Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Sunday, March 31, 2019

The Professor and the Madman (Farhad Safinia, 2019) - 7/10


Resulta bastante decepcionante el encuentro esperado entre dos actores que fueron importantes. cada uno parece vivir el asunto por su lado. La historia nunca logra cuajar e interesar. Todo se ve demasiado forzado.

Ficha IMDb

En 1872, en el Oxford de los colegios prestigiosos, se necesita urgentemente un diccionario que fije el uso de las palabras. Como nadie logra llevar a cabo la titánica tarea que representa construir un diccionario, se llama, a regañadientes, a un erudito autodidacta, James Murray (Mel Gibson), Además de dominar casi todos los idiomas habidos y por haber, vivos y muertos, parece tener la capacidad de organización, de detalles y de síntesis que le permitirán producir el Oxford English Dictionary. A eso se añade una cierta idea de si mismo, una familia numerosa, una esposa comprensiva, Adda (Jennifer Ehle) .

Sin embargo, para elaborar los millares de tarjetas necesarias, se necesitan muchas colaboraciones. Uno de los colaboradores es el Doctor William Chester Minor (Sean Penn), encerrado en el hospital psiquiátrico de Broadmoor después de matar al hombre que según el lo perseguía. En realidad, Minor, veterano de la Guerra Civil estadounidense es perseguido por la sombra de un hombre que lastimó. Su erudición, resultado de compulsivas lecturas, su memoria fotográfica, la riqueza y precisión de su vocabulario lo vuelven indispensable para el equipo del filólogo. A medida que progresa el trabajo de edición, evoluciona la enfermedad mental del capitán, que va empeorando al contacto de Eliza Merrett (Nathalie Dormer) la viuda de su victima. Extremo en su pasión amorosa como lo fue en sus delirios de persecución, deseoso de perdón y reconocimiento al mismo tiempo que convencido de no merecerlos, entabla una amistad entre iguales intelectualmente con el ahora diplomado de Oxford.

Como en secundo plano, se muestran las investigaciones en los tratamientos de enfermedad mentales en este fin de siglo XIX, antes de que empezaran los trabajos que finalmente mostraron el camino hacia las nuevas terapias. En Broadmoor, a cargo del doctor Brayne (Stephen Dillane), se utiliza la frenología, la lobotomía, los baños con agua helada.

Sean Penn es conocido por sus actuaciones poseídas, casi alucinadas. Si este estilo parece corresponder al personaje del loco Capitán, Penn, tal vez por ser su regreso después de años lejos de las pantallas, sobreactúa. Exagera la locura del personaje, con ojos exorbitados, movimientos excesivos de la cabeza y del cuerpo entero, cambios bruscos de expresión. Se mueve entre sentimientos contrarios y extremos: remordimientos, orgullo, suplicación, dominación, autoflagelación, autocastigo. Pasa de otro a otro sin transición y aparentemente sin razón.

Frente a él, el Profesor es un Mel Gibson cuya capacidad interpretativa no rebasa su barba y sus trajes elegantes. Su fría distinción no provoca el interés ni siquiera intelectual para un hombre de tan amplio conocimiento, responsable de una empresa extraordinaria.

El resultado de esta falta de armonización es que a la cinta, a la narración, les falta pasión, le falta ambición. Nunca logra despegar. Nunca logra conmover. La lingüística, la investigación, la vida de las palabras son aventuras. La locura también.

La cinta , basada en el libro El cirujano de Crowthorne publicado en 1998, vivio durante 20 años muchos episiodios en la escritura del guion, la producion, la realizacion. Parece que en este camino demasiado largo  perdio la fascinacion por el deseo de saber, de dominar exhaustivamente un campo del conocimineto. Siendo las palabras los vehiculos de todos los saberes, conocerlas todas, signficaria saberlo todo. Sueño de los hombres desde los tiempos más remotos.

Wednesday, March 27, 2019

Vice (Adam McKay, 2018) - 7.5 10


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En el mismo estilo que la anterior cinta de este director, The Big Short (La gran apuesta- 2015), que alcanzó un éxito rotundo, esta biografía arreglada de un político no tan visible pero muy influyente, deja un extraño sabor de boca, un cierto malestar, al sentir que el director se burla abiertamente de un hombre, todavía vivo, que presenta sin ninguna piedad. Basta con el juego de palabra de título para percibirlo de entrada.

Ficha IMDb

El nombre de Dick Cheney fue sin ninguna duda muchas veces mencionado en los oscuros años de George Bush hijo y de las intervenciones en Irak y Afganistán. Pero siempre fue como en segundo plano.

La cinta de McKay se da a la tarea de, según el director, restablecer la verdad, poner cada uno en su verdadero lugar y sus verdaderas responsabilidades. Para eso vuelve a la juventud de Cheney el inútil, borracho y estúpido, hasta que su esposa Lynne (Amy Adams), ambiciosa e insensible, le pone un ultimátum. A partir de ese momento, el hombre se portará bien, subirá los escalones de la política, tomará las decisiones correctas en el momento correcto, como en una partida de ajedrez del tamaño de la vida.

