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Película de culto, que sigue siendo citada a pesar de su aparente falta de
actualidad. Es parte de la cultura, por sus actores, por algunas frases, por su
historia. Una cinta imprescindible, para ver y volver a ver.
Ficha IMDb
Años
post-Vietnam, cuando todavía no había entrado en las costumbres hablar de
stress post traumático.Un hombre joven, exmarine, vuelve a Nueva York después
de la guerra de Vietnam. Travis Bickle
(Robert De Niro) vive solo, no puede dormir en las noches por lo que decide
buscarse un trabajo nocturno. Es honesto, dedicado, no toma, no se droga, no
sustrae dinero de la caja, es cortes con los clientes, no agrede a los demás
conductores, se lleva bien con sus compañeros. Cuando acaba su tiempo, va al
cine, a ver películas porno porque son las únicas que conoce.
Pero Travis
tiene su lado romántico. Primero porque lleva su diario, que nos lee en voz off.
Y porque se enamora a primera vista de una mujer que para él es un ángel. Betsy
(Cybill Shepherd) es rubia, trabaja en la oficina de propaganda de Charles
Palantine (Leonard Harris) senador candidato a la presidencia de la republica. Es,
como las heroínas de Hitchock, fría e inaccesible. El taxista la observa desde
afuera mientras trabaja y coquetea un poco con su colega Tom (Albert Brook) hasta
que decide lanzarse y presentarse como voluntario, a pesar de no saber nada del
programa del candidato.
Las tentativas
de seducción no funcionan, el hostigamiento tampoco. La ira empieza a invadir
al que no logra ser un héroe. Travis se enfoca entonces a ser una mejor versión
de sí mismo. Como lo hará años después Lester Burnham de American Beauty (Sam Mendes - 1999) , se
dedica a construirse un cuerpo fuerte, a organizar su vida, a disciplinarse.
Convencido qué hay que limpiar la ciudad y la sociedad de toda la corrupción y
la delincuencia, monta un pequeño arsenal. Su apariencia cambia:cuerpo, cara y peinado.
El encuentro
fortuito con la joven prostituta Iris (Jodie Foster) de 12 años y su proxeneta,
Matthew “Sport” Higgins (Harvey Keitel) lo lanza sobre una pista concreta de
mejoramiento de la sociedad: salvarla y devolverla a sus padres y una vida normal
de adolescente. Pero, por un lado, ella no está muy convencida y, por otro
lado, el intento de salvación acaba en un baño de sangre. Sin embargo, Travis es
aclamado por su acto heroico. Hasta Betsy lo admira.
Taxi Driver es, antes que todo, una película
de ambiente: la gran ciudad de noche. Sus luces, sus ruidos, su animación, sus
actividades paralelas. La precisión de Scorsese es fascinante en sus encuadres,
sus ritmos, la alternancia entre el mundo interior de Travis y el mundo
exterior a él. Si De Niro no está todo el tiempo en pantalla, está en todas las
escenas. La historia es la de él y nadie más. Es su mundo, sus sentimientos,
sueños, decisiones, lo que se nos impone. Para el espectador no hay modo de
escapar, como para Travis no hay modo de escapar de sus obsesiones. Pocas veces
se ha logrado este nivel de presencia, casi de imposición de un personaje. Como
trata de imponerse a los personajes femeninos, observándolos, hostigándolos,
siguiéndolos, imponiéndoles sus voluntades, Travis nos obliga a seguir,
fascinados, el desarrollo de sus pensamientos.
Hay muchos
juegos con los espejos, reflejos, visión enmarcada y fragmentada con solamente
una parte de la pantalla enfocada, dando la impresión de que solo una pequeña
porción de la percepción, nuestra o del personaje puede ser clara. La visión del
mundo es no solo limitada, sino distorsionada. Pero también se pueden ver
varias cosas al mismo tiempo, percibir en forma periférica, mezclar o
confundir.
Los colores de
la vida nocturna son un caleidoscopio cegador por su intensidad y su abundancia,
pero pueden fundirse, transformarse en líneas zigzagueantes que hipnotizan. La
luz cambia totalmente las caras, se vuelven rojas, verdes, irreales. Una oposición
básica entre colores es la del amarillo contra el rojo: el amarillo es el color
del taxi neoyorquino, del lápiz de Betsy al servicio del candidato, del escudo
sobre la chaqueta de Travis; es el color del trabajo, del bien, del optimismo y
como tal lucha contra el rojo: semáforos, neones de anuncios, excitación, perturbación,
el mal. El taxi amarillo es la imagen móvil del progreso posible gracias al
trabajo. Este taxi, extensión del cuarto de Travis, es su forma de ganarse, y bien,
la vida, de establecer un contacto con la gente, de desplazarse y conocer,
entender, la ciudad. Es también una suerte de confesional que le permite
adentrarse en lo que normalmente se esconde: la violencia, el sexo, la basura,
la suciedad, lo que él se siente destinado a limpiar.
Encima de todo,
la música de Bernard Herrmann, una maravilla de jazz soul, nostálgica y obsesiva,
frenética, pegajosa y angustiante recuerda a Ascenseur pour l´échafaud (Louis
Malle-1958) además de asociarse a una deambulación sin fin en la ciudad. En la
película de Malle, Miles Davis acompañaba a Jeanne Moreau en la búsqueda de su amante.
Qué decir de la
interpretación de Robert de Niro. Además de sorprender con su juventud de entonces:
tenía apenas 33 años, se nota el dominio de su arte, siguiendo las reglas del
Actor´s Studio: una toma de posesión integral del personaje, para la cual
trabajó durante un mes como taxista en Nueva York.
