Como
muchas películas de Téchiné, esta no pone claramente el acento sobre un tema,
un personaje o una línea narrativa dominante. Se dispersa entre el drama de
amor apasionado, unas tramas de venganza, un asunto policiaco…Parece que cada
personaje sigue su camino dejando a los
demás en la sombra , y el director se contenta con pasar de un centro de
atención a otro, sin nunca decidir cuál es su línea directriz.
Ficha IMDb
Téchiné toma como punto
de partida hechos, lugares y personajes reales. El asunto Le Roux-Agnelet es un
asunto judicial todavía de actualidad, ya que, después del primer juicio en 2006
que lo declaró inocente, el fiscal
apeló, lo que resultó en una condena de 20 años de cárcel. Pero Agnelet apeló a
la Corte Europea de derechos humanos, la cual condenó a Francia. Y, después de
otros varios incidentes, declaraciones, intervenciones y demás, se está a la espera de un cuarto
juicio, después de una nueva condena a 20 años, dictada el 12 de abril 2014. La
realidad rebasa la ficción. Y Téchiné remonta a los orígenes del expediente.
Años 70: Agnès Le Roux (Adèle
Haenel) vuelve a Nizza después de años de estancia y de un divorcio en África.
Le exige a su madre Renée Le Roux (Catherine Deneuve) su parte de la herencia
paterna para abrir un negocio. Pero esta se debate en problemas de administración
de su casino, el Palais de la
Mediterrranée, y no puede comprar su parte a su hija. Su abogado, joven,
pretencioso y arribista, Maurice Agnelet Guillaume Canet) la guía de manera bastante
eficiente. Es la época en que la Costa Auzl se ve invadida por dinero sucio.
Como lo explica Renée en una rueda de prensa, un casino es el lugar perfecto para
entrar con dinero del narcotráfico y salir con dinero “honestamente” ganado en
las mesas de juego.
Madre e hija se aman y
se odian, se comparan, se reprochan el pasado y el presente. Básicamente, Agnès
le tiene rancor a su madre por no dejarla vivir su vida como lo desea.
Cuando Renée contrata
un nuevo director de juegos, Agnelet, quien deseaba el puesto, decide vengarse
por esta humillación. El mejor instrumento es Agnès, cuya voz en el consejo de administración
del casino es decisiva. Renée pierde la presidencia. Agnès gana tres millones
de francos suizos, que Fratoni (Jean Corso), un italiano ligeramente mafioso,
le da como pago de la traición, que le permite adueñarse del negocio. Agnelet
gana la mitad como intermedio.
Pero Agnès ya está
cayendo más y más en una pasión sin control, cercana a la locura amorosa. Cada
uno delos amantes firma una procuración al otro sobre los cuentas bancarios y
las cajas fuertes. Maurice empieza a alejarse
de una Agnés cada vez más posesiva. En noviembre 1977, Agnès desaparece. Un
poco más tarde, Agnelet se instalará del otro lado del Atlántico, con el dinero
de los dos.
Años después, tendrá
que volver a Nizza para el juicio, instruido a iniciativa de la madre,
convencida de la culpabilidad de Agnelet, aunque la versión oficial sea de
desaparición voluntaria y suicidio.
Se trata de una
historia de amor, o más bien de la historia de una joven (29 años) apasionada,
quien en la soledad de su nueva vida, se obsesiona con un hombre para darle
sentido a su existencia. Agnès no tiene amigos, su librería no tiene muchos
clientes, su madre está demasiado ocupada con su negocio y, además, puso tantas
exigencias a su educación que la joven tiene poca autoestima. El primer hombre
que encuentra al llegar a Niza (literalmente ya que es él quien la espera en el
aeropuerto), lo va a idolatrar. Además, él le va a dar los medios para
recuperar su dinero, y, de paso, molestar enormemente a Mama.
Este hombre es, en
realidad, totalmente vacío. Sus clientes no pagan, su matrimonio fracasó, ve a su
hijo de vez en cuando, se desplaza en motocicleta, porque no tiene con qué
pagarse un coche. Acumula las amantes y los libros de La Pléiade, la prestigiosa colección de Gallimard, sin siquiera
leerlos. Es desagradable, abusivo, insensible, mezquino, un verdadero patán.
Huye de los sentimientos y los compromisos. Su vacío existencial y intelectual,
su abismo interior es la solución perfecta para que Agnès trate de llenarlo, y
llenarse con él.
El final de la cinta es,
por un lado, ridículo, con sus maquillajes excesivos para envejecer a Canet y
Deneuve. Pero, sobre todo, es artificial. Si lo importante era la evolución de
esta pasión enfermiza de Agnès, o, otra línea posible, las desgracias
económicas de una madre mala administradora, o, otra línea posible, las
venganzas, de toda suerte, el asunto policiaco-judicial importa poco.
El retrato de las dos
mujeres es interesante. Renée, la madre, rica, administra su casino más con atención
personal hacia sus clientes que con eficiencia profesional, disfruta su hermosa
casa frente al mar, se viste con una extraña
elegancia cercana al mal gusto, ama a su hija pero la educó con exigencia y finalmente
no la entiende. Catherine Deneuve, madura y un poco pesada y tiesa, la
interpreta con mucha potencia.
Quien podría entender a esta joven,
borderline, nada sensual, huraña, torpe, que de repente se vuelve loca por un
hombre. Fría, exigente, finalmente se parece mucho a su madre. Tan decepcionada
que se vuelve posesiva y aleja en lugar de agradar. Adèle Haenel interpreta con
todo el desequilibrio posible esta obstinada que se lanza cabizbaja no sabe adónde.
Que se obstina de repente. O que de repente se vuelve hipersensual, y que la cámara
atrapa cada vez de más cerca. Que llora mientras traiciona, cuando en realidad está
feliz de hacerlo. Si la actriz es capaz de expresar mucho y muy intensamente,
Téchiné le impone un papel bastante incongruente.
Guillaume Canet es un “Agnelet”
(borreguito) perfecto, frio, distante, odioso. Humilla y lastima, se burla,
rechaza, manipula. Toso con un notable profesionalismo.
Pero algo falta en la
cinta. El conjunto no cuaja. Cada uno vive su propia historia, su propio tono
de historia. Entre el croquis del juicio de Agnelet y la foto de la pequeña
Agnès bailarina, no se ha logrado esclarecer gran cosa, sino que tres personas poseídas
por el egoísmo se han destruido mutuamente. Ninguna línea narrativa o psicológica
congruente se he dejado percibir, en lo que es más bien una serie de largos episodios
dedicados a resaltar al uno, para después pasar al otro, y así sucesivamente.
Lástima, porque este
trio tenía mucho que enseñar.