Una cinta muy sensible, sobre el paso de los años y las preguntas sobre si valió la pena lo que se hizo y lo que se consiguió. Una tal vez última llamada o propuesta de la vida hace que de repente todo se desestabilice. Con dos grandes actores perfectos.
Ficha IMDb
A los sesenta años, tienen una hermosa casa con un magnífico jardín que la esposa, Lucie (Kristin Scott Thomas) cuida con profesionalismo. El esposo, Paul (Daniel Auteuil) es un neurocirujano de renombre. Tienen un hijo casado y padre de una niña chiquita que los abuelos cuidan de vez en cuando con mucho cariño. Todos se reúnen en el jardín para comer con amigos, en particular el amigo Gérard (Richard Berry), psiquiatra, o y secreto enamorado de Lucie desde sus años de universidad. También juegan tenis y Robert deja siempre que Paul gane. Como Lucie siempre prepara cenas delicadas para su esposo aunque llegue tarde. En realidad todos consienten a Paul, quien es también muy admirado por sus pacientes, sus colegas de la clínica y los empleados del consultorio. Paul es el centro de la vida de mucha gente pero eso no lo sorprende. En su vida, todo le parece estar en su lugar
Un día le llegan flores a su consultorio, después en la casa, y en la clínica, y en el parabrisas del coche. Al mismo tiempo la joven magrebí Lou (Leila Bekhti), que atiende el café donde Paul se detiene a veces, empieza a entablar conversación. Inclusive le asegura que él la operó de apendicitis hace varios años, cosa que él no recuerda para nada.
Y poco a poco, Paul se va a dejar llevar, cual personaje de Simenon, a entrar en esta vida alterna que se le propone. Hasta meterse en mentiras, indiscreciones y perder el sentido del equilibrio. Junto a él, su amigo, su esposa y su hijo miran como se va alejando.
En el hermoso jardín invadido por el invierno que se aproxima, por las hojas muertas y la bruma, en el parque y las calles de la pequeña ciudad, la vida se hace lenta, temerosa. Todos están como a la expectativa de lo que va a pasar, de lo que en realidad significa esta joven. ¿Estudiante, prostituta de altos vuelos, o chica de la calle, enamorada, admiradora, mentirosa, aprovechadora?
Parte de la respuesta la dará ella misma a Paul, con un casete que grabó de la canción preferida de su abuela: Comme un p’tit coquelicot. La verdad de una chica solitaria. Otra respuesta vendrá de la policía, después de encontrarla suicidada en su bañera: se trataba de una estafa organizada en complicidad con una amiga. Y Paul no era la primera víctima.
La vida vuelve a la normalidad, pero queda la canción de amor triste y quedan las heridas.
La música de La Bohème, puntúa la cinta, acentúa el enigma del personaje de Lourdes. La cinta tiene mucho de Chabrol, en este mundo burgués muy acomodado, donde las pasiones calladas durante mucho tiempo explotan de repente.
Daniel Auteuil y Kristin Scott Thomas tienen una química maravillosa de viejos compañeros, que se entiende ya que han trabajado juntos en varias ocasiones, en proyectos con este mismo delicado desequilibrio: Petites coupures de Pascal Bonitzer (2003).
Lourdes, y su interprete Leila Bekhti, perturban esta armonía, estorban, lo que está bien ya que es el tema de la cinta. Pero al mismo tiempo molesta que se le de tanto tiempo a esta chica mal educada, sin distinción, que se imponga de esta forma. Ella no tiene los matices y sutilezas de los “adultos ".no debería ocupar todo este espacio.
Después de Il y a longtemps que je t’aime (2008) también con Kristin Scott Thomas, Philippe Claudel demuestra su talento sutil, poético, lleno de implícitos y dolores apagados pero siempre listos a resurgir, como lo hace en sus novelas Les Âmes grises (2003) adaptado por Yves Angelo en 2005, y Le Rapport de Brodeck (2007). No hay que perderlo de vista.
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