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Siguiendo con las aventuras del héroe solitario,
esta tercera entrega llega a un nivel casi perfecto de claridad en sus
intenciones y su realización. Si las escenas de combates siguen muy numerosas y
largas, se ven mucho mas claramente las referencias a diversas fuentes de
inspiración.
Ficha IMDb
Esta tercera parte sigue inmediatamente a la segunda,
al final de la cual John Wick (Keanu Reeves) quedó desterrado y una muy alta
recompensa ofrecida por la High Table a quien sabrá encontrarlo y
eliminarlo ya que cometió el crimen de crímenes, matar dentro del asilo que
constituye el Hotel Continental en Nueva York. Al “excomunicado” se le dio una
hora de suspensión, una hora para cuidar sus heridas, esconderse, organizarse,
antes de que todos los asesinos y mercenarios del mundo se lancen atrás de él. Catorce
millones de dólares no es una pequeña suma y pocos serán los amigos que se arriesguen
a desafiar a la organización mundial.
Después de recuperar en la Biblioteca Publica un crucifijo
y un medallón, Wick acude a un concentrado de Rusia dirigido por una directora
(Angelica Huston) quien a cambio del crucifijo y de un sacrificio físico del
ex Baba Yaga, le facilita un viaje a Marruecos. En Casablanca, la directora del
Hotel Continental, Sofia (Halle Berry). El medallón otra vez abre las puertas
para que lo lleven a Elder, el Anciano, (Saïd Taghmaoui), alto miembro de la Hight
Table, para que acepte renunciar a la recompensa. Este acepta a condición
de que John se comprometa a asesinar a Winston (Ian McShane), director de
Continental de Nueva York y siga trabajando toda su vida para la asociación criminal.
Como es para John la única forma de recuperar el recuerdo de su esposa muerta,
acepta cortando su dedo anular, otro sacrificio físico, y entregando su anillo de
matrimonio.
Mientras la “adjudicadora” de la High Table (Asia
Kate Dillon) organiza su trabajo en Nueva York, castigando los que ayudaron a
Wick, en particular el pacifico Rey de Bowery (Laurence Fishburne), amante de
las palomas. El asesino contratado por la Adjudicadora es Zero (Mark Dacascos),
admirador de John y asistido de algunos ayudantes.
El combate final será en el templo – refugio, el
Hotel Continental, donde el perro de John sigue esperando a su dueño, cuidado por
Caronte (Lance Reddick) el recepcionista, mientras Winston, a quien Wick se
niega a matar, se refugia con un buen scotsch y música clásica en su oficina. Después
de muchas muertes, la Adjudicadora y el director negocian. Al favorecer la desaparición
de Wick, Winston recupera la “consagración” de su establecimiento mientras John
se reúne con el Rey Bowery y se ponen de acuerdo para luchar contra la Mesa
Alta.
Desde el titulo, queda claro que la cinta está plagada
de referencias: la frase latina “Si vis pacem, para bellum”, “Si quieres la
paz, prepara la guerra “, digna de Maquiavelo, dio también su nombre a un
cartucho de 9mm, usado desde el principio del siglo y que sigue siendo el
calibro mas usado para pistolas y carabinas, por la ONU, los ejércitos europeos
y estadounidenses, las policías. Es garantía de eficiencia letal. Así, el arte
de la guerra, de la Antigüedad hasta hoy, es el marco en el cual se va a
inscribir la trayectoria de John Wick.
Matar es el único objetivo, lo que cambia son los métodos.
y, para eso, John Wick es ejemplar: todo puede servirle de arma. Desde que
vimos a Anne Parrillaud (Nikita – Luc Besson – 1990) inmovilizar a un policía con un lápiz, sabemos
que cualquier objeto de la vida diaria puede volverse hostil: John maneja con
la misma pericia libros, armas blancas, armas de fuego, caballos. El tipo de
arma delimita secuencias que son el desarrollo, en sentido casi literario, de
un tema: cómo aprovechar al máximo el arma del momento. Es absolutamente espectacular
de eficiencia, de rapidez y de inventiva. El uso del caballo como arma es una
proeza de imaginación, de eficacia y de adiestramiento. Wick en ningún momento monta
el animal. Lo maneja, lo mueve, lo usa.
Esta estructura de repetición de segmentos sigue con
los encuentros en la huida de Wick. Un primer encuentro es el de la “Directora”
rusa en un mundo muy identificable por sus estereotipos: danza clásica, que
disimula probablemente una red de pornografía juvenil, y mafiosos tatuados. La “Directora”
como una verdadera bruja, la Baba Yaga del folklor ruso, administra con mano de
hierro su reino y exige como pago un sacrificio de sangre: el tatuaje con el
crucifijo. El segundo encuentro tiene lugar en otro espacio lleno de misterios:
Marruecos, con una mujer acompañada por dos sanguinarios perros adiestrados,
referencia opuesta al pacifico perro amado de Wick. Sofía introduce a una zona
de luz cegadora, contrario del mundo oscuro del teatro Tarkovski, pero cuyas reglas
son misteriosas para Wick. Ahí tiene que hacer un segundo sacrificio físico:
cortarse un dedo. Cada vez que quiere pasar a la siguiente etapa, debe pagar
con una parte de su cuerpo. Está en un camino de iniciación, y, como en los
cuentos, debe de haber tres etapas, la tercera será en Nueva York, en el Hotel Continental,
cuya entrada es custodiada por Caronte, guardián de los Infiernos Antiguos, acompañado
del perro Cerberus.
