A través de los años y los sucesos políticos internacionales, la jerarquía no cambia en el interior de un castillo inglés. Tampoco en las mentes. Sentido del deber, control total de las emociones, nada se puede dejar al azar, aun si los individuos sufren. Una maravillosa descripción de un mundo cerrado, antes de Dowtown Abbey y demás Gosford Park….
Ficha IMDbLa decadencia parece haber caído sobre Darlington Hall, como lo constata Miss Kenton (Emma Thompson) desde su lugar de retiro. Sin embargo, Mister Stevens (Anthony Hopkins) quien se ha quedado en el lugar, le informa de una nueva vida para el castillo, debido a la compra por un millonario gringo, Lewis (Christopher Reeve). Pretextando la necesidad de una nueva ama de llaves, Mister Stevens, mayordomo del castillo desde décadas, decide emprender un viaje a Clevedon, en el oeste de Inglaterra, para proponerle el puesto. La señorita Kenton, ahora Señora Bell, no está feliz en su vida matrimonial y no estaría opuesta a un regreso “al servicio”. El viaje del mayordomo acompaña flashback sobre los tiempos felices del castillo, cuando Lord Darlington (James Fox) se enorgullecía de ser parte de la aristocracia políticamente decidora del país. El noble y distinguido dueño organizó en 1936 una reunión de altos políticos de diversos países, con la intención de evitar la secunda Guerra Mundial. Considerando que el tratado de Versalles había impuesto condiciones demasiado duras a la Alemania vencida, trataron de suavizar sus deseos de revancha al permitirle remilitarizarse. Todo por la paz de Europa. Estas posiciones conciliadoras llevaron a los acuerdos de Múnich, en. 1938. Que Hitler se apresuró a traicionar con la invasión de Bohemia seguida por la invasión de Polonia en septiembre 1939, que desencadenó la guerra.
El encuentro entre los representantes de diferentes países sigue un esquema ahora muy conocido gracias a varias películas o series, desde Dowton Abbey (Michael Engler – 2019, secuela de la serie televisiva) Gosford Park (Robert Altman – 2001) o Upstairs, Downstairs (1971 -1978) : la preparación de los cuartos y las comidas, la presentación de los sirvientes con su propia jerarquía. Algunos detalles particulares aligeran el ambiente como los problemas de pies del francés Dupont d’Ivry (Michael Lonsdale), las delicadezas alimentarias del emisario alemán que imita el vegetarianismo de Hitler…. El sobrino de Lord Darlington, el periodista Reginald Cardinal (Hugh Grant) estando a punto de casarse, su tío le pide a Stevens educarlo en cuestión de abejas y flores, lo que produce escenas cómicas. El aspecto serio reside en las posiciones políticas, aunque nunca se enseñen los debates, dando a pensar que los asistentes coinciden. La única voz discordante es la de un miembro del Congreso de Estados Unidos, Lewis , quien cree firmemente que los nazis son una amenaza, y acusa a los demás de ser unos aficionados que piensan que su superioridad aristócrata les da más conocimientos que los políticos de profesión.
Un incidente familiar y de servicio afecta más personalmente al mayordomo : su padre, Mister Stevens el viejo (Peter Vaughan) contratado como mayordomo adjunto, multiplica los errores en el servicio, hasta aplastarse con todo y bandeja de té frente a los aristócratas discutiendo asuntos de estado. Su agonía se desarrolla en secundo plano de la gran cena, y su hijo decide seguir son sus obligaciones, dejando a Miss Kenton, ama de llaves, la responsabilidad de cerrarle los ojos al difunto.
La relación entre las dos cabezas de la servidumbre es intensa y lo frialdad del oficio no impide el nacimiento de una atracción sentimental, reforzada por la admiración mutual de la excelencia profesional, Sin embargo, el agudo sentimiento de deber del mayordomo impide cualquier acercamiento.
Los años siguientes mostrarían que Lewis tenía la razón, pero la influencia de las ideas de Hitler sigue y Stevens se verá obligado a despedir a dos jóvenes sirvientes alemana, Elsa (Emma Lewis) y Irma (Joanna Joseph) por ser judías, lo que escandaliza a Miss Kenton, mientras Stevens considera que su deber es obedecer sin opinar. El papel tan criticado por Lewis, de los aristócratas en la política conduce a Lord Darlington a hospedar un encuentro secreto con los más altos responsables de la época : el primer ministro Neville Chamberlain (Frank Shelley), el ministro de Asuntos Exteriores Lord Halifax (Peter Eyre), con el embajador de Alemania Von Ribbentrop ( Wolf Kahler), cada uno con sus ayudantes et secretarios.
Hacer política e influir en las decisiones de estado no era solo un sueño de la vieja aristocracia, era la política real del Reino Unido, hasta que intervenga Churchill , que optó por una posición firme en contra de Hitler.
La época actual, en los años 50, con los cambios en las formas de vivir, materializados en la compra de Darlington por Lewis permite un relajamiento en las relaciones. El mayordomo tiene derecho a utilizar el Daimler del castillo, puede ir a donde quiere. Hasta se le pregunta, en broma, si Miss Kenton fue su novia. La esperanza nace para Stevens de tal vez reconstruir algo, veinte años después de la boda de esta con Bell. Sus cartas le dieron esperanzas: un matrimonio fracasado, la soledad, un deseo de volver a los tiempos felices del servicio. Pero, una noticia de ultimo momento dada por el esposo viene a romper todo. La hija de la ama de llaves está embarazada y su madre considera que es su deber quedarse para ayudarla.
