Una linda comedia familiar y provinciana, con mucha música, bastante humor y algo de irreverencia. Hermosas voces sobre las canciones, discutidas por la intelectualidad, de Michel Sardou. Uno pasa un momento muy agradable, sale con el ánimo levantado. Pero talvez olvide rápidamente.
Ficha IMDb
En un pueblito del centro de Francia, la familia Bélier (carnero en francés) se dedica a la crianza de vacas, para hacer queso, que venden en el mercado local. Son una familia normal: Papa Rodolphe (François Damiens), Maman Gigi (Karine Viard), hija mayor Paula (Louane Emera) e hijito menor Quentin (Luca Elmosnino). Pero no tan normal porque tres de los cuatro son sordo-mudos. Con sus dieciséis años de edad, a única oyente y hablante, Laura, se encarga de todas las relaciones de la familia con el exterior: con los proveedores, las administraciones, los banqueros, los clientes, además de participar en el trabajo dela granja, y de ir a la escuela. Esta función de traductora la pone en situaciones un poco delicadas como una consulta al ginecólogo de la pareja paternal por una comezón en un sitio delicado. Pero eso le da también una madurez y libertad de palabras poco usuales. Se puede decir en voz alta lo que uno quiere cuando se sabe que nadie lo va a oír.
En la escuela, Paula tiene una gran amiga, Mathilde (Roxane Duran), está enamorada de un chico que no le presta atención, y decide asistir a una clase opcional de música, para pasar más tiempo con Mathilde.
El maestro Fabien Thomasson (Eric Elmosnino, absolutamente genial), amargado por estar siempre en escuelas perdidas en el fondo de la provincia, y por la apatía de los alumnos, decide sacudir un poco el aburrimiento, armando un espectáculo con canciones de Michel Sardou, quien ha sido un gran éxito popular desde los años cincuenta. Este cantante ha provocado polémicas en los 70’s con canciones sobe temas álgidos como la pena de muerte, el colonialismo, la guerra de Vietnam, que proyectan la imagen de un fascista, y lo hacen despreciar por el ala izquierda. Pero sus temas sentimentales han tenido un impacto muy fuerte, con melodías y letras pegajosas, un poco como puede ser un José José en México.
Al descubrir la voz maravillosa de Paula, el profesor decide prepararla para el concurso de entrada al coro de Radio France. Obviamente, cuando la adolescente expone el proyecto a sus padres, estos se desconciertan. Primero porque no pueden entender en que consiste este tipo de oportunidad, y sobre todo porque significa el alejamiento de su hija, el reconocimiento de su diferencia, de su excepción en el seno de la familia. Y tal vez egoístamente, porque significa la pérdida de su modo de comunicación con el exterior.
Dos tramas menores se desarrollan en paralelo: la posibilidad de una relación amorosa con su pareja de canto, Gabriel, el “parisino) (Ilian Bergala) acompañada de la revelación de la sensualidad (con la ayuda del sentimentalismo de las canciones) y la decisión del padre de presentarse como candidato a la alcaldía del pueblo, en contra del alcalde actual, Lapidus ( Stéphan Woytowicz), bastante incapaz y prepotente. También se da el despertar de Quentin, Guido por Mathilde (un poco inverosímil, visto la corta edad del chico) .
La trama de la cinta es la habitual en una comedia: aumento progresivo del entusiasmo, crisis, abandono, decisión y finalmente victoria.
Los diálogos y las situaciones son muy divertidos, sin ser nada demasiado fáciles o vulgares. Algo de crítica a la Educación Nacional, a la televisión, a la política (el tradicional paseo del candidato en el tianguis, apretando manos desconocidas a cambio de intenciones de voto). Una preferencia abierta por lo popular frente a lo intelectual. Por lo espontaneado e sincero frente a lo pensado. La espontaneidad a veces un poco tontita de la familia, los arranques del maestro, las irreverencias de Paula, están llenos de una naturalidad y de un sentido común refrescantes.
Algunas escenas están particularmente bien logradas como el dúo de Gabriel y Paula cantando Je vais t’aimer, frente a sus padres que no oyen. Se quita el sonido, evitando que el espectador pueda sentir por sí mismo si hay o no emoción, y poniéndolo en la situación de los padres, quienes se dan cuenta del impacto sobre el público, solo al ver las reacciones de sus vecinos.
Un mensaje tal vez bien pensante: lección de amor y aceptación familiar, de amistad, de entusiasmo magisterial, de sencillez. Una propuesta políticamente correcta: ¿Por qué un mal oyente no podría ocupar un puesto administrativo-político? Una enseñanza de superación.
Pero la cinta no gustó a la comunidad sorda, considerándola como un insulto.
Mas que todo, es una trompetilla al intelectualismo: uno sale tarareando La Maladie d’amour o En chantant , recordando sus jóvenes años y queriendo comprarse el disco.
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