La ultima cinta de Gonzalo Vega, con un grupo de jóvenes actores de moda, en un papel que le queda a la perfección. Si la trama no es muy original, el realismo en las situaciones y las interpretaciones hacen en de esta cinta un testimonio casi sociológico, al mismo tiempo que cómico por lo estereotipado. ¿Pero acaso no son estereotipados los “niños bien”?
Ficha IMDb
En una gran mansión con jardines, coches, choferes y demás sirvientes, viven German Noble (Gonzalo Vega) y sus hijos. El le sirve un culto a su esposa que parece murio hace poco: cada noche prende unas velas junto a su fotografia en su mesita de noche, bajo la mirada un tanto desaprobatoria de la vieja sirvienta de la familia, Margarita (Mary Paz Mata).
Mientras tanto, los tres hijos llevan una vida muy despreocupada. Bárbara la princesa (Karla Souza) piensa solo en su fiesta de cumpleaños y su próxima boda con Peter el “español” (Carlos Gascón), Javier (Luis Gerardo Méndez) trabaja en la oficina de papa, donde idea nuevas empresas, totalmente imposibles de funcionar; Chava el “hípster” (Juan Pablo Gil) vive entre sus estudios, que se limitan a seducir a las maestras, y actividades falsamente espirituales, tipo regreso a los origines mexicas, temazcal y humos variados.
Cuando, a pesar de la oposición de Papa, Baby anuncia su boda con Peter, y su intensión de usar el fideicomiso dejado por su mama para financiar un nuevo negocio fantasioso del pretendiente, quien nunca ha sido capaz de mantener a flote ninguna empresa, y además Javi delega un trabajo importante en Chiapas para irse con sus amigos a Miami en el Jet de la empresa, German pasa a actuar.
Inventa que su socio Anwar Kaim (Mario Haddad) se llevó todo el dinero, dejando la empresa constructora en la quiebra y que el sindicato de la empresa exige las liquidaciones. De ahí la necesitad para padre e hijos, siendo todos socios, de esconderse. No hay mejor lugar que la vieja casa del padre de German, que este nunca se decidió a vender. Está en ruinas, en una colonia poco reluciente.
Una nueva vida empieza: los niños “nini” tienen que trabajar. Quien los ayudará a conseguir empleo es Lucho (Ianis Guerrero), camionero, sobrino de la nana Margarita, y quien creció en la casa de servicio de la gran residencia Noble. A Bárbara la mete de mesera en una cantina y a Javi de conductor de microbús. Cada quien tarda un poco en entender las leyes y reglas de su nuevo mundo, donde el trabajador es el último eslabón de una cadena alimenticia y económica, a quien le queda muy poco dinero después de pagar a una jerarquía extra oficial pero muy eficiente.
Cha, gracias al padre de un amigo, consigue trabajo como cajero en un banco, bajo el ojo primero hostil, después concupiscente y dominador de la gerente de la sucursal, Carmen (Ana Karina Guevara), quien sabrá aprovechar su necesidad de trabajo y sus talentos amorosos.
Mientras los tres hijos aprenden el valor del dinero y la realidad de sus ex amistades, el padre se pone al día de todo lo que no supo sobre la vida de sus hijos. Enfrascado que estaba en el éxito de su empresa, se quedó en la excusa superficial de que los niños no superaban la muerte de su mama y no vio la anorexia de Bárbara, ni la dislexia de Javier, ni el comportamiento escolar de Chava.
Todo, como en una buena comedia, terminará bien, después de un momento de conflicto: German logrará evitar la boda de Bárbara con el falso español, nacido en Cholula, y esta reconocerá las cualidades de Lucho, todos entenderán las reglas de sus trabajos y empezarán a ganar dinero. Y, después de un tiempo separados de su padre por la odiosa mentira que les montó, lo aceptarán de vuelta.
La cinta se somete a una temática usual en cine mexicano: el choque entre ricos y pobres, como lo muestra claramente el título, referencia al melodrama urbano Nosotros, los pobres (Ismail Rodriguez -1947) con Pedro Infante , con la famosa canción “Amorcito corazón” seguida de Ustedes, los ricos (Ismail Rodriguez - 1948). Lo hace con sencillez y ligereza. Pretende nada más divertir, con el uso de estereotipos, tanto de ricos como de pobres. Los primeros son unos inútiles, salvo el papa; los últimos son trabajadores y leales. Si las situaciones son exageradas para hacer reír, corresponden a circunstancias, palabras, expresiones que todos hemos presenciado en la vida cotidiana mexicana. Son arquetipos que vivimos, y que se vuelven pintorescos o molestos según el momento y el lugar. Dan ganas de regir o de desesperarse. Son parte de un cierto “folklor” local.
Los personajes son caricaturas: la “princesa” arrogante y superficial; el “mirrey” con sus absurdos negocios VIP, o el falso intelectual, entre sus gadgets de maraca y su ingles , el dueño de la cantina, el chofer de microbús , despreocupado de la vida de sus pasajeros mientras consigue “pasaje” , el pequeño jefe que trabaja día y noche y pone a trabajar a los menos exitosos, la nana dispuesta a hacerlo todo para que sus “niños “no sufran. Como todas las caricaturas, tienen algo de verdad y poca profundidad. Pero logran emocionarnos, darnos ganas de abofetearlos, aleccionarlos o abrirles los ojos.
Para darle apoyo a su pobre papa, el rico inocente, interpretado por el último Gonzalo Vega que veremos en pantalla, poco antes de su muerte.
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