Adaptada de dos muy famosas novelas cortas de Maupassant, ubicadas durante la ocupación alemana de 1970 en Francia, la cinta expresa claramente su admiración a la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, haciendo un poco de lado la acerba crítica social y moral del autor. El cuento Boule de Suif había sido adaptado poco antes por John Ford en su primera cinta sonora Stagecoach (1939), revelando al joven John Wayne.
Ficha IMDb
Cuando la ciudad de Rouen se ve invadida por las tropas alemanas después de la derrota del Segundo Imperio, dirigido por Napoleón III, la gente empieza a buscar salir. Algunos por asuntos económicos, porque tienen dinero guardado en Inglaterra otros porque no soportan la idea de convivir con el enemigo.
En la cinta como en la novela, todo pasa en lugares cerrados, la primera escena nos ubica directamente en el ambiente de la ocupación y la resistencia. Un hombre huye de los soldados y se refugia en el cuarto de Boule de Suif en un hotel. La joven es mostrada desde el principio como patriota, sin que se ponga muy en evidencia su oficio de prostituta.
La oficina del hotel, donde cada uno hace su reservación para el viaje, es el lugar perfecto para presentar a cada uno de los que serán los viajeros en la diligencia. Uno después del otro, llegan a pedir, suplicar o exigir un lugar para escapar. Cada uno designa los responsables para esta derrota. Es culpa de la revolución de 89, de la de 1848, de Carlos Quinto…. Es una magnífica oportunidad para que cada actor luzca su talento y defina su personaje.
Adentro de la diligencia, la convivencia es obligada. La gente bien como el conde (Marcel Simon) y la condesa de Bréville (Louise Conte) o el matrimonio rico, los Carré-Lamadon (Pierre Palau y Janine Viénot ) pertenecen al mismo medio acomodado , et Madame Loiseau (Suzet Maïs) también se consideran a sí mismos como gente de buena reputación, aunque sean solamente comerciantes en vinos y licores. Y todos concuerdan en que el ocupante no es tan malo como se podía temer. La cinta no permite decir lo que el narrador de Maupassant insinúa: Madame Carré-Lamadon es el consuelo de los jóvenes oficiales, el conde no es hijo de su padre. Y todos en Rouen saben que “Loiseau vole” (el ave roba).
La sociedad menos glamorosa está representado por dos religiosas (Mona-Dol), y un “rojo” Cornudet (Alfred Adam) quien vota del lado equivocado y ha participado en acciones contra el ocupante. Los asientos marcan bien la separación: las religiosas separan a los “parias” de los buenos.
El viaje es largo porque es invierno y las carreteras están lodosas, además de la amenaza constante de los franco tiradores. Situación que el guionista se sacó de la imaginación, o de la memoria personal, porque no hay huella de resistencia organizada, ni en los libros de historia, ni en las ficciones de Maupassant.
El tiempo pasa, el hambre aparece. Boule de Suif, mujer práctica y comelona, tiene una gran canasta bajo el asiento. Empieza a comer, se puede uno imaginar el olor a pollo, a pan, en este pequeño espacio. ¿Qué va a ser más fuerte, los principios morales o las exigencias del estómago? Boule de Suif es buena chica y ofrece, primero a las religiosas. Monsieur Loiseau, poco discreto y lleno de curiosidad hacia la joven, es el siguiente en sucumbir a las seducciones de la canasta. Uno después del otro, los demás abandonaran sus aires de superioridad para llenarse el estómago y se verán en la obligación de dirigirle la palabra a Boule de Suif. La convivencia, la armonía reina entre los pasajeros. El amor entra, no por los ojos, sino por los estómagos. A estomago contento….
Después de un largo día, se llega a otro lugar cerrado, el cuarto del albergue en Tôtes, como en un tercer acto de una obra teatral. Ahí se forma el nudo de la historia: el comandante alemán condiciona la salida de la diligencia al favor sexual de Boule de Suif. Los pasajeros lo descubrirán al día siguiente cuando verán la diligencia sin caballos. Al principio, todos están escandalizados por la inmoralidad, la prepotencia, de este oficial extranjero.