Su primer encuentro fundamental es Donald Rumsfeld (Steve Carell), quien le revela las reglas del juego. Jefe del gabinete de Gerald Ford (Bill Camp), secretario de defensa con George Bush padre (John Hillner), a cierto nivel, el pajarito inhábil ya aprendió, subió de peso, vivió unos cuantos ataques cardíacos, y pasó de discípulo a maestro. Ahora él guía, los demás obedecen. Todos los actores políticos: secretarios, diputados, presidentes, candidatos, inclusive su hija. A su contacto, todos se vuelven ambiciosos, ávidos de poder y profundamente malos. Y eso duró cuarenta años.

Todo lo que hace Dick Cheney, como lo muestra McKay, está manchado de una maldad que parece sudarle de los poros. El retrato es tan unicolor que parece caricatura. Sobre él recaen todas las maldades de Estados Unidos desde unos veinte años. Eminencia gris de un Bush limitado mentalmente, dedicado a sus costillas barbecue, marionetista en la sombra, Cheney convierte en marionetas a los mejores como el pobre secretario general de la Onu, Colin Powell (Tyler Perry) a actuar de forma vil.

Para reforzar su argumentación, que en realidad es un ataque ad hominen, sin argumentos reales, McKay mezcla películas y fotografías documentales (Abou Ghraïb), recreaciones actuadas, mapas, en un estilo de sub- Oliver Stone, que se siente muy forzado.

Se ha aclamado la actuación de Christian Bale. Pero es bastante inexpresiva: un monolito convencido de tener la razón, un oso testarudo. Lo interesante es en efecto el parecido con el personaje real, pero eso viene del maquillaje y del exceso de peso, no de la actuación. Parece ser últimamente un camino que gusta mucho en Hollywood. Véase el Churchill de Gary Oldman en Darkest Hour de Joe Wright (2017), o DiCaprio como el director del FBI en J. Edgar (Clint Eastwood – 2011). Claro si se recuerda a Bale en American Psycho (Mary Harron - 2000) o The Machinist (Brad Anderson – 2004, la transformación del actor es sorprendente. Pero es apariencia, no actuación. Bush (Sam Rockwell) es una marioneta simplista, reducido a unas expresiones cómicas muy limitadas; más interesante es Steve Carell como Rumsfeld el iniciador, más retorcido y sutil, maquiavélico.

El recurso del falso final es divertido: con un Cheney dedicado a su salud, prudente, corredor de ironman, dedicado a su familia y un trabajo honesto, la faz del mundo hubiera sido distinta. ¿Quien sabe?  El verdadero final, con Cheney volteándose a la cámara para dirigirse al espectador es desgraciadamente ya usado: House of Cards nos ha acostumbrado a este recurso shakespeariano en el mismo intento de revelar los entretelones de la política, recurso por cierto nada nuevo ya que el aparte es habitual en el teatro y permite dar una dimensión extra, romper la cuarta pared. Pensándolo bien, si hubiera que escoger, la serie protagonizada par Kevin Spacey presenta muchas cualidades que, en su ficción, la hacen mas creíble que la cinta de McKay, que abiertamente presenta una persona real. Y la actuación de Spacey, sin tantos kilos, en sentido de peso físico y de interpretación, resulta bastante mas disfrutable.

El exceso en el retrato del manipular y oportunista Cheney y la voluntad forzada de denunciar, hacen que el objetivo no se cumpla. Entre Michael Moore y Oliver Stone, Mckay no encuentra realmente su lugar y su estilo propio. Sugiere, pretende ofrecer una verdad. pero siempre se queda al limite entre inventiva y documental, entre bufón y didáctico.  Resulta ser finalmente bastante peligroso ya que su tono demasiado exagerado y una seudo-explicación de la política estadounidense impiden al espectador encontrar su propia posición frente al personaje


Monday, March 18, 2019

Can You Ever Forgive Me ? (Marcelle Heller, 2018) - 8 /10


Entre comedia y drama, entre risas y lágrimas, una historia verídica, magníficamente interpretada por Melissa McCarthy, nominada al Oscar, por primera vez en un papel inteligente.

Ficha IMDb

Obligada a trabajar hasta altas horas de la noche, Lee Israel (Melissa McCarthy) se ayuda con algunas copas. Cuando manda al diablo su jefe por tratar de prohibírselo, este simplemente la manda a la calle.

Sin trabajo, con una gata enferma jersey, en un departamento sucio y cuyo alquiler no ha pagado desde meses, Lee se las ve duras. Su último y único libro publicado, una biografía de la Cosmetóloga Estée Lauder, está de rebajas en las librerías. Y nadie cree en su actual proyecto, una biografía de Fanny Brice, la cantante de music-hall que lanzó a Barbara Streisand a la fama con Funny Girl (William Wyler – 1968), sobre todo su agente, Marjorie (Jane Curtin), mujer lanzada en la sociedad neoyorquina y organizadora de fiestas que erizan la paciencia de Lee, la cual no duda en llevarse el abrigo “equivocado” y unos rollos de papel higiénico.

