Una historia complicada, con varias vueltas de tuerca, pero con una línea de fondo que poco a poco se hace clara : vengarse por medio de sofisticadas estafas. Dos grandes actores en un juego de escondidillas, cada uno con sus eficientes cómplices.
Ficha IMDb
Dos personas mayores se encuentran para una cena, después de conocerse en Internet. Parecen casi novatos, pero un poco desconfiados a raíz de malas experiencias, e decir fundamentalmente honestos. La cena es un agradable momento : habrá una secunda vez para Roy Courtnay (Ian McKellen) y Betty McLeish (Helen Mirren), ex profesora de historia en Oxford y viuda desde hace un año. Inmediatamente después de la cena, Courtnay se reúne en un bar con su amigo Vincent (Jim Carter) para convencer unos clientes de participar en una extraordinaria operación de financiamiento a unos inversores rusos. Fortuna asegurada. Queda inmediatamente claro que Courtnay quiere embaucar a la hermosa e inteligente Betty.
La relación se va poco a poco afianzando, Betty se deja lentamente seducir a pesar de las recomendaciones de su nieto Stephen (Russell Tovey) Paralelamente, continúan las aventuras de Roy el estafador despiadado y criminal, que no duda en matar a los que lo estorban . Pero con Betty es un pobre viejo que sufre de su rodilla y acepta a regañadientes la proposición de la generosa mujer de hospedarse en su casa para no tener que subir escaleras. Ella ya dejó discretamente ver su riqueza : coche ultimo modelo, muchísimo dinero en el banco, hermosa casa, ropa elegantísima. Roy le presenta un especialista en inversiones y se preparan unas transacciones a favor del anciano. Antes de eso , se lanzan a un viaje a Berlín. Sorprendentemente, su guía será el nieto Steven, quien empieza a ponerle pequeñas trampas a Roy, revelando sus orígenes alemanes. La visita aun cierto departamento lleva a la revelación del pasado muy oscuro de “Roy Courtnay”, en realidad Hans Taub, , traductor de Roy, y que le robó su identidad para abandonar Alemania en 1948, después del asesinato de este por un nazi.
De vuelta a casa, se efectúa la transferencia del dinero de los dos a una cuenta conjunta, con el apoyo técnico de Vincent, cuenta que Roy se dispone a vaciar durante una visita a su hijo que volvió a Inglaterra después de años de silencio. Pero Betty le ha preparado una gran sorpresa financiera, y una gran revelación sobre quién es ella en verdad y que todo sido ha sido un plan magistral de ella para vengarse de algo abominable que Hans le hizo en 1943 a la que era Lili, niña alemana enamorada. Aprovecha la situación para dejar Roy a manos de sus exsocios “rusos” que van a vengarse violentamente de los engaños de Roy. Jaque mate.
Nadie en esta historia es quien parece ser : Roy Courtnay, amable anciano inglés, es Roy Courtnay, estafador, quien es en realidad Hans Taub, alemán. Betty McLeish, distinguida profesora inglesa de Oxford es en realidad Lili , hija de un rico alemán, envidiado, despreciado y denunciado por el joven Taub durante la guerra. Lili tiene una doble venganza que llevar a cabo, la de su familia asesinada, y la de su propia violación. Stephen no es el nieto protector, es un especialista en historia alemana, ex novio del verdadero nieto de Betty.
Juego de muñecas rusas, la cinta avanza hacia el centro de la verdad historia y psicológica a golpe de vueltas de tuercas y flash backs. Son sorpresivos, astutos, totalmente lógicos en las circunstancias del Berlín de los años 40. Sin embargo, son demasiado largos y pesados y les falta sutileza. No se supo sembrar indicios que hagan sospechar el espectador de la candidez de Betty. El único indicio, el cuadro con los lirios, lilies en inglés , es demasiado sutil para que cualquiera adivine que es el verdadero nombre de la protagonista. La cinta insistió en que el único estafador era Roy, dando numerosas pruebas , lo que se confirmó sin verdaderamente sorprendernos con la escena en Berlín.
Este juego de sorpresas y revelaciones se acelera en los últimos momentos de la cinta, llevando a una apoteosis en la vida actual, con la astucia de Betty en cuestión de administración bancaria, y con la revelación de los viejos sucesos familiares alemanes. Betty cambia totalmente de personalidad, lo que provoca un cierto malestar : toda va demasiado rápido y demasiado en contra de lo que se instala a lo largo de la cinta. Parece un golpe de varita mágica. Betty no ha evolucionado, así fue siempre, con su objetivo claro, con las etapas de su plan perfectamente definidas. El final es lógico, pero demasiado violento en cuestión de revelaciones. Es cierto que todo encaja en forma magistral, pero suponiendo en ella un conocimiento sin fallas de su enemigo , anticipando cada uno de sus movimientos. Un plan en el que Roy cayó, manipulado por la que quería manipular, y que lo redujo al estado de títere. Del punto de vista de la narración, es demasiado perfecto, no es verosímil que Betty nunca se equivoque.
La interpretación de Ian McKellen le da a su personaje, desde la primera escena, la connotación del estafador, el que se burla de sus víctimas riéndose de su propia superioridad. Desde el principio él es el malo, y la cinta lo confirmará poniéndolo en diferentes situaciones, inclusive las de hace cincuenta años, que no hacen que profundizar y reforzar esta posición de malo muy retorcido.
El buen mentiroso no fue él, porque supimos desde el primer minuto que mentía. Los buenos mentirosos fueron la presunta víctima actual Betty y su ayudante Stephen, la que fue la verdadera víctima desde casi siempre y que supo esperar porque, como bien s e sabe, la venganza es un platillo que se come frío.
El juego de mascaras es digno de las novelas de Patricia Highsmith y el contesto turbio de los traumas originales viene de John le Carré. El guion tiene todo para ser mortalmente eficiente en sus líneas generales, pero le falto la ciencia de la destilación progresiva de las sospechas y las revelaciones. Afortúnamele ,las interpretaciones de dos grandes, sobre todo de la elegantemente carismática Helen Mirren, que se lleva a cualquiera en el bolsillo con una mirada o un movimiento de la cabeza o de su amplio abrigo blanco, señal indiscutible de su “inocencia”.
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