Un suspenso psicológico adaptado de una novela de S. J. Watson, basado sobre la perdida de memoria y el abuso por obsesión amorosa. La narraciones un tanto retorcida y complicada, ero amntiene al espectador en la esperanza que las cosas se van a arreglar para la pobre Nicole Kidman cada vez más escuálida.
Ficha IMDb
Cada mañana, Christine Lucas (Nicole Kidman) despierta desconociendo todo de su vida. Cada mañana, Ben (Colin Firth), le explica de nuevo que es su esposo y que ha perdido la memoria a raíz de un accidente sufrido hace unos veinte años. Cada mañana, el Dr Nash (Mark Strong) llama por teléfono a Christine para recordarle que debe buscar en su armario la cámara en la que grabó la noche anterior el diario de lo que aprendió durante el día sobre su pasado. Y cada mañana, el doctor pasa por ella para llevarla a su consulta. Dependiendo del día, la somete a algún estudio, la lleva a un sitio que podría activar algo en su memoria vacía, o simplemente hablan.
Poco a poco, Christine encuentra pistas y hechos. En sus sueños, gracias a fotos o papeles que Ben le enseña, o que ella le saca a Ben, por información médica o personal que le proporciona el Doctor. En el arduo trabajo de recuperación, lograr restablecer el contacto con la que fuera su amiga íntima, Claire (Anne-Marie Duff), la que, a su vez, le hace revelaciones sobre su pasado: su depresión, la posibilidad de un affaire, su hijo ….
Christine oscila entre el miedo a encontrar la verdad sobre sí misma, la felicidad de ver que hay gente que se preocupa por ella, las dudas sobre su esposo, la tentación de apoyarse demasiado sobre el doctor Nash.
La cinta está bien construida, aunque uno pierde a veces la noción de los tiempos y la cronología, cosa normal considerando el tema.
La repetición, a veces exacta, a veces solo parecida, de algunos momentos de la vida matrimonial de Ben y Christine, el uso del video-diario, recalcan la dificultad del trabajo de recuperación dela memoria perdida. Eso recuerda a Memento (Christopher Nolan -2000), en una versión más suave, mas “femenina” (?) y frágil. Se sienten menos apremiantes el reto y el ritmo.
Como se debe en este tipo de cintas, donde es obligatoria la confrontación final entre víctima y victimario, Ben no es quien dice que es. Es más, Ben no es Ben.
Y Colin Firth se luce al perder los estribos, después de actuar como el esposo afligido, que sigue sacrificándose abnegadamente para la felicidad de su pobre esposa enferma, y si pierde a veces la paciencia, es porque esta tarea es humanamente agotadora. Y él es un hombre con fuerzas limitadas. Y mucho amor.
Nicole Kidman se ve casi fea, sin la elegancia que la caracteriza, atormentada, casi sin fuerzas, centrada sobre sí misma, pasando de la duda, la sospecha, a la revelación del amor y reconocimientos hacia Ben, y la decisión de reconstruir con él la vida y el amor perdidos. Aceptando sus culpas y queriendo obtener su perdón. Llega finalmente a la aniquilación voluntaria, la sumisión completa. ¿Qué más podría pedir un obsesivo controlador?
Qué bueno que están ahí los cuerdos, los que están fuera de la relación, y fuera de la casa (casa aislada en un suburbio del cual no se ve nada), Claire y el Dr Nash. Este sabe al final hacerse a un lado para que Christine, su esposo y su hijo (que no estaba muerto) tengan un lacrimoso encuentro y reconciliación en el hospital.
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