Su enorme deuda con su veterinaria le impide dar a su amada gata Jersey, la suciedad de su departamento impide la entrada del fumigador, lo que la obliga a seguir viviendo en medio de las moscas. Vende sus libros, a precios miserable, y eso cuando se los reciben. Hasta el día en que encuentra fortuitamente en un libro de la biblioteca una carta autógrafa de algún famoso. La venta le aporta no solo dinero, sino una idea genial: se lanza en la producción de falsas cartas de verdaderos famosos.

Un encuentro en un bar, porque sigue consumiendo mucho whisky, la acerca a un ser extraño, Jack Hock (Richard E. Grant). Homosexual, ladrón, seductor, amigo del alcohol y del sarcasmo auto dirigido, tiene todo para hacerle compañía a Lee. Juntos beberán, limpiarán el departamento y lavarán los trastes, harán bromas telefónicas y se burlarán de los tontos. Se salvará a Jersey, se escribirán y venderán cartas. Todo ira bien, hasta que todo vaya mal, que las denuncias por fraude empiecen, que Jack deje morir a Jersey, que Lee lo eche del departamento, que Jack se vengue a testificar contra ella. que el FBI la arreste.

El esquema es tradicional: mala situación que empeora hasta que se encuentre una solución, lo que lleva a un mejoramiento que acaba en castigo. Los personajes no son tan extraordinarios y casi estereotipos: la lesbiana solitaria que quiere más a los gatos que a los humanos, bebe sola y vive en la suciedad, rechaza todo contacto humano al mismo tiempo que se dejaría tal vez llevar a una amistad amorosa con la joven vendedora de libros Anna (Dolly Wells) y en el fondo no supera la separación con su ex -pareja Elaine (Anna Deavere Smith); el seductor histriónico, felizmente triste de sus desastres económicos y sentimentales: sin dinero, sin casa, sin ropa, sin amante, sin trabajo, pequeño dealer, gran ladrón. Sin embargo, seducen, atraen, divierten y conmueven. Antes que todo porque los dos actores son absolutamente poderosos y subyugadores. Amenazados por la angustia, el abandono, la perdida de si mismo por el alcohol, la sordidez, la suciedad, se mantienen en la superficie casi milagrosamente, al saber actuar con modestia y sutileza. Lo pesado se vuelve ligero, a veces cómico. Tienen humor, conocido como la “cortesía de los desesperados”.

Lee Israel es una mujer en cierta forma indefinida, ni joven, ni vieja. Melissa McCarthy le da una apariencia tan normal que se parece a cualquiera, tiene los defectos de cualquiera y nos invita a identificarnos. No es en especial divertida ni especialmente odiosa. Tiene el talento de decir lo que opina en el momento que le place. Pero también sabe convencer cuando le conviene. Melissa McCarthy, al no estar obligada a meterse en la interpretación previsible de la gordita divertida, con las entonaciones, mímicas y ritmos esperados, tiene la libertad de expresar una gama mucho más amplia. Pasa por todos los sentimientos, enfados, ternuras, impaciencias, desesperaciones, con una gran facilidad, ayudada por los planos cercanos reveladores.

Frente a ella, Jack es un monumento de artificio. En él, nada es natural. El personaje se la pasa interpretando papeles y jugando. Al punto que, cuando se porta con gentileza, cuando apoya a Lee en actividades poco relucientes, uno se pregunta en todo momento cuando va a dejar de ser buena persona.

Los papeles secundarios están bastante bien, aunque bastante poco visibles: la agente Marjorie, el administrador del inmueble con su mamá, el librero que rechaza los libros, los que compran las falsas cartas. La única que resalta es Anna. Su personaje está a punto de volverse importante, su personalidad está a punto de enamorarse de Lee, y Lee a punto de bajar la guardia. Pero las viejas costumbres y las viejas barreras no se derrumben tan fácilmente.

La reconstitución del Nueva York de los años 90, con sus librerías adonde ya casi nadie va, los bares oscuros, la gente normal que escucha música para todos construye a un ambiente reconfortante porque sumamente humano e intimista. Gente con amor a lo que ya no estado moda, que asume con tranquilidad y fortaleza sus decisiones. La cinta parece transmitir una verdad que rebasa el tiempo, la asociabilidad tal vez no sea tan mala y, tal vez sea una forma mas verídica de amor al genero humano. Esta historia, verdadera, de una gran mentira, nos da un personaje mucho más honesto en su relación a sí misma y a los demás que mucha gente honesta ante la ley.

Tanto la historia como la ambientación, el ritmo, la música, todo hace de esta cinta una pequeña joya que merecía ser más reconocida en la temporada de Oscares y otras condecoraciones.