Un intento que no logra
completamente su objetivo, no por falta de buenos actores, sino por flaquezas
en su narración. Lástima porque tenía buenas intenciones, pero es difícil hacer
un “feel good movie” sin caer en los estereotipos.
Ficha IMDb
Lucie Larcher (Florence Foresti) vive angustiada, y con mucha razón. Está viviendo
el final de un cáncer. Según su oncólogo, Frédéric (Jonathan
Cohen), todo está bien. Ya lo venció y puede tratar
de volver a una vida normal. el problema es que ella se siente desajustada. ya
no es el centro del mundo y de las atenciones como cuando estaba enferma, todo
mundo espera que se comporte de forma “normal”, pero ella sigue muy cansada y
tiene una extraña relación con su cuerpo, en particular con su pelo que todavía
no ha crecido.
Las distracciones de sus amigos la aburren y se defiende con humor del
seductor Clovis (Mathieu Kassovitz) que tenía todas las intenciones de ligarse
a su amiga en un antro. En un intento de tal vez cambiar de peluca para cambiar
algo al color de su vida, se topa con una extraña mujer, Dalíla (García) quien
se encarga de maquillarla y peinarla.
Su madre, Yvonne, (Josée Drevon) sigue igual de exigente e indiferente.,
su hija Hortense (Jeanne Astier) sigue igual de adolescente. Pero Clovis Sigue
con su tentativa de seducción en formas inesperadas: una comida en una
residencia de ancianos con lecciones de seducción para la tercera edad, y para
todas las edades, confesión de compras compulsivas en televisión, y una torpeza
audaz que Lucie rechaza al mismo tiempo que la busca.
Es que ha caído en las redes de Dalila y sus clases de aceptación de la feminidad,
con objetivo y métodos poco usuales: ni más ni menos que el striptease.
Una recaída y la necesidad de quitarle los dos senos la pondrán enfrente
de algunas obligaciones: simplemente hablar con la verdad a cada uno de sus
próximos.
Las intenciones de la cinta son muy buenas: enseñar el valor de las que
la vida destruye, mostrar la red de apoyo con la que pueden contar, los caminos
a veces extraños que toma la resiliencia. Llena dé optimismo, muestra que los
más grandes obstáculos, internos y externos, pueden eliminarse si uno lo decide
firmemente.
Algunas escenas están bastante bien logradas, tienen una resonancia real,
efectiva y emotiva. sobre todo, gracias a la química entre los actores que, de
dos en dos, se acoplan bien: madre e hija, hermanas, hermano y hermana. Inclusive
una escena de comida dominguera familiar suena totalmente atinada.
Pero se trata de escenas, de momentos. La narración está poco fluida
porque está llena de hoyos. ¿Como puede Lucie llegar sin avisar al departamento
de Clovis si ese nunca le dio du dirección? Nunca se mencionan más ocupación de
unos personajes que parecen totalmente libres en el mundo. La hija, de 15 años,
acaba de tener su primera menstruación, hecho que no tendrá ninguna relevancia
en la narración posterior. Y, sobre todo, la revelación que el oncólogo es el hermano
de Lucie llega a más de la mitad de la historia. Por cierto, cuando todos los
estudios decían que ella estaba fuera de peligro, de repente, y sin saber
cuándo tiempo pasa, esta tan grave que hay que quitarle los dos senos. por
vierte, está peluca parece fuera de lugar si ya se salvó de la enfermedad.
En cuanto al final, con striptease y plumas, es al mismo tiempo
demasiado y demasiado poco. ¿Y porque Nicole García habla en inglés? Otro
personaje reducido a una superficie, sin explicaciones ni definición.
El espectador se siente al borde de algo que hubiera podido ser
interesante pero que no logra mantener una personalidad. Son retazos de
intenciones que no logran cuajar en conjunto. Se buscan efectos puntuales, como
la escena, bastante bien lograda de clase de seducción en el asilo. El juego
con el casco que Julie no quiere quitarse por miedo a arrancar la peluca es
divertido un instante, pero aburre al repetirse.
No olvidemos lo inverosímil: un hermano que es el oncólogo de su
hermana, una mujer que trabaja (¿) como florista y vive en un magnifico
departamento. Por cierto, se tarda un poco en entender que la madre y las dos
hijas tienen un negocio de plantas, con todo e invernadero. ¿Pero, donde
venden?
Si era atinado empezar la cinta en el momento en que
la enfermedad acaba (a pesar de las inverosímiles que acompañan esta situación),
parece torpe volver a caer en facilidad de los días y las angustias antes de la
operación, tema tratado en tantas películas. Eso lleva a las esperadas escenas
de reconciliaciones, aceptaciones, explicaciones, reunión familiar y rencuentro
en el último pasillo, con el enamorado que por fin entendió.
Suena un poco a reality show, a comedia gringa fácil,
a optimismo forzado. Pasando por las etapas clásicas de la comedia, uno sabe
que todo va a acabar bien. El tono general de suavidad y benevolencia es también
parte del nuevo discurso hacia las mujeres, que “deben” reconocer su fuerza, aceptarse
y tratarse bien, en lo personal y en solidaridad de género.
El tema de la enfermedad, de la aceptación
de si y de los demás, merece algo un poco menos previsible y superficial.
No comments:
Post a Comment