Adaptada de la autobiografía de Saroo Brierley, A Long Way Home, la cinta, construida en tres partes bien delimitadas, logra captar la atención de espectador sobre la historia verdadera de un niño perdido en la India inmensa, adoptado por una familia australiana, y que, joven adulto, encuentra el camino de vuelta à la casa de su niñez.
Ficha IMDb
Los tres movimientos de la cinta, como en un concerto, se organizan en forma equilibrada, mas no de igual valor narrativo y cinematográfico.
Primer movimiento: la India con la infancia feliz Saroo (Sunny Pawar), junto a Guddu (Abhishek Bharate),su hermano mayor . El largo viaje de un niño lanzado, solo, en la inmensidad de las redes ferroviarias de su país: kilómetros de vías, estaciones atascadas de gente, pasillos donde tratan de sobrevivir adultos y niños de la calle, albergues donde gente generosa trata de darles algo para sobrevivir.
Secundo movimiento: la adopción. Una pareja australiana, John (David Wenham) y Sue Brierley (Nicole Kidman) recibe con mucho amor y comprensión al niño de cinco años. Poco después, adoptan un secundo niño indio, mucho más difícil de carácter, Mantosh (Keshav Davhav, Divian Ladwa).Veinte años después, Saroo (Dev Patel) ha crecido, la vida le sonríe. Estudia en Australia, conoce a Lucy (Rooney Mara). Parece bien adaptado a su nueva vida, y no tener deseos de saber sobre sus orígenes. Hasta que en una fiesta, la vista de una bandeja con Jelabi, los buñuelos que se le antojaban tanto cuando era pequeño, despierta todos los recuerdos y las nostalgias. A partir del consejo de uno de los asistentes de buscar por Google Earth, empieza un inmenso trabajo de investigación, acompañado al principio por su novia. Pero este proyecto se vuelve tan demandante, llevándolo casi a la locura obsesiva, que deja poco a poco todos los demás aspectos de su vida, relaciones, amigos, familia, trabajo, estudios. Hasta el día en que, por casualidad, y por unos centímetros de diferencia sobre el mapa, da con su pueblo.
Tercer movimiento: el camino a casa. Es volver en el tiempo y en el espacio, caminar en sus propios pasos. Al llegar a su pueblo, a su barrio, a su casa, primero no encuentra nada ni nadie. Pero el milagro acontece. Su madre sigue ahí, y nunca perdió la esperanza de volverlo a ver. Ahí encontrará también su verdadero nombre y su significado: Léon. En realidad, estuvo perdido tanto tiempo porque, a sus jóvenes años, no sabía pronunciar bien ni el nombre de su pueblo, ni el suyo propio.
La primera parte es por mucho la mejor. Todo está visto a nivel del niño, los colores, los olores, las multitudes, son al principio felices porque Saroo esta con Guddu. Su vida consiste en dejarse llevar, seguir a su mama Kamla (Priyanka Bose) o su hermano, y, aunque las condiciones sean de pobreza extrema, él se siente protegido. Pero después, todo cambia: demasiados kilómetros, demasiado tiempo, demasiada gente, demasiados niños alrededor de él, demasiada policía. El actor niño, Sunny Pawar, es maravilloso, nos lleva de la mano, nos conduce en una jornada que parece sin fin, en una resiliencia extraordinaria, una fuerza de sobrevivencia, una inteligencia de la vida y de los demás, que le indica en cada momento lo que puede salvarlo de situaciones peligrosas. La descripción de un país donde todo es en exceso, los habitantes, los kilómetros, los espacios, las casas, es abrumadora.
La secunda parte es mucho más lisa, normal, parecida a muchas películas gringas. Si la relación entre Saroo y sus padres adoptivos tiene acentos auténticos, de honestidad y amor mutuos, no se siente para nada lo mismo con la novia Lucy. Y finalmente, qué bueno que esta desaparezca tan pronto.
El camino de vuelta a casa es emocionante, porque se siente el peso de la angustia al mismo tiempo que el asombro de volver a ver lo que es igual y al mismo tiempo tan diferente de los recuerdos. Pero, y era inevitable, cae en lo demasiado sentimental.
Pero, sobre todo, el gran error, fue, como en muchas cintas basadas sobre hechos reales, presentar imágenes documentales: el verdadero Saroo, su verdadera madre, su verdadera casa. Y
lo peor de lo peor fue poner en la misma imagen la falsa madre adoptiva (Nicole Kidman) con la verdadera madre biológica. Finalmente, y es totalmente paradójico, le quita fuerza a la cinta. Es una torpe manipulación del espectador: Miren, es verdaderamente real. Pueden Llorar de emoción….
Mejor olvidar la realidad impuesta y quedarse con la aventura extraordinaria de un niño extraordinario, con una fotografía de Greig Fraser y una música de Dustin O’Halloran que acompañan de forma muy atinada a un joven actor perfecto.
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