores la oportunidad de lucirse. Lo hacen
al nivel de su reputación, en particular Juliette Binoche, en un a interesante mise
en abyme de su situación de actriz, pero hay que recalcar Vincent Macaigne
cuyo aparente despiste depresivo no impide una capacidad de respuesta y de ironía
notable. Nora Hamzawi le da al personaje de Valérie una credibilidad extraordinaria
por ser la única autentica en todo este circulo de intelectuales parisinos caricaturescos.
Su trabajo la mantiene a nivel de realidad cotidiana y conflictos sociales de
supervivencia. Logra seguir siendo simpática aun cuando carece de compasión para
su pobre Léonard rechazado por su editor.
La película parece
sencilla, pero, en un estilo Woody Allen, la cámara sabe desplazarse en
espacios por lo general cerrados: departamentos, restaurantes, mostrando sin aparentarlo
las relaciones de poder, de falsas superioridades, pretenciosas y vacías.
El titulo es
una pantalla para disimular es verdadero tema: la adaptación o resistencia a la
evolución de la cultura y de las relaciones humanas. Las dobles vidas
sentimentales son simplemente un truco para llevar a lo que estos personajes
tienen que expresar: el conflicto entre una cultura tradicional, elegante y elevada:
Racine, Mallarmé, Bergman, y una cultura pop: Netflix, Facebook, marketing,
segmentos de consumidores y de productos, algoritmos y blogs.
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