Lo que queda del día, momento de descanso al final de una jornada de responsabilidad, se limitará para Stevens a un té con pastel y un instante de contemplación del atardecer. La lluvia permitirá esconder las lagrimas de la decepción, de la nostalgia. Una vida dedicada al deber profesional no puede transformarse tan fácilmente
Tradicionalmente se ve a Lo que queda del día como la quintaesencia del control británico. En realidad, la cinta esta adaptada de una novela escrita por un japonés, Kazuo Ishiguro, Premio Nobel de literatura en 2017, instalado en Inglaterra desde su infancia, pero educado por sus padres en vista a un regreso a Japón. La exigencia de dignidad, medular en el comportamiento de Stevens, su actitud física y mental, es la misma que se puede observar en Japón, en las relaciones profesionales, personales, hasta familiares. La rectitud del cuerpo, la distancia física son signos exteriores de la dignidad de la persona, de su deseo de no dejarse tocar, y de su respeto al otro, deseo de no tocar.
El sentido del respeto del otro y de sus convicciones se manifiesta en la cinta con el trato que se les da a los personajes. En ningún momento la cinta manifiesta burla o desprecio hacia ellos. Lord Darlington se equivocó políticamente. La historia mostró su error de evaluación de la personalidad y los objetivos de Hitler. La historia oficial de su país y de los vencedores de 1945 lo condenaron. Fue considerado como traidor a la patria. Pero la cinta lo presenta como un hombre honesto, que cree en las buenas intenciones de los demás porque sus propias intenciones son honestas. Representa un mundo que se está muriendo, un mundo de honor, de orden, de reglas y de palabra entregada. Exactamente lo que Lewis reprocha a los asistentes de la cena.
De la misma forma, Stevens no se ve nunca ridículo. Aun en las lecciones sobre la sexualidad de las abejas y los pájaros, Anthony Hopkins logra mantener un equilibrio entre dignidad, humor y complicidad, sin nunca saltar el limite de lo risible. Su ideal es de grandeza. Su puesto, aunque de sirviente, tiene sus reglas, su código de honor. Nuestras costumbres modernas, y más las costumbres latinoamericanas ven su comportamiento como un ejemplo, criticable, de represión. Es cierto que Stevens se reprime, y tal vez reprime a los demás, pero lo hace por un bien más grande.
Dos momentos son sumamente importantes para la evolución de la relación entre los dos maestros sirvientes. Miss Kenton sorprende Mr Stevens en su intimidad : su coñac, su puro, su libro. Ella se acerca demasiado, física y emocionalmente. Lo acorrala contra la pared : pared tangible del cuarto y pared intangible de sus sentimientos. Ella rebasa el limite, invade su tiempo privado, viola su espacio. Es para Stevens un combate entre su orgullo, su control y la realidad del sentimiento que lo invade. La interpretación de Anthony Hopkins es impresionante , transmite todas las dimensiones del conflicto interno. Así como lo hará días después cuando Miss Kenton le anunciara , un poco para provocarlo, que Mr Benn le propuso matrimonio. Si Stevens logra controlarse en el momento de la noticia, sus sentimientos lo vencen cuando baja por una botella y la rompe en la escalera. Es una falta profesional inaceptable. Cuando oye los llantos de Miss Kenton, obviamente destruida por su reacción a la noticia, entra a su cuarto, sin tocar, la ve en l intimidad de su sensibilidad, de su debilidad. Esta vez el está violando la intimidad del otro. Lo que le dice choca muchos espectadores : la nueva sirvienta no ha limpiado bien una despensa, Miss Kenton tendrá que cuidar de que lo haga. La frase parece fría, indiferente, poniendo el deber arriba de lo personal, casi cínicamente. Y si fuera una frase de consuelo, con el mismo de subtexto que han utilizado en varias ocasiones : las palabras dicen algo, pero ellos dos saben que significan otra cosa, mucha más personal. Su “idioma oficial” es la lengua del deber. Así comunican. Pero recordarle a Miss Kenton que están juntos en el trabajo, que la vida sigue a pesar de las tristezas, que hay algo de que aferrarse para mantenerse a flote cuando la parece ir a la deriva, es una atención discreta y llena de pudor, que no embaraza al otro porque no muestra que uno lo haya visto débil. Es una gran marca de respeto. Y, talvez, de ternura.
Por exceso de discreción y respeto, Stevens no toma la iniciativa, nunca. Y pierde todo : su amo Lord Darlington, su padre, su amada.
Stevens trabaja a la conservación de la belleza. Eso no es servilismo. Eso le confiere grandeza. Su dicción, impecable como su porte, permite que pronuncie trabalenguas anacrónicos sin ser ridículo : ”The rule in the kitchen has always been… cook cooks the cooked breakfast while her assistant toasts the toasts.”
Stevens pertenece a otro mundo, otra época. Pero mantiene un eterno ideal.
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