Una cinta representativa de una nueva forma de hacer cine después de 1968, con un cuestionamiento abierto a las instituciones. Un gran elenco y un famoso director se comprometen valientemente en una denunciación de los desbordamientos policiacos.
Ficha IMDb
En Aix-en-Provence, ciudad provinciana y conservadora, una mañana como cualquiera, antes de Navidad, dos inspectores llegan a la casa de Michel Saugeat ( Roland Lesaffre) para detenerlo por el supuesto robo de una caja fuerte en el taller mecánico donde trabaja. Cinco años antes, fue arrestado por el mismo tipo de atraco, sus huellas están en la caja fuerte y, como se sabe, la mala semilla nunca muere.
Trasladado al comisariato, es interrogado por los dos inspectores, Rabut (François Cadet) y Bonetti (Serge Sauvion) , bajo las ordenes del comisario Bertrand (Michel Lonsdale), detrás de una puerta cerrada. Horas después, es entregado a su esposa Geneviève (Francoise Giret) en forma de cadáver. Esta decide levantar una queja, asistida de un joven abogado, Maitre Rivette (Luc Ponette) . Se le pide al juez. Bernard Level (Jacques Brel) instruir el caso. Según la organización judicial francesa, el juez de instrucción es quien prepara el expediente para el juicio. Su deber es reunir todas las pruebas y testimonios que permitirán a jueces y jurados llegar a un veredicto. Para la constitución del expediente, se apoya en la policía. El problema en este caso bien particular es que la policía es también la acusada.
Conforme el juez va avanzando y juntando testimonios que confirman la excesiva violencia policiaca, varios obstáculos se levantan en su camino.
El interrogatorio de Saugeat tuvo tres testigos de oídos : el primero, el vagabundo Ernest Mauvoisins (Lucien Barjon), estaba dormido, el segundo, miedoso de nacimiento (Marius Laurey) oyó solamente gemidos. La tercera es una prostituta, Danielle Lebègue (Catherine Rouvel). Desapareció inmediatamente y nadie la puede encontrar. Hasta el día en que se presenta voluntariamente y declara firmemente que Saugeat fue golpeado. Días después, su “amigo” y proxeneta Marco (Luc Merenda) está amenazado.
El hijo del juez (Didier Haudepin) , estudiante que prepara el concurso de reclutamiento para maestros, es arrestado durante una manifestación (estamos en 1971) y, curiosamente, se le encuentra marihuana en el bolsillo, cuando él nunca ha consumido. De tener antecedentes penales, nunca podrá ser maestro.
La amiga intima del juez, Laura (Paola Pitagora), anticuaria en una pequeña ciudad cerca de Aix, es acusada de posesión de mercancía robada, por una pieza antigua que compró cuando se vendió un viejo castillo en la zona. Siendo italiana, podría perder su permiso de estancia.
Muy oportunamente los tres policías han contratado al mejor abocado de la zona, Maitre Graziani (Charles Denner), uno de los mejores de Francia, y de los más caros. El joven abogado de la viuda fue su alumno y no puede resistir frente a la proposición de verse asociado al despacho del ilustre maestro en Lyon. Por lo que no hace ningún esfuerzo para darle una defensa eficiente a su cliente.
Las instituciones se apoyan para mantener el orden oficial. ¿Quiénes son los asesinos del orden?
Marcel Carné ha sido famoso en los años 30 y 40 cuando realizaba películas realistas , varias veces sobre guion y diálogos de Jacques Prévert, y con actores tan famosos como Jean Gabin, Yves Montand, Michèle Morgan, Arletty, Louis Jouvet Se trataba de historias de gente sencilla, autentica, honesta, muchas veces expuesta a las injusticias de los más ricos y potentes. Un cine popular y autentico : Quai des brumes (1938), Hôtel du Nord (1938), Le jour se lève (1939), Les portes de la nuit (1946).
No tiene la misma fuerza en esta entrega tardía. El uso del color tal vez le quite esa potencia oscura y profunda. Sin embargo, tiene una dirección certera : el uso de la puerta cerrada para sugerir el drama escondido que pasa atrás , ni más ni menos que la ejecución a golpes de un hombre, al mismo tiempo que sirve de soporte a los créditos. Sus actores son de los mejor del momento, habituales de las cintas policiacas. Michel Lonsdale el flemático aristócrata de Marguerite Duras, con su voz distinguida y sus modales melosos de “ A mi no me tocan”, tiene la hipocresía requerida. Sobre todo, Jacques Brel, el cantante inspirado, el interprete nervioso, el poeta sensible y rabioso, que siempre se presentó como un hombre libre y defensor de la libertad y la justicia, tiene aquí un papel conforme a su personalidad y sus ideales. Logra interpretarlo con sencillez, discreción, sin grandes efectos de voz o de movimientos, pero en una forma profundamente intensa. Es un juez pacifico , pero que quiere ir hasta el fondo de la verdad, a pesar de todas las trampas que ponen en su camino. Charles Denner no tiene mucha presencia en su papel del abogado famoso pero cada aparición es un deleite con su estilo barroco y excesivo que provoca la indignación al mismo tiempo que la admiración.
El autor de la novela de la cual se adapta el guion, Jean Laborde, fue durante años cronista judicial, se inspira directamente de un caso real que ocurrió en Burdeos en 1946 y que fue reportado en 1971 en el famoso libro Los expedientes negros de la policía francesa de Denis Langlois. En la realidad, el juez no fue tan valiente frente a las presiones y decidió que no había lugar a proceso. Fue la Cámara de Acusación quien mandó los policías al Tribunal donde fueron juzgados en 1954, y absueltos.
En la cinta se percibe toda la rabia que se acumuló durante décadas, estalló en mayo del 68 y sigue destilándose poco a poco. Algo ya cambió, la población poco a poco sigue el camino que abrieron los jóvenes. Comportamientos injustos, formas de sometimiento económico, social, político, ya no pueden seguir impunemente. La policía será una de las instituciones más criticadas en los años siguientes, lo que llevará al establecimiento de un código de respeto de los derechos humanos. También empezará a actuar una nueva generación de jueces de instrucción, llamados despreciativamente los “pequeños jueces”, que no se someterán a las exigencias del poder y darán más cabida a los testimonios populares en contra de los pudientes. Es, tal vez, el fin de un sistema donde “hay dos justicias , una para los policías y una para los no-policías” , según las palabras del juez Level.
SI Carné hace un trabajo muy honesto y controlad , no tiene la fuerza de convocación de un André Cayatte a veces al limite de la manipulación (Mourir d’aimer – 1971 ; Verdict – 1974; La raison d’état – 1978), de un José Giovanni (Deux hommes dans la ville – 1973) o de un Yves Boisset (Un condé – 1970 ; Le juge Fayard dit le Shériff – 1977) pero nos da una cinta muy valiosa y, además, nada aburrida.
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