Pero, con el paso de los días, la inmovilidad forzada, el aburrimiento, las ideas prácticas vuelven. ¡Que esta mujer haga su trabajo! ¡Después de todo, es su oficio! Una estrategia se despliega, el trabajo de convencimiento se organiza. El conde toma su voz protectora, las mujeres hablan de heroínas históricas, la religiosa de heroínas bíblicas. Sacrificarse es el lema. Y Boule de Suif se sacrifica para el bien de la comunidad.
Claro que, al día siguiente, cuando la diligencia retoma su viaje, todos la desprecian otra vez, nadie le regala una mirada o una migaja de las canastas que, esta vez, han preparado para el trayecto.
En alterno, Cristian-Jaque enseña el Castillo de Uville con los cuatro oficiales alemanes, los estragos causados por Mademoiselle Fifi (Louis Salou), el teniente prusiano llamado así por su uso de la expresión francesa de desprecio “Fi”. Todos se aburren, las únicas distorsiones posibles son mandar a ejecutar a algunos rehenes, amenazar al cura (Denis d’Inès) quien se niega a tocar la campaña de la iglesia, disparar a los retratos de la colección del Comte de Uville, comer y beber.
Se reúnen las dos historias con un alarde un poco artificial: la presencia de los franco tiradores. Estos atacan el coche de las prostitutas, y el soldado encargado de llevarlas imagina, para salir del problema y cumplir con su misión, llevar a las cuatro señoras de la diligencia, abandonando en la carretera a los hombres y las religiosas, que no le son de utilidad.
En toda esta secunda parte de la historia, el camino después del sacrificio de Boule de Suif como “ausweis”, se ven claramente las intenciones de celebrar a la Resistencia francesa. Cornudet lee la carta de Hugo, llamando a la resistencia, clara alusión al llamado de De Gaulle del 18 de Junio 1940. Inclusive se oye la Marsellesa como discreto fondo sonoro.
La cena de los oficiales con las damas acaba en la sangre, porque Boule de Suif no puede soportar los insultos de Mademoiselle Fifi a Francia, a los hombres y mujeres de Francia.
Como en un cuento, la joven encuentra asilo en el campanario del pueblo, de donde agita con alegría la campaña que se callaba desde la llegada de los alemanes. Y, después de la guerra, un joven honesto se enamorará de ella, la sacará de su “maison” y hará de ella una dama.
Francia venció; la gente bien, y colaboradora con el ocupante, ha sido castigada; la joven pura de corazón ha sido recompensada.
Si se pasa por alto el artificio de juntar dos textos que solo tenían en común el tema de la ocupación, al igual que unas decenas de otros textos de Maupassant, algunos igual de duros o hasta más, y aceptando que la fusión no está mal lograda, hay que reconocerle a la cinta bastantes buenas ideas en la realización.
Primero la selección de actores es buena. Si Micheline Presle no tiene la corpulencia apetitosa de la Boule de Suif del texto, es muy bonita, espontánea y seductora. Los demás tienen toda la rigidez de su clase social y su hipocresía.
Pero, sin duda, el gran logro es Louis Salou como Mademoiselle Fifi. Su uniforme, su prestancia, su clase hacen de él la imagen perfecta del oficial prusiano. Estereotipo que presenta Maupassant en sus textos, al lado del otro típico prusiano: gordo, amante de la bebida y la comida, con acento muy grueso y totalmente falto de educación. Esto llevará al tema tratado en La grande illusion de Jean Renoir (1937): es más fácil entenderse con los de sus mismo nivel social y cultural que con otras clases sociales aunque sean de la misma nacionalidad: Pierre Fresnay está más cerca de Eric von Stroheim (con el mismo monóculo que Mademoiselle Fifi), que de Jean Gabin, quien pude llevarse y tal vez “fraternizar” con un soldado alemán.
Claro, ninguna adaptación puede transmitir lo que el talento de Maupassant, con su perfección en la selección de las palabras, el ritmo de sus oraciones, la ironía pesimista, los mordaces implícitos Pero esta realización usa de otros medios, visuales y sonoros que alcanzan bastante bien el objetivo que se dieron. El juego de las miradas que al acompañar al comentario pasan de un lado al otro en la diligencia, tejiendo los lazos de complicidad, hasta llegar a Boule de Suif, llenita, bonita, pero conocida como mujer inmoral. Miradas que irán en sentido contrario en la segunda parte el viaje. El uso de la música. Los planos cercanos a las caras.
Vale la pena ver la cinta. Y después correr a las páginas de Maupassant.
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