Una cinta en grises, oscura por su tema y los tiempos en que se desarrolla la historia. Una estructura narrativa que puede sorprender ya que no plantea desde el principio lo que va a ser el tema principal. Con buenos actores en primer plano, y otros desaprovechados, pero fundamentales en el progreso de la intriga.
Ficha IMDb
Todo empieza en la desolación de la Unión Soviética de los años treinta. Una hambruna, provocada o al menos aprovechada por Stalin, deja huérfanos a muchos niños. Se amontonan en hospicios donde pelean para un pedacito de pan. Uno decide huir, en la nieve y acaba en un campo de soldados, donde le dan sopa y un nuevo nombre, Leo. Un poco mayor, Leo Damidov (Tom Hardy) participa en la liberación de Berlín y planta la bandera soviética sobre el Reichstag, volviéndose famoso.
En 1957, la vida ha vuelto a ser normal. Pero, en Moscú, vida normal significa vida bajo un régimen totalitario. Un régimen que impone un pensamiento único. En particular, la idea de que “no hay crimen en el paraíso” y que cualquier alteración de comportamiento o pensamiento puede venir solo de una influencia extranjera. Por lo tanto, el ejército y la policía secreta se dedican a erradicar la mala semilla. Persecuciones, espionaje, observación, delación.
Leo trabaja en eso. No que este convencido, pero es un funcionario aplicado. Está muy enamorado de su esposa, Raisa (Noomi Rapace) , institutriz, quien no parece compartir esta locura amorosa. Se ve evasiva, reservada, muy callada.
Cuando Leo se opone violentamente a un subordinado, Vasili (Joel Kinnaman), quien ejecutó fríamente a una pareja de campesinos en frente de sus hijos, mientras su jefe perseguía en el campo al sospechoso, Anatoly Brodsky( Jason Clarke) , que se había refugiado en la granja, el joven capitán entiende que ya consiguió un enemigo.
Bajo tortura, Brodsky da unos nombres de “enemigos de la patria” y a Leo se le encarga la vigilancia del ultimo nombre de la lista: su propia esposa. Pero mientras, al adolescente Juda, hijo de sus amigos Alexei Andreyev (Fares Fares) y Nina Andreyeva ( Agnieszka Grochowska) se le encontró muerto cerca de las vías del tren, Leo es encargado por el Major Kuzmin (Vincent Cassel) de avisar a los padres que fue un accidente. Cumple con su deber pero la reacción de estos lo deja con una duda.
Al no denunciar a su esposa, Leo provoca que los manden a los dos a una pequeña ciudad industrial de provincia. Bajo las órdenes del general Mikhail Nesterov (Gary Oldman), se entera que en esta ciudad también se han encontrado niños muertos en “accidentes”, con las mismas cicatrices. En total 44 niños han sido asesinados. A partir de ese momento, Leo, Raisa y el general van a unir fuerzas, mientras las altas esferas de la policía secreta hacen todo para esconder la verdad.
Raisa y Leo encontrarán al criminal, el major acabará en un tren hacia el Gulag, Leo tendrá una promoción fulgurante para la creación de un departamento de homicidios y solicitará se llame al general Nesterov para trabajar con él. Raisa y su esposo adoptarán las dos hijas del granjero ejecutado.
Todo acaba bien para los buenos y le da cierto alivio al espectador, quien ha sufrido bastante a lo largo de una cinta un poco larga y a veces complicada en su narrativa. Se sufre también bastante en las escenas de peleas, filmadas de muy cerca, donde uno no puede distinguir quien le pega a quién o como: sólo al final se entiende quien tuvo la ventaja.
Se le puede reprochar a la cinta que no tenga la estructura clásica de una cinta de asesino serial, a la manera gringa. Esta línea de suspenso no se explota, la investigación es bastante limitada, no hay explicaciones médicas o peritajes sofisticados. Pero en realidad esto obedece a la situación en un contexto histórico y político que no daba espacio para este tipo de consideraciones.
El ambiente de miedo, de encierro en el cual se encuentran los personajes, la sensación de estar siempre vigilado, por el vecino, el amigo, el hermano, hasta con el esposo, mantiene a todos limitados en sus movimientos, sus palabras. Hasta el más alto de los funcionarios puede de repente caer a una prisión, o peor al Gulag. Por una simple sospecha, provocada tal vez por celos. Nada seguro de donde aferrase.
La cinta construye bastante bien este mundo gris, con ropajes tristes, con cabezas tapadas, con ropa de invierno. Las únicas aberturas son los viajes en tren, atravesando el bosque. Los vagones llenos. Las locomotoras negras, potentes, con la estrella roja al frente. Uno no puede evitar recordar al mítico Doctor Zhivago ( David Lean- 1965), película adaptada de una gran novela de Boris Pasternak, de 1957 por cierto quien no pudo ir a recibir su Premio Nobel el año siguiente porque el gobierno soviético considero que su texto daba una imagen equivocada del país. Solo en 1985, será publicada en URSS.
Por cierto las escenas de entrada a la fábrica donde Leo busca la información sobre el criminal, se parece mucha a la primera escena de Doctor Jivago. Cohortes de trabajadores cansados y sin esperanza.
Finalmente se entiende que no es la historia de una investigación de crímenes seriales. Es la historia de un “hombre bueno”, alguien que, como lo enseño la primera escena, tuvo la fuerza de resiliencia, no solo para sobrevivir físicamente, sino para sobrevivir como un hombre en el sentido pleno de la palabra.
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