El hecho de que sea
una historia real, y, además, autobiográfica, no le quita una dimensión de
incredibilidad. Es la historia de un abuso consentido, con la actuación,
extraordinaria, de Isabelle Huppert, quien lleva la cinta con toda su
intensidad.
Ficha IMDb
Todo
empieza en la soledad de una noche, en una cama. Una mujer cae al suelo, se
retuerza, grita. Maud Shainberg (Isabelle Huppert) está sufriendo una
hemorragia cerebral, muy sorprendente ya que parece todavía joven. De ahí
seguirán semanas en el hospital, una reeducación. Hasta que vuelve a su casa y
decide volver a su trabajo de directora de cine a pesar de la hemiplejia que le
paraliza todo el costado izquierdo. Tiene un proyecto para el cual esta
buscando un actor. Una noche, viendo en la televisión la entrevista de Viko
Piran (Kool Shen) un hombre que realizó un fraude de millones que lo llevó a
pasar algunos años en prisión, tiene algo como un flechazo: es él a quien
quiere como actor.
En
su casa decorada con mucha elegancia, como la ropa sobria con la cual se viste
y las altas botas negras hechas a la medida, la directora recibe al estafador.
El impone sus condiciones: nada de ensayos. Directo al trabajo. Pero mientras
se pone en marcha el proyecto, el acercamiento se va construyendo y la
confianza reciproca se instala. Maud se siente acompañada, apoyada, y Viko se
siente valorado al ser distinguido por una mujer tan especial.
Pero
poco a poco empieza a aprovechar la situación y a pedir dinero prestado. A
partir de este momento, vivirán al ritmo de cheques firmados, promesas de
devolución, grandes proyectos para ganar más y reponer el dinero, proyectos que
obviamente necesitan mas prestamos. Maud llegará a dar un total de 800 000
Euros, a vender su hermoso departamento y alojarse en una casa en ruinas, a no
tener dinero para invitar a su hija a comer, mientras Viko le regala a su mujer
una bolsa de 10 000 Euros.
La
situación parece incomprensible. ¿Como esta mujer, rica, famosa, hermosa e
inteligente, puede dejarse engañar por un hombre que no tiene ni inteligencia
ni encanto? Es rudo, mal educado, casi violento. Pero en realidad Maud no se
deja engañar, acepta. Todo. No sabe y no quiere salir de la espiral. Protesta,
grita, pelea. Y acaba firmando. El comportamiento físico de Maud, tieso, rígido
y aparentemente firme, contradice su flexibilidad y falta de estructura. Como
si la falta de control del lado izquierdo de su cuerpo fuera la manifestación
de la falta de control de su dinero, de su propiedad. Muy delgada, y vestida de
negro, Maud es como una planta frágil que no se puede sostener y necesita un
tutor. Muchos de los diálogos se limitan a una solicitud de apoyo, un “no me
sueltes” angustiado.
El
tiempo pasa y Maud parece asistir a su propia decadencia sin querer hacer nada.
Ve como Vico le saca dinero, le miente, la abandona, juega con ella.
Se
necesitará la intervención del banco y una junta familiar para que hable. Pero
todo lo que puede decir es que fue como un desdoblamiento inexplicable de su
persona: estaba consciente, pero era ella y no era ella al mismo tiempo. En un
larguísimo plano cercano, la mirada de Isabelle Huppert se vuelve ausente y
regresa, buscando su fuerza y su fragilidad, explicando sin explicar,
entendiendo sin entender.
Lo
que explica la cinta, al mismo tiempo que no es comprensible, es que la
directora, Catherine Breillat vivió exactamente esta situación: la hemorragia
cerebral, la hemiplejia, la preparación de una película Bad Love en Y la decisión de tomar como su actor a
Christophe Rocancourt, condenado por
estafar a dos celebridades. El estafador le sacó 800 000 euros en año y
medio.En 2009, Catherine Breillat contó su historia en su libro Abus de faiblesse antes de realizar la cinta
en 2013. Así que se trata de una historia autobiográfica, de algo que pasó
realmente y que la realizadora vivió en carne y hueso.
Isabelle
Huppert hace una interpretación muy realista en sus gestual: toma algo de la
autora, algo de ella, algo de una descripción medical de la enfermedad. Tiene
la pierna tiesa y el andar desbalanceado, tiene un brazo torcido y una mano en
forma de garfio. Es fría, la mirada de la cámara no es nada empática. Se limita
a describir fríamente. En ningún momento, el espectador puede sentir emoción,
simpática, acercamiento. En ningún momento hay explicación alguna, ni siquiera
mención de sentimientos.
Las
escenas llegan una después de la otra, parece que no hay cohesión entre ellas,
al punto que grandes espacios quedan vacíos, todo lo referente a la familia de
Maud, sus amigos, sus colegas de trabajo, inclusive su actividad de cineasta.
Y
tal vez porque no entiende, porque lo dejan al margen, el espectador queda
fascinado. La escena de Maud peleando con un paquete de jamón que no puede
abrir con su única mano valida es simbólica de la soledad y la tenacidad de
esta mujer anteriormente dominante y ahora victima.
¿Victima?
Se trata más bien de una fascinación mutua, una dependencia que tiene más que
ver con una relación sado masoquista, un tipo de amor perverso platónico. Al
final de la historia, abandonado por su esposa, Viko va a vivir a casa de Maud.
Acepta dormir en un cuarto atiborrado de cosas, en una cama sin almohada, con
un viejo cobertor. Con Maud en el cuarto de junto. Lega tarde a dormir y ella
le hace escenas de celos. Como un viejo matrimonio, como una “vieja amante” título
de una película de Catherine Breillat adaptada de una novela de Barbey
d’Aurevilly Une vieille maîtresse (2007). La dependencia afectiva
es reciproca, inexplicable e inquebrantable. No se trata solo de una situación
clasificable en les categorías judiciales donde el abuso de debilidad es
claramente definido, (El caso Liliane Bettencourt fue un caso muy sonado en Francia en 2013 ya que el expresidente Nicolas
Sarkozy fue imputado,
con el objetivo de valorar si abusó de la debilidad de la heredera del imperio
cosmético L’Oreal para conseguir fondos para el financiamiento de la campaña
que le llevó al Elíseo en 2007).
Aquí
se va tejiendo una confianza, una afinidad de elección, una “afinidad electiva”
como las llamó Goethe, excesiva al punto que nada bueno puede resultar de ella.
La situación de Maud, su incapacidad a veces lucida es trágica. Una fuerza
mayor que ella la domina, como las grandes heroínas de la antigüedad. No puede
hacer nada a pesar de ver a donde la lleva esa relación. Ella es su propio
verdugo.
Si la narración puede parecer repetitiva, con poca acción, a veces con
poca coherencia, lo indiscutible es que la interpretación de Isabelle Huppert
es magistral, a la altura de sus grandes interpretaciones trágicas sobe el
escenario teatral.
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