Un viejo músico llega a un lujoso hotel del Lido para descansar. La belleza de un adolescente trastorna totalmente su vida y todas sus certidumbres, mientras una enfermedad mortal invade lentamente la ciudad. Una reflexión filosófica sobre el arte y la belleza, más que sobre el amor, con la interpretación inolvidable de Dirk Bogarde. Como El Gatopardo, obtuvo La Palma de Oro en Cannes.
Ficha IMDb
Después de una travesía insomne, Gustav von Aschenbach (Dirk Bogarde) llega a Venecia al amanecer. Cansado fisca y mentalmente, el compositor taciturno se pelea con todos antes de llegar al lujoso Grand Hotel des Bains, lleno de familia ricas provenientes de toda Europa para pasar el verano en la playa del Lido.
Solo, y sin deseos de romper esta soledad, Aschenbach se introduce al ritmo y el ritual del hotel. Pero su soberbia se ve perturbada por la visión de un adolescente polaco, Tadzio (Björn Amdresen), único hermano de tres niñas, acompañados por su institutriz francesa (Nora Ricci).Tadzio tiene las ocupaciones de cualquier adolescente en la playa : nadar, jugar con otros chicos, dejarse mimar por la institutriz y platicar un poco con su lejana y hermosa madre, la baronesa Moes (Silvana Mangano). El peso de la constante mirada del hombre mayor le hace voltear la cabeza y entrar a un juego del gato y el ratón, haciéndose cómplice de la emoción obsesiva del artista.
Para Aschenbach, no se trata simplemente de una tentación pedófila, para él que nunca tuvo esta tendencia. Se trata de un cuestionamiento filosófico y humano. Varios flashbacks nos presentan sus debates estéticos con su amigo músico Alfred (Mark Burns). Para Aschenbach, la belleza se alcanza después de mucho trabajo, es una harmonía de equilibrio, de perfección que sólo los intentos y correcciones pueden autorizar. Para Alfred, la belleza es revelada en forma espontánea, por medio de los sentidos. Apolo contra Dionisos. Ideal contra pasiones. La convicción que guió el trabajo y la vida misma de Aschenbach se derrumba al ver a Tadzio. En un instante le es permitido tocar a la hermosura, por el sentido de la vista. Sin preparación, sin intentos laboriosos, sin trabajo. Ahí está. Existe a parte de cualquier reflexión intelectual.
Por otra parte, la contemplación de un cuerpo joven en su traje de baño a rayas, de una cara imberbe, de una cabellera rubia y ondulada, de una flexibilidad natural y sin esfuerzo, le hace tomar conciencia de la vejez de su cuerpo, de sus canas, de la muerte cercana para él. Otros flashbacks y la presencia de fotografías en su cuarto de hotel revelan otro motivo para el abatimiento de Aschenbach. Murió su hija, murió su esposa (Marisa Berenson). Lo rodean los fantasmas, lo esperan. Otro fantasma es el de su carrera de músico. Todo se acabó. Como padre, esposo, artista, su vida ha perdido su sentido, cuando aparece un joven casi anónimo que viene a dar una esperanza de nueva vida al hombre Gustav von Ascenbach. La perturbación es demasiado intensa y el pobre, totalmente rebasado, trata de escapar. Decide volver a su país, pero un error administrativo hace que sus numerosas maletas no toman la dirección correcta. Aschenbach toma el incidente como prueba de la voluntad del destino. Un magnifica sonrisa picara se dibuja en su cara cuando se da cuenta, o decide, que ya no le queda de otra : tiene que volver al hotel y contemplar a Tadzio, cada día hasta el final.
Pero en ese mismo instante, en esta misma sala de espera de la estación ferrocarrilera de Venecia, el destino abre la puerta sobre otra dimensión : un hombre pobre se cae al cielo, se sacude y muere. Inmediatamente los empleados lo sustraen a la vista. Y los indicios se multiplican : se riega las plazas, los pozos, las paredes de la ciudad con desinfectante. Nadie quiere contestar a las peguntas de Aschenbach, se argumenta que el verano, que el siroco… hasta que el director de su banco le explica con muchos detalles geográficos, sociales y económicos sobre los desplazamientos desde Asia, que una epidemia mortal esta llegando. Aschenbach se imagina entonces avisando a la madre de Tadzio, convenciéndola que deben dejar el hotel, que ella le agradece su atención y lo deja tocar el pelo del joven. Pero el breve acercamiento es sólo un sueño despierto.
La intervención “artística” de un barbero (Franco Fabrizi) transforma al viejo Aschenbach a golpe de tinte en el pelo y los bigotes, rojo en las mejillas y los labios. La mascara de falso joven o de verdadero viejo pedófilo, o de músico homosexual como el que canta en la terraza del hotel y asusta a Tadzio, es un ultimo intento de acercarse a la belleza y a la juventud.
