La originalidad de esta cinta reside no
solamente en el tema del conflicto entre los sueños de un adolescente y las
obligaciones hacia su tradición. Tiene honestidad intelectual, se aleja del
melodrama fácil, tiene buenos actores. Y la fotografía es hermosa sin caer en
lo simplemente pintoresco. Una obra prima que merece ser vista y recomendada.
Ficha IMDb
Nieri (Luciano Bautista) es un adolescente normal, cuya
actividad favorita es cantar en la banda de música pop que formó con sus amigos
del pueblo. Quieren ir a la Ciudad de México a presentarse. Como pasaría en
cualquier familia con padres un poco antiguados, esto causa ciertos desacuerdos.
Pero la cosa se complica porque Nieri es huichol, y, además, su padre (Antonio Parra)
es chamán, lo que llaman en el idioma de los huicholes "mara’akame", y espera que
su hijo tome la sucesión del oficio.
El papel de un chamán es, entre otras cosas, mantener
el contacto con la naturaleza y la cinta nos lleva con Nieri, su padre y los
compañeros de este a zonas de San Luis Potosi, Real del Catorce, Mezquitic, para
seguirlos en sus actividades.
El padre de Nieri, muy conservador, es sin embargo
abierto a lo que los demás pueden pensar de su propia cultura. Sabiendo que su
hijo quiere ir a la ciudad, lo lleva con él, a vender artesanías, dar consultas
de sanación en una zona popular y a presidir una velada para hípsters,
seguramente bien pagada. Pero, al buscar sus amigos músicos, Nieri es atacado
por unos skaters en el centro de la Ciudad. Cuando la urbe se vuelve hostil,
acaba topándose con un mundo underground, donde la cultura huichol es lo último
de moda en la música. Después del concierto, termina solo, vagando en
duermevela en unos pasillos vacíos de la línea 8 del metro que son como un
laberinto poblado de pinturas, donde la realidad del joven se vuelve el sueño
del mara’akame : cuando y donde menos se esperaba, kilómetros lejos de su tierra,
Nieri tiene la revelación de quien debe ser.
El sueño del titulo es al mismo tiempo el sueño de un
adolescente normal que quiere ser músico, hacer algo son sus amigos, llegar a
la capital. Pero también son los sueños que tiene un chaman en sus viajes inducidos
por el peyote, en los cuales comunica con una realidad superior. Tener ciertos
sueños al dormir significa que uno ha nacido para ser mara’akame. Para Nieri,
se manifiestan en forma de venado. Un venado azul que lo seguirá en sus sueños
despiertos de la noche en el metro de la Ciudad de México,
La cinta de Ceccheti tiene la honestidad de presentar
la cultura huichol, o wixárika, como una cultura viva, que está evolucionando
al contacto del mundo moderno, sean la televisión, la música de moda, los
programas escolares, las curiosidades de los citadinos. No se trata de
presentarlos como una sociedad en conserva, aislada de la “modernidad”, con ropajes
tradicionales y viviendo de sus bordados y artesanías de chaquira.
Las imágenes de Iván Hernández y Jessica Villamil logran
un acercamiento a la naturaleza, a las practicas de la vida cotidiana y de la
vida espiritual. Nada de melodrama, nada de compasión exagerada. Una visión abierta,
paciente, que busca mostrar lo hermoso y lo feo, lo solidario y lo egoísta, lo ridículo
y lo hermoso. Sin más. Sencillamente. Naturalmente. No hay nada intelectual en
la cinta, ninguna pretensión a una revelación espiritual tipo Carlos Castaneda
o Antonin Artaud. Se trata de personas que viven su realidad en el día a día,
con las amenazas de la instalación de una mina que va a invadir sus grutas
secretas, con la utilización newage de los ricos de la ciudad que quieren darse
lujos espirituales mezclando ritos y músicas de diversas culturas y usando el
pretexto para consumir alguno que otro alucinógeno.
Si la cinta se puede considerar como etnográfica u indigenista
al presentar lo que queda de una cultura tal vez en vía de desaparecer, va
mucho mas allá, al ser la historia de un joven, de la revelación de una vocación,
que fue impuesta pero ahora se acepta. Es también la constatación de que el
mundo capitalista, individuos o grandes compañías multinacionales, aprovechan
los bienes espirituales, materiales, naturales que tienen los pueblos no urbanos.
Todo se ve contaminado por el dinero, se explota todo: las minas, las artes, la
música de los jóvenes para conciertos organizados en la ciudad, la
espiritualidad para veladas seudo intelectuales. Todo esta monetizado.
Lo sorprendente, y la gran lección de la cinta, es la
sabiduría del padre, que acepta ceder un poco de su cultura porque sabe que es inevitable,
y que finalmente eso le permite salvar su alma y la de su pueblo.La lección es también
para los jóvenes: uno puede serle fiel a su tradición y mezclarse con la modernidad
citadina.
El trabajo de Cecchetti se basa en prolongados
encuentros con los huicholes, aceptado entre ellos, llevado a ceremonias,
introducido a la cultura y las practicas por un chamán, Antonio Haka Temai Parra,
que interpreta el papel del padre. Ningún actor es profesional y sin embargo
hacen un trabajo estupendo.
La cinta recibió el Ariel a Mejor Opera Prima
y a Mejor Música Original en 2016. También ganó el Ojo a Primer o
Segundo largometraje mexicano en el Festival Internacional de Cine de
Morelia en 2016. Es una lastima que se haya tardado tanto en estrenarse en
salas comerciales .
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