Relato inspirado en la novela “Oh!...”de Philipe Dijan, esta cinta podría ser la historia de la venganza de una mujer violada, o del trastorno que sigue a tal trauma. Pero el director no se interesa en esos estereotipos y realiza, apoyado en el talento particular de su primera actriz, una extraña historia de relaciones perversas, donde la supuesta víctima entabla un baile de poder con los que la circundan. Una historia perturbadora y fascinante.
Ficha IMDb
Todo empieza con una violación, brutal, en pleno día, en la casa de Michèle Leblanc (Isabelle Huppert) y, desde ese momento, algo no pasa como se esperaba, ya que no se ve la violación, solamente la mirada del gato de la víctima, un hermoso y placido felino. Después, la victima sigue con su vida, en particular la visita de su hijo Vincent (Jonas Bloquet), para cenar. La vez incolora de Huppert mantiene a distancia todo tipo de sentimiento, de autocompasión, de drama. Literalmente, no pasó nada.
Los días siguientes pondrán a Michèle en su entorno normal de vida. Con su amiga Anna (Anne Consigny), dirige una empresa de diseño de videojuegos, los cuales tienen un enorme éxito ya que muestran una violencia extrema y un erotismo a veces enfermizo. Michèle es una empresaria decidida a ganar: maltrata a todos sus empleados, que la odian, exigiendo siempre más de cada uno en su campo de trabajo. A quien más recrimina es al diseñador alemán Kurt (Lucas Prisor) , tal vez porque sabe lo que él es capaz de aportar a los nuevos proyectos.
Es divorciada de Richard (Charles Berling) a quien sigue viendo en cenas de cuatro con el esposo de su socia, Robert (Christian Berkel). Cuando el exesposo hace la torpeza de contarle sobre su nueva relación con Helene (Vimala Pons), Michèle se hace amiga de esta, al mismo tiempo que mantiene con Robert una relación de encuentros expeditos y aburridos sin que Anna lo sepa
La narración avanza según dos pistas que se nutren la una de la otra. Primero, la investigación que hace Michèle sobre el autor de la violación, analizando y tratando de interpretar los indicios que le llegan: mensajes, regalos. Además, la vida sigue y pone a la mujer en situaciones cotidianas, que la muestran interactuando con personajes cercanos: su madre Irène (Judith Magre) son su gigolo Ralph (Raphaël Lenglet), sus vecinos Patrick (Laurent Lafitte) y Rebecca la supercatolica (Virginie Efira) con la situación de inseguridad del barrio, su hijo Vincent con una novia posesiva e interesada, Josie (Alice Isaaz).
En cada situación, Michèle se coloca siempre arriba. Su ironía domina a todos, en particular a los hombres, que no le llegan al tobillo. Los usa, para su placer, para su éxito comercial, para su vida social. En cuanto a su hijo o su madre, los lleva con mano de hierro y criticas abiertas. A su favor, hay que reconocer que tanto el hijo como la madre son bastante inocentes y se dejan manipular con total estupidez por sus amantes, como lo muestra con humor negro el nacimiento de un bebe de piel bastante oscura.
Pero siempre vuelve el pasado de Michèle y la presencia de un padre criminal. Michèle no puede escapar de su presencia en los noticieros ya que va a ser liberado después de cumplir su condena por los abominables crímenes que cometió en su suburbio tranquilo. La niña de 10 años entonces estaba tranquilamente con él en el jardín cuando la policía lo vino a arrestar, por lo que Su fotografía se vio en todos los periódicos, y la gente sigue odiándola a ella, hostigándola en la calle, calificándola de loca, de asesina de anormal. Pero ella, como en la situación de la violación, no se ubica como víctima, sino como parte activa de lo que pasó, tomando los hechos al pie de la letra. Tan al pie de la letra, que aceptando ir a visitar a su padre después de treinta años, se entera que él se ahorcó en su calda, precisamente la noche en que se le anuncio la visita de su hija. Como si la fuerza de esta mujer no victimizada fuera una amenaza para el multi homicida.
Si Michèle es una víctima, no es una caricatura ni de la mujer común ni de la mujer con poder. Tiene una característica incierta, ambigua. Recuerda a las mujeres de Chabrol, que flirtean elegantemente con el crimen, o con el poder. La elegancia clásica y algo tiesa de Isabelle Huppert recuerda a la juez de guantes rojos de L’ivresse du pouvoir (Chabrol – 2006) también interpretada por Isabelle Huppert, mientras las perversiones sexuales recuerdan a La pianiste de Elfriede Jelinek (Michael Haneke - 2001).
Como a la mitad de la historia, la parte investigación se resuelve y todos, tanto la víctima como el espectador, saben quién es el violador. A partir de ese momento, el humor corrosivo y la provocación se dan a rienda suelta. La fantasía sexual de Michèle usa las fantasías sexuales de los demás Su amoralidad total le permite llevar a cabo su libertad, en toda sofisticación y ferocidad, con un apetito y una tranquilidad ejemplares.
Nada es correcto en esta cinta. Carente de toda corrección política, es un gran momento de deleite, intelectual y visual.
Claro,no es para almas delicadas o demasiado apegadas a la moral o las buenas maneras.
No comments:
Post a Comment