Divertida comedia histórica, que hace sonreír pero ¿los actores sobreactúan seriamente o para burlarse de sí mismos? Eso pone al espectador en una posición un poco incómoda: ¿es humor al primer o al segundo grado? Lo que no impide divertirse en este paseo por un gran momento de la historia de Francia: la Revolución.
Ficha IMDb
Estados Unidos, 1793: en un Nuevo Mundo recientemente independiente, un joven francés Nicolas Philibert (Jean-Paul Belmondo) industrioso ha logrado conquistar a todos y está a punto de casarse con una heredera. Pero en medio de la ceremonia, en el momento crucial en el que se apela a los asistentes para que se manifieste cualquiera que sepa de algún impedimento, una voz se eleva: el novio está casado. Y es cierto, Nicolas lo reconoce, estuvo casado en Francia, de donde huyo, en medio de la Revolución, después de matar a un noble que se acercaba demasiado a su esposa. Ahora que el nuevo régimen ha progresado y establecido nuevas leyes, es posible divorciar-. Así que toma el barco de vuelta, aprovechando una entrega de trigo de su suegro., para encontrar a Charlotte (Marlène Jobert) ahora amante de un noble muy seductor, el marqués Henri de Guérande (Sami Frey) y llevar a cabo el indispensable tramite.
Al llegar a Nantes, los pasajeros se encuentran con los nuevos desarrollos de la Primera República, en medio del Terror, etapa no exenta de intereses muy personales, políticos, comerciales o sentimentales. Mientras su trigo está retenido, por el representante del pueblo (Julien Guiomar) bajo la sospecha de ser envenenado, Philibert va corriendo sobre las huellas de Charlotte, siguiendo informaciones, viviendo incidentes más o menos violentos o divertidos, pero siempre muy animados. De su ex suegro Gosselin ( Pierre Brasseur ),pasa a un grupo de conjurados realistas , encuentra a la hermosa hermana del marqués, Pauline (Laura Antonelli), se ve atrapado en una emboscada , de la cual ella lo salva, para llevarlo al cuartel general de los chouans, al cual llega un príncipe (Michel Auclair) enamorado de su Charlotte ., segundado eficientemente por su sirviente Requiem (Mario David ).
Discusiones, peleas, reconciliaciones, celos, declaraciones, carreras, escondidillas. Pero …el divorcio se realizará. Pero …Philibert, de vuelta a su barco, lo dejará volar, y tendrá que volver a tierra francesa.
Todo acabará por la realización de la predicción que una bohemia les hizo de niños: que ella se volvería princesa, y que él encontraría fortuna y gloria en un nuevo mundo. Philibert es ahora príncipe del Imperio y se sigue peleando con Charlotte.
La historia es una trama ya usada: unas personas ordinarias, como cualquier miembro del público, se ven mezcladas a pesar suyo, a una situación histórica donde s e juegan intereses muy alejados de sus pequeñas vidas. Claude Sautet , realizador de unas cuantas cintas memorables, como Les choses de la vie (1970), César et Rosalie (1972), Max et les Ferrailleurs (1971) escribió un guion digno de Alexandre Dumas, llenó de movimiento, sorpresas y rebotes. Una lección de historia pasa bajo nuestros ojos. Todos los momentos importantes de la Revolución, los que se estudian en la escuela (o se estudiaban en el tiempo en que realizador y director iban a la escuela) están presentes : el Terror, los Chouans, movimiento realista en el Oeste de Francia, la nobleza refugiada en Alemania, los combates entre Aliados y tropas revolucionarias, el nuevo calendario, el culto a la Razón, las etapas de eliminaciones sucesivas de líderes políticos hasta llegar a la instauración del Primer Imperio y su nuevo orden.
El ambiente histórico está muy bien reconstruido, con el apoyo de grandes profesionales, Marcel Escoffier en la vestimenta, Michel Legrand en la composición musical y la fotografía de Claude Renoir, todo bajo la batuta de Jean-Paul Rappeneau , siempre eficiente en el manejo de grandes movimientos de multitudes, de ritmos acelerados. Los personajes se la pasan corriendo, brincando, subiendo, bajando, gritando. Tal vez demasiado. El espectador actual ya no entra tan fácilmente en lo que hace 45 años se aceptaba con naturalidad. Hoy expresiones gestuales y faciales parecen exageradas, sobreactuadas. Los que más caen en estos defectos son los dos protagonistas: Marlène Jobert y Jean-Paul Belmondo. La pareja de secundo plano, constituida por Sami Frey y Laura Antonelli, se ve más veraz y su amor tal vez incestuoso crea una expectativa en el espectador que no será nunca satisfecha.
Es una cinta fácil, ligera, rápida, tal vez demasiado. Pero no deja de ser un buen momento de buen cine divertido.
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