Una cinta con efectos de espejos, una cinta
de aceptación de lo pasado, y de que los sufrimientos y los errores pueden ser
una fuerza, que la creatividad es autobiografía y ficción, que la vida da
sorpresas, quita mucho y regala mucho. Con un ambiente “Almodóvar” apaciguado,
menos en los colores, y unos actores estupendos.
Ficha IMDb
Un pobre hombre solitario, abandonado a sus dolores
físicos y sufrimientos psicológicos se va acercando lenta y dócilmente a su
muerte. Este hombre ha sido el famoso director de cine Salvador Mallo (Antonio
Banderas). De su juventud le quedan mucho dinero, obras de arte, ropa y
departamento de colores chillantes. Ya no tiene amigos, ya no trabaja, ya no
tiene ideas para nada, salvo contar y machucar sus pastillas. La costura que le
recorre la espalda es la marca corporal de lo que fue su vida personal, de los
que será su próxima película, de lo que es la película que cuenta todo: un patchwork,
un gran bordado hecho pedazo a pedazo, cuya vista completa se revelará
solamente una vez terminado.
A raíz de un encuentro fortuito en un café con una
amiga de antes, Zulema (Cecilia Roth) Salvador reanuda con el actor principal
de lo que fue su gran película, Sabor, que él mismo no valoró mucho en
aquel momento principalmente porque no le gustó el trabajo de este intérprete. Alberto
Crespo (Ansier Etxeandia), vive ahora retirado del cine, pero no completamente
de la actuación. Introduce, o reintroduce a Salvador al consumo del “caballo”,
o sea la heroína, y, como en una asociación libre psicoanalítica, lo lleva a la
palabra “adicción”.
Los diversos significados de la palabra se revelan
entonces como los ejes de los recuerdos de Salvador, de la nueva vida de
Salvador, de la cinta de Almodóvar, y de la cinta que Salvador logrará realizar
que es, tal vez, la de Almodovar.
Adiccion es el titulo de un texto, en forma de monologo
teatral que Salvador escribió años atrás durante su relación con Federico Delgado
(Leonardo Sbaraglia) a quien no pudo salvar de las drogas. Este monologo es
llevado a escena por Alberto, en presencia de Federico de paso por Madrid,
ahora que vive en Argentina, su país de origen, casado con una mujer y padre de
una niña, Por Alberto, Federico vuelve a contactar a Salvador. Los sentimientos
mutuos, el recuerdo del amor, de los sufrimientos que ese amor provocó,
devuelven literalmente la vida al deprimido Salvador, ahora salvado, quien
decide dejar las drogas de Alberto y dedicarse a recuperar su salud, con el
apoyo de su fiel asistente Mercedes (Nora Navas).
Deja la adicción destructiva de las drogas para
volver a una adicción mas productiva: la creación. Los recuerdos fragmentados
de su niñez con su madre (Penelope Cruz) se ven actualizados por los recuerdos
cercanos de los últimos meses de vida de esta (Julieta Serrano), cerca de él en
Madrid. Los recuerdos inocentes del albañil y pintor Eduardo (César Vicente) a
quien el niño Salvador (Asier Flores) le enseño a leer y escribir, se precisan
en la revelación del deseo deslumbrante y se actualizan en un dibujo que Eduardo
había hacho de él.
El humor no falta en la cinta, sobre todo al
principio con las animaciones que presentan y explican los dolores, de espalda,
de músculos, de estomago, de cabeza, en un tono capaz de desanimar a
cualquiera. La nueva relación cómplice que se construye entre Salvador y
Antonio, dominada por los malos recuerdos, el alcohol y la heroína, oscila
entre el desafío, la admiración, el desprecio, el apoyo mutual y la traición,
pero culmina en un juego con la celebridad y la imagen. Juntos se burlan de
todo y todos. Sobre todo, de la Cineteca de Madrid que organizó una proyección
de una versión restaurada de Sabor, un homenaje a ellos dos, que saben
que son ahora la sombra deshecha de los maravillosos artistas que se creyó y
ellos creyeron que eran entonces.
La música compuesta por Alberto Iglesias, fiel
compañero de trabajo de Almodóvar, para sexteto de cuerdas con piano y clarinete,
sigue una organización clásica, que subraya el tono de cada línea de inspiración:
el pasado de lo recuerdos luminosos, el presente doloroso y solitario, el
pasado reciente de la recobrada cercanía entre madre e hijo. Como siempre en
las películas de Almodóvar, es acompañada de canciones populares, éxitos en su época,
o piezas que evocan momentos cargados de emoción, como La noche de mi amor de
Chavela Vargas, llena de implícitos.
Para Antonio Banderas, es un regreso sobre
nuevas bases. Si bien es cierto que fue uno de los actores preferidos de Almodóvar,
lo fue cuando era joven, seductor, lleno de salud y de picardía. Vuelve después
de años sin verlo y es totalmente transformado. Lleva la película sobre sus
espaldas con una actuación contenida, digna, reservada, a la que no nos había
acostumbrado. Es como una resurreccion en forma madura , una reconsideración de lo que fue y ya no es. Y sin embargo, una
potente seducción se desprende de él en la escena de reencuentro con su gran
amor de juventud: volver a ver, volver a seducir, volver a amar; pero aceptar
que la vida y las circunstancias del otro han cambiado, que ahora ya no se
puede dejarse llevar por el puro deseo.
Hay que actuar con madurez.
La filmografía de Almodóvar ha sido sembrada
de referencias autobiográficas: La ley del deseo (1987), La mala educación (2004), daban pistas sobre lo que fue la niñez y la adolescencia
de un pequeño español de la Mancha. Dolor y gloria retoma unos pedazos,
los teje junto con otros en forma más explicita y pone como un punto
final, que desemboca en la respuesta ultima: el rodaje de una película. Porque
eso es lo que la vida personal e intima ha producido, porque el niño debía ser
un director de cine.
Lejos de las estridencias provocativas de
casi todas las películas de Almodóvar, se llega a una paz, una nostalgia
creativa, una serenidad de aceptación que el presente este hecho de todas las
capas del pasado, aun dolorosas. No puede haber gloria sin dolores.
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