Una de las
características de Travis es su forma de repetir sus frases y actitudes, de
estar todo el tiempo ensayando para su actuación en el mundo de afuera. Repite,
busca sus palabras, busca actitudes, gestos, movimientos, los más adecuados
para el momento clave en que tendrá que producirse, mostrarse en publicó. Cómo
agarrar las armas para verse profesional y eficiente. Habla con preguntas
retoricas, monólogos, que son como ecos a la lectura de su diario. Travis es un
actor. Como se siente fuera de lugar en el mundo de la gente ¨normal, tiene que
pasar más tiempo en preparar sus apariciones que en vivirlas en la realidad. Por
eso la importancia de su cuarto, de lo que tiene dentro. Su cuarto es la
manifestación exacta de su integración al mundo. Encerrado ahí se entrena de
forma sistemática: aumenta progresivamente el número de lagartijas, de sentadillas.
organiza para sí mismo un entrenamiento militar en el cuál es el entrenador y
entrenado. Ahí también pasa del otro lado del espejo. Su personaje toma posesión
de él. En la famosa escena de “¿Me hablas a mi?”, quien habla es el reflejo en
el espejo quien cuestiona a Travis . Este ya pasó bajo el dominio del héroe que
inventó.
Como es ahora
tiempo de acciones prácticas y ya no de ensoñaciones alrededor de un personaje
femenino, como ya no es contacto con la ciudad sino encerramiento, ya no hay música.
El silencio alrededor de la preparación es ensordecedor, genera miedo para el
espectador que intuye que todo esto se está yendo mas allá de los límites de lo
razonable, que el personaje se esta volviendo peligroso.
En el momento
en que pasa a la acción, Travis cede a la la verborrea que ha escuchado en dos personajes
secundarios, pero que han sido como guías sobre su camino: el cliente (Martin Scorsese)
que se hizo llevar al edificio donde su esposa lo engaña. Esta decidido a
matarla y lleva a cabo una extraña confesión hechas de preguntas retoricas, de
repeticiones, en un delirio obsesivo que crea imágenes de una violencia
insostenible. Esas ideas llevan a Travis a un segundo personaje hablador: Andy ,
el vendedor de armas (Steven Prince), en una escena
que podría no terminarse nunca, como las mercancías no se le acaban nunca a
este hombre que vende de todo. Travis no habla, simple mente mira y acepta
mercancías, empezando por la Mágnum que mencionó el esposo celoso. No tiene nada que decir primero porque lo que
le interesa es actuar. Además, el vendedor
literalmente no existe para él. Es
simplemente una herramienta, el medio para conseguirlo que busca.
La preparación sigue
con mucho cuidado con la vestimenta y las armas. Hay que recordar que Travis ha
estado en Vietnam. por lo tanto, tiene conocimientos militares. Las botas con
puñal, la pistola escondida en la manga, el peinado estilo mohawk…El cuarto es
a la vez la sala de ensayos y el camerino. Las luces de la ciudad que cambian
la percepción de la realidad, las caras de los vivos y la apariencia de los
objetos son como los reflectores en el teatro. Todo en la vida es espectáculo.
El día es la preparación, la noche es el momento de la representación. Las
acciones, las intervenciones de Travis en el mundo diurno fracasan: el
acercamiento a Betsy, la vigilancia en la manifestación del candidato, el
intento de matarlo. Nada funciona. Sin embargo, la intervención nocturna en el
mini super para impedir un asalto, la intervención en el hotel de paso donde
vive y trabaja Iris, y el asesinato de Sport son exitosos, y mucho más: Iris será
liberada y devuelta a sus padres, Sport dejará de explotar a las chicas.
El
hiperrealismo de la fotografía recuerda los pintores de la realidad americana: Travis
y sus colegas taxistas en la cafetería nocturna son como Nighthawks, Silbers
Pharmacy, The Usherette de Edward Hopper. La vida de Travis, segmentada,
como su horario, como la separación entre día y noche que para él no existe, ya
que no puede dormir. El mismo principio de fragmentación rige en la visión que
nos ofrece Scorsese de la vida de centenares de personajes anónimos, detrás de
un vidrio, cruzando la calle.
Los créditos
finales funcionan como un resumen del ambiente, Los colores, de la ciudad, de las
calles, de los coches se yuxtaponen como en un collage que deslumbra. Es todo
lo que ve Travis al mismo tiempo, por las ventanas, por los espejos. La música
entrega toda la nostalgia y se acaba casi como un final de opera, con un tambor
de victoria: Travis logró lo que quería. Él es ahora el objeto del deseo de Betsy.
Y es un héroe popular ya que logró limpiar un poco la ciudad de su basura, lo
que los políticos no hacen.
Todo eso si
Travis ha sobrevivido a sus heridas. Lo que sigue la salida del edificio ensangrentado:
artículos de periódico en el cuarto de Travis, carta del padre de Iris, que se
parece demasiado a la que Travis escribió a sus padres, regreso al trabajo
nocturno, encuentro con Betsy, a quien le “perdona” el precio del trayecto,
todo eso bien podría ser el sueño, o el último delirio esquizofrénico del herido
comatoso. Cuando el reflejo de Travis desaparece del espejo de su taxi, y cuando
las luces de la ciudad invaden el vehículo, cuando un pequeño ruido extraño se
sobrepone a la música, podría bien ser que el héroe popular se está muriendo.
De esta forma,
hasta el final, Scorsese nos deja frente a un antihéroe mucho más complicado,
mucho más perturbado y perturbador que un simple fanático de limpieza social.
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