Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Wednesday, December 30, 2020

Testimony: The Story of Shostakovitch (Tony Palmer, 1988) – 8.5/10



Angustiosa película adaptada de las presuntas memorias de Shostakovitch, impregnadas de la presencia obsesiva de Stalin. Con una interpretación muy nerviosa de Ben Kingsley. 

Ficha IMDb

Todo empieza por el final : Dimitri Shostakovitch (Ben Kingsley) narra en voz off y desde el más allá lo que fue su vida durante los años del estalinismo. Escenas de su vida van a alternar con pasajes oníricos. Un ambiente expresionista impregna un relato a veces laberíntico que recuerda a veces al Proceso de Orson Welles (1962). La fotografía en blanco y negro de Nic Knowland refuerza la sensación de hostigamiento sufrido por el músico a lo largo de años de un régimen socialista que se fue transformando en la dictadura de uno solo. La personalidad enorme, opresora de Stalin (Terence Rigby ) es vivida por el músico como una presencia antagónica permanente, una amenaza sobre su arte, su inspiración, sobre su vida. Un ser omnipotente y omnipresente, que lo sabe todo de todos, que ve hasta el fondo de los pensamientos de cada uno, que utiliza todos los recursos del aparato de estado para favorecer a sus preferidos y eliminar a los que no le dan satisfacción. Shostakovitch se pasó la vida haciendo acrobacias para mantenerse en la cuerda floja en un ambiente político y artístico que podía cambiar de la noche a la mañana según las voluntades del ”Padre de los pueblos”,  ídolo venerado por su pueblo. 

En los episodios recordados por el músico pasan sus hijos Maxim (Mark Asquith) y Galya (Magdalen Asquith), niña curiosa de todo a quien su padre da la clave de varias de sus composiciones, su esposa Nina (Sherry Baines). Grandes músicos contemporáneos como Khachaturian (William Squire), Meyerhold (Robert Stephens) tienen que doblegarse ante las exigencias, las criticas, las humillaciones de un Andrei Zhdanov (John Shrapnel), comisario de la cultura soviética, padre del realismo socialista), el brazo artístico de Stalin, quien pretende que “el pueblo es quien debe decidir cuál es la buena música.”

Una gira en Estados Unidos en 1949 para la Conferencia Cutural y Científica para la Paz es un momento fundamental para entender el peso del poder estalinista cuando la delegación artística soviética tiene que sostener una visión ideal del sistema, frente a las preguntas de los periodistas en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York, con un H. G. Wells (Brook Williams) particularmente incisivo, que no puede entender bajo qué amenazas viajan, viven los artistas del otro lado de la Cortina de Hierro. 

Tony Palmer logra expresar una visión totalmente subjetiva, el mundo interior lleno de miedos que se expresa en el libro de Volkov, biografía probablemente falsa, inventada por el periodista y musicólogo que pretendía juntar entrevistas en su libro Testimony publicado en 1979 que Shostakovitch probablemente nunca leyó ni autorizó, y que el gobierno soviético prohibió.  

Ben Kingsley interpreta un Shostakovich habitado por el miedo, el nerviosismo, siempre a la defensiva, viviendo un desgaste emocional al cual trata de escapar con composiciones sutiles, que a veces tiene que esconder, y dará a conocer después de la muerte del dictador. Su obra, rica de 15 sinfonías, 15 cuartetos de cuerdas , seis conciertos , operas, sonatas, ballets, ciclos vocales, algo de jazz, música para para el teatro y el cine, es la muestra de un talento extraordinario, pero que tuvo que expresarse con sumisión, como tuvieron que hacerlo todos sus compañeros artistas. El compositor se limitaba a decir “Quien tenga oídos para escuchar, que escuche.” y sembraba en sus composiciones dobles sentidos, como en el final de la Quinta Sinfonía que esconde un estremecedor llamado de auxilio bajo una aparente glorificación efusiva del régimen. 

La narración, biográfica u onírica, se ve interrumpida en momentos por intervenciones en colores de la Orquesta Filarmónica de Londres , con Rudolf Barshai a la batuta y con solistas por delante como Felicity Palmer o John Shirley-Quirk.  Inútil montaje que no aporta nada al relato ni al conocimiento del personaje que fue el gran músico y parecen más una ilustración documental, fuera de contexto. Mientras que el uso de fragmentos de noticiarios de la época, con imágenes de las dos guerras que sufrió la Unión Soviética cumple plenamente con el propósito de enmarcar con hechos históricos la vida personal de los artistas del momento.

La película logra transmitir la angustia vivida por el músico, el temblor permanente del genio que tiene que someterse y suscita en el espectador el deseo de saber más y sobre todo de escuchar más.   


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