El valor individual de un hombre, que lo hace todo para salvar, primero a su familiar, después a todos los siempre vienen a pedirle proyección, en medio del genocidio de los tutsis por los hutus en 1994.
Ficha IMDb
Pierre Rusesabagina (Don Cheadle) es el gerente de un hotel de lujo en Kigali, capital de Ruanda. Siempre impecable, de traje y corbata, sabe dónde encontrar los mejores productos y, sobre todo, sabe qué y cuándo regalar a sus habituados nacionales: militares, empresarios y a sus proveedores. Los turistas que se alojan en el hotel son mayormente europeos, franceses y belgas, en todo caso blancos ricos. Por cierto el hotel "Des mille collines " es propiedad de la compañía aérea belga Sabena. Por lo tanto Pierre debe reportar al director de la empresa, el Sr Tillens (Jean Reno) en Bruselas.
Pierre es hutu, su esposa Tatiana (Sophie Okonedo ) es tutsi , y sus tres hijos son metises, lo que gusta nunca a los grupos racistas radicales.
Un convenio de paz acaba de ser firmado entre hutus y tutsis, respaldado por la ONU, quien ha dejado a unos cascos azules, bajo las órdenes del coronel canadiense Oliver (Nick Nolte) .pero el presidente de la república, Juvenal Habyarimana, hutu, es asesinado por un tutsi. Es la oportunidad perfecta para que los grupos armados que se estaban preparando, comprando armas (a Francia) y entrenándose, salgan a la calle, e inunden la radio con mensajes hostiles.
Después de tratar de proteger a su familia en su propia casa, Pierre se va obligado a volver al hotel, tomando bajo su protección a sus vecinos, a quienes al principio, no quería ayudar.
Poco a poco llegarán más refugiados, más niños huérfanos, traídos por una enfermera de la Cruz Roja, Pat Archer (Cara Seymour). Pierre recibe a todos, se amontonan en los cuartos, los pasillos, los jardines.
La crédula confianza del improvisado responsable humanitario hacia los gobiernos extranjeros, se ve poco a poco destruida, al filo de los días y con repetidos incidentes. Los soldados de la ONU no tienen derecho a disparar. Los gobiernos mandan a traer solo a sus conciudadanos. Como le explica Oliver, para los occidentales, los ruandés, hutus o tutsis, son "negros, ni siquiera "niggers", son africanos.
Mientras Tatiana insiste en no irse sin encontrar a sus sobrinos, perdidos después de la muerte de sus padres, mientras la única agua que les queda es la de la alberca, Pierre, quien acabó por quitarse traje y corbata, sigue buscando todos los medios para convencer a cualquiera que tenga un átomo de poder para dejarlos salir del país.
Usa de los métodos habituales: paga, con dinero, joyas, alcohol. Al final no duda en utilizar lo que le pertenece al hotel o las pertenencias que dejaron unos clientes. Nunca hace muestra de un valor físico, nunca presume de principios de moralidad que no servirían de nada. Sabe con quién trata y cómo funcionan. Al final, sabe que su única salvación es amenazar al general Bizimungu ( Ganar Mokoena), muerto de miedo a la idea que la comunidad internacional lo va a acusar: Pierre es el único que puede decir que no ha masacrado a nadie. Por eso Bizimungu debe dejarlo en vida.
Lograrán finalmente escapar felizmente, con la mayoría de los 1200 refugiados del hotel.
Pierre no es un héroe llamativo, es un hombre que quiere antes que nada salvar a su propia familia. Egoístamente. Porque los quiere y se siente responsable de ellos. Pero la situación lo pondrá al frente de una familiar más numerosa, porque le tienen confianza, porque ha estado en contacto con los potentes, nacionales o internacionales, desde hace mucho tiempo, porque saben que sabe cómo hablarles.
La cinta plantea la interrogante de las intervenciones extranjeras en África por un lado, en las zonas en conflicto, por el otro. Cuando Bélgica controlaba el Congo belga, favorizó a los tutsis., lo que dio inicio a situación de desigualdad, provocando el rancor de los hutus.
La cinta, terrible por lo que cuenta, esta filmada con distancia, sin dramatismo o heroisacion de su protagonista. El ambiente es sobrio y tenso. La violencia se muestra de lejos, vista desde los techos, oída más allá de los muros del hotel. Inclusive la video hecha por los periodistas estadounidenses, no será bastante impactante para que los que manden de este lado del mundo entiendan la seriedad de la situación y decidan una intervención.
Pero el espectador anticipa, está a la espera, cada vez que camiones militares entran en el hotel, o en las calles, con hombres descontrolados, armados hasta los dientes. Se siente que en cualquier momento pueden disparar sin medirse.
Pierre no tiene contacto directo con la muerte, hasta la mañana cuando vuelve de un viaje de abastecimiento. El coche no puede avanzar, él y su chofer se bajan y, en la neblina empiezan a distinguir cuerpos. Conforme va despareciendo la niebla, van apareciendo los cuerpos, decenas, centenas. Ese día, Pierre, de vuelta al hotel, no se pondrá traje ni corbata. Algo en él esta définitivamente roto.
El final feliz molesta un poco, se siente injusto. El final del genocidio no fue la supervivencia de algunos, que tuvieron suerte. Fue la masacre de la mayoría. ¿Cuántos? Se calculan entre 500 000 y 1 000 000.Si fueron 800 000, equivaldrían al 11 por ciento del total de la población y 80% de los tutsis que vivían en el país
Bernard Kouchner, cofundador de Médicos sin Frontera, habló de la obligación de injerencia cuando se presenta un riesgo humanitario, la ONU implementó en 2005 el proyecto R2P, Responsability for Protect. Pero, en todos estos casos, los rebeldes, del color político, religioso o étnico que sean, desconocen las leyes y acuerdos internacionales.
Solo los hombres de buena voluntad como Pierre Rusesabagina logran algún resultado, a escala individual.
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