Al final del verano, el hotel ya está casi desierto, son las ultimas horas de Tadzio en la playa, las ultimas horas de contemplación para Aschenbach. Un amigo trata de aprovechar en un juego casi erótico sus últimos momentos con el adolescente, bajo la mirada tensa del viejo, incapaz de moverse. La revelación de la sexualidad para Tadzio es al mismo tiempo clímax sensual y muerte para Ascehnbach, que cae retorcido sobre su sillón de playa, una línea de tinte negro escurriendo en su cuello.
De la novela homónima de Thomas Mann, Visconti ha conservado el ritmo lento, lleno de angustia y de admiración. Pero ha cambiado su personaje, de escritor como Mann a músico. El uso repetitivo como en leitmotiv del adagietto de la Quinta Sinfonía de Malher, las semejanzas con ciertos aspectos de la vida profesional y personal del compositor hasta ahora poco apreciado han hecho entender a la película como un momento biográfico del compositor alemán.
El tema de la muerte es anunciado desde el principio de la cinta. El amanecer de un nuevo día, con sus magníficos colores de pintura de Turner o de Monet, es manchado por un humo negro que sale de la chimenea del barco. El enorme baúl de Aschenbach, detalle realista de las condiciones de viaje de los ricos, con su color oscuro, parece el ataúd , listo con sus iniciales, que el músico lleva consigo. Es, además, el extravío del baúl que lo llevará a volver al hotel, donde pasará sus últimos días de vida. El gondolero que impone el trayecto directo al Lido sin pasar por Venecia como le indicó Aschenbach, y pide el pago que este decida, es un siniestro Caronte. El músico se somete a su decisión, de la misma forma que no querrá volver a Múnich sin su ataúd-baúl. Aschenbach ya tuvo un ataque cardiaco en Múnich, tiene otra vez un problema en el hotel. Su muerte al final ha sido anunciada : tres golpes del destino, como los tres golpes del Commandatore de Don Giovanni. Los empleados de la ciudad, que desinfectan las calles son otros emisarios anónimos de la muerte, como el hombre que cae en medio de la indiferencia de los viajeros en la estación.
Frente a Tanatos, Eros se manifiesta con toda su fuerza obsesiva. Visconti la maneja a golpe de zooms hacia adelante y hacia atrás. Adelante para tomar posesión de la belleza deseada, hacia atrás para volver al mundo interno y la disimulación del adulto, y para enmarcarla en el mundo material : mundo invadido por la acumulación barroca de adornos, floreros, plantas, sombreros, plumas. La riqueza desbordante de los objetos recuerda los salones del Gatopardo (Visconti -1963). Los largos travellings son el intento de acercarse, tender la mano para tocar, rozar subrepticiamente.
El ultimo intento de Eros amenazado por Tanatos es el desesperado tratamiento cosmético : Aschenbach se deja maquillar, peinar, pintar. Ya es casi el maquillaje de embalsamador. De la misma forma, las paredes de Venecia están maquilladas con cal, para desinfectar, pero también, metafóricamente, para darle una ilusión de limpieza, de salud. El hombre como la ciudad se ponen una ultima y desesperada mascara para hacer creer a los demás y a si mismos que todavía son jóvenes, hermosos, y en buena salud.
No se puede escapar a la muerte, a la decadencia. Tampoco las sociedades. El mundo de los ricos en su Grand Hotel des Bains, vive sus últimos momentos de goce antes de la Guerra. La Bella Época corre hacia su fin. De la misma forma, Don Fabrizio Salina sabía que su Sicilia aristócrata se estaba acabando y que la generación de Garibaldi en la política, de Tancredi y Angelica en la familia los iban a desplazar y a cambiar todo. La decadencia de la alta sociedad, a la que Visconti pertenecía, siendo su familia una de las más antiguas de Italia, es un tema recurrente en su filmografía. Muerte en Venecia, película intimista y casi muda, se inserta entre dos grandes producciones: La Caida de los dioses (La caduta degli dei – 1969), cuenta el final de las grandes familias industriales de la Ruhr, dominadas y recuperadas por Hitler, pero también podridas por sus propios excesos y perversiones. Luis II de Baviera en Ludwig (1973) vive el final de la nobleza de Baviera, antes que su pequeño estado este absorbido por la gran Alemania. Helmut Berger y su belleza rubia es el instrumento de la caída de los dioses y el rey loco de grandeza y de drama. En Muerte en Venecia, cinta central de esta trilogía alemana, Visconti une el mundo germano de sus personajes y sus músicas con el mundo latino, el suyo, en un lugar de culto, casi folclórico, superficial al mismo tiempo que lleno de melancolía, de colores atenuados por las brumas y la arena negra del Lido, al contrario de los colores llenos de sol de la Sicilia del Gatopardo.
Muerte en Venecia es una película de belleza y de reflexión, de amor y de muerte. Intensamente barroca, compleja y pura.
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