Las aventuras de John Wick siguen la estructura clásica
del cuento: el héroe esta en busca de algo: el recuerdo de su mujer muerta,
encarnado en el perro que ella le dejó; el héroe tiene que cumplir con ciertas
hazañas, pagar cada etapa; el héroe tiene enemigos y ayudantes. En general se
gana un ayudante al ayudarlo o al darle algo. Los lugares constituyen mundos
separados, muy alejados entre sí, cada uno con una identidad bien definida:
Nueva York de noche, un rincón de Rusia, Marruecos y los hombres del desierto, el
Hotel Continental. Cada lugar tiene sus reglas y algunos tienen un poder religioso,
funcionando como Santuarios de protección. Y los segmentos de estructura similar
se repiten, por lo general tres veces antes de llegar a la victoria final. Eso es
la trama narrativa, frágil en la cinta que da mucho mas tiempo a las escenas de
lucha y a la cual el espectador no presta mucha atención, fascinado por una coreografía
implacable.
Cada lugar revela una profundidad inesperada: entrar
al teatro Tarkovsky es adentrarse a un mundo que se expande en capas, casi como
los círculos del infierno. Recordemos El primer circulo, novela de Alexandr
Solzhenitzyn que describía las entrañas abominables del mundo policiaco, judicial,
carcelario y político de la Unión Soviética. El hotel Continental de Casablanca
lleva a las arenas y las amplias tiendas de los Señores del Desierto. El Continental
de Nueva York se transforma durante el asalto final, revelando cuartos subterráneos,
galerías de espejos que se transforman en un laberinto digno también de los infiernos.
Los salones barrocos y refinados que conocíamos de las primeras entregas
desaparecen para dar espacio a cuartos fríos, de metal y vidrio, cuartos de
muerte.
Los guiños espaciales abundan: un Nueva York nocturno
y húmedo entre Taxi Driver y Blade Runner, unas oficinas de High
Table, que parecen salir de El proceso de Orson Welles (1962), o
Kafka de Soderbergh (1991), mezclado con La Cité des enfants perdus de
Caro y Jeunet (1993), una azotea con palomas digna de Ghost Dog :The Way of the Samurai ( Jim Jarmush – 1999).
En medio de esto, John Wick mantiene una apariencia
imperturbable, que se podría calificar de inexpresiva. No sonríe, casi no
habla. Al mismo tiempo, este traje que no se mueve ni se arruga a pesar de tanto
movimiento, ese peinado que no cambia, son un homenaje a los héroes clásicos del
cine hollywoodense u europeo de los años 40 o 50, cuando todavía no estaba permitido
a un actor aparecer sin corbata o con un pelito fuera de lugar. ¡Pero sus peleas eran menos acrobáticas!
Huyendo siempre hacia adelante, siempre en
movimiento, John nunca se desprende de su traje negro, entre agente del FBI y
eterno viudo. Camisa y corbata negra, pelo negro, es abiertamente un hombre de
las tinieblas, un alma sombría. De forma extraña, su falta de empatía gana la simpatía
del espectador.
Se presentó, desde el principio de la primera cinta,
como el hombre solitario, que se retrae de la sociedad de los humanos. Pertenece
a una línea de combatientes silenciosos, samuráis, vaqueros, que nos viene de
Melville (Le samourai - 1967), John Ford, Sergio Leone (Hasta que llegó su hora – 1968), el mismo Ghost Dog, hasta The American (Anton
Corbijn- 2010), interpretados por actores fuertes, de Alain Delon a George
Clooney, pasando por John Wayne, Clint Eastwood o Forest Whitacker.
Como varios de esos personajes, John Wick tiene como único
amigo a un animal. Su perro es por quien él hace todo lo que hace ya que el
animal es el único lazo que lo une todavía a su esposa muerta, como un regalo
que ella le mandó desde más allá de la muerte. John Wick es un personaje marcado
por la muerte, por su vida anterior de asesino, por su situación de viudo, por su
misión de venganza inagotable en la cual lo metieron muy a pesar suyo. Es todo
eso lo que expresa su traje negro. En realidad, John Wick es un muerto en vida.
Esta característica hace de él un personaje sumamente romántico, lo que puede
parecer paradójico viendo su energía mortífera. Tal vez sea este noir, esta
melancolía, lo que lo hacen atractivo. tal vez tengamos todos ganas de
consolarlo y devolverle una sonrisa. Mas distancia mantiene, mas frialdad, y más
esperanza de salvarlo de su desgracia.
La estilización, la violencia extrema y sofisticada,
el humor que desactiva el miedo, la música que acentúa el suspenso o provoca la
risa, transforman en espectáculo el baile con la muerte de un ser ya perdido
para la sociedad de los hombres.
La tercera entrega de las aventuras de John Wick es mucho
más que una decena de escenas de peleas.
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