Muy agradable película, con una hermosa fotografía y buenos actores, pero sin ningún sentido de verosimilitud.
Ficha IMDbEn pleno siglo XVIII, más precisamente algunos años antes de la revolución francesa, el duque de Chamfort (Benjamin Lavernhe), históricamente reconocido su talento en las frases espirituales, gusta de invitar a sus amigos para que disfruten de los talentos de su cocinero, Pierre Manceron (Grégory Gadebois). A condición de que este prepare lo que se le pidió y no tenga iniciativas.
Él rituales que, después de la comida, los invitados hagan sus comentarios sobre los platillos, es decir que entren en una competencia de hermosas frases para alabar al mismo tiempo que brillan . Ese día, después de un coro unánime de celebración de los exquisitos platillos, el obispo (Gilles Privat) invitado de honor, pregunta sobre un pequeño paté, que llama délicieux, que Chamfort no había pedido y que Manceron tuvo la osadía de presentar. A la pregunta sobre los ingredientes, el cocinero tiene la mala idea de contestar con la verdad : trufas y papas. ¡Horror!Son alimentos para los puercos. Son productos que crecen bajo la tierra y que la Iglesia, ya que puede cobrar impuestos sólo sobre lo que crece visible, devaloriza y alifica de diabólicos. Hay una escala celeste de los alimentos: más aéreos, más divinos. La competencia de palabras, sarcasmos y mímicas no tiene límites. Chamfort no soporta la humillación, exige que su cocinero presente disculpas. Manceron no lo hace, lo despide a su cocinero quien tiene que dejar inmediatamente el castillo, acompañado por su joven hijo, Benjamin ( Lorenzo Lefèbvre) muy triste de tener que dejar la biblioteca de Chamfort.
Manceron vuelve a su casa, una posta que administraba su padre, ahora muerto. Solo queda un compañero de este, Jacob ( Christian Bouillette) cuyo único defecto es su gran amor por la botella. ….
Manceron espera de Chamfort que cambie de idea y lo vuelva a llamar. Los días pasan, llega una extraña mujer, Claire (Isabelle Carré), que quiere ser aprendiz de Manceron. Respuesta tajantemente negativa : para empezar, las mujeres no pueden ser aprendices, los cocineros son hombres y, de todas formas, Manceron ya no cocina. Pero poco a poco, entre las presiones de Claire, de Benjamin y del viejo Jacob, Louis Manceron se decide a emprender : abrirá un lugar para comer y disfrutar, ayudado en el servicio por los niños pobres de la zona. Claire sugiere nuevos platillos como las papas fritas, una nueva organización de las comidas, por ejemplo, una bandeja de quesos surtidos antes del postre, comer lo dulce al final de la comida, presentar el pan en rebanadas, preparar un menú y disponer pequeñas mesas separadas …. El asunto va viento en popa hasta que Hyacinthe (Guillaume de Tonquédec) el mayordomo de Chamfort llega con una propuesta: que Manceron haga una comida dentro de unos días Todos se ponen a trabajar para elaborar el festín con el menú pedido por el marqués. Claire sugiere unos cambios y en particular volver a hacer los délicieux. Pero el marqués pasa su camino, la comida queda, Claire avienta todo y un pobre pollito cae muerto por picotear un délicieux.
Pelea, separación, tristeza . El amor al arte se perdió. Pero llega el tiempo de las explicaciones : si Manceron tiene una revancha contra Chamfort, Claire tiene una venganza ya que el marqués provocó la muerte de su esposo. Llegará el día en que los dos cómplices podrán finalmente ridiculizar al marqués en frente de una sola de restaurante llena, satisfacer revancha, venganza y establecer el éxito comercial.
La gran calidad de la cita es la belleza de su fotografía : el campo en las diferentes estaciones, los animales, las flores están animados de una vida propia, provocan unos deseos de caminar ahí, de respirar, de tocar. En interiores las imágenes parecen copiadas de los grandes pintores de la época : caras en la luz de las velas , dignas de los claroscuros de De La Tour, bodegones con frutas o verduras, o objetos, la alusión directa al trompo de Chardin. Qué decir de los platillos, preparados por cocineros expertos :pasteles, pastelitos, verduras, carnes, dispuestos en bufetes, mesas, canastas.
Todo esto crea un ambiente de cuento de hadas. Y es realmente lo que es esta cinta : no es para nada un drama histórico, es un cuento maravilloso donde los elementos aparecen sin razón y súbitamente en el momento necesario. ¿Cómo llegaron todos esos ingredientes? ¿ Cómo dos personas prepararon en tan pocos días tantos alimentos para tanta gente? ¿De dónde salieron todas esas cacerolas de cobre que se ensucian alegremente?¿Y quién las lava? Y todos los clientes del final feliz, burgueses muy limpios y en vestidos, ¿cómo llegaron?, ¿a pie, a caballo, en coches? No se ensuciaron, no se cansaron.
Con la misma dinámica del cuento, los espacios cambian de dimensiones : la sala de la posada, de pequeña y sucia, se transforma a luminosa, amplia, casi extensible para recibir a un gran número de mesas y comensales. De la misma forma, el prado afuera es cada vez más extendido.
Además, ¿cómo un restaurante en un rincón alejado de una provincia aislada, el Cantal, en alguna parte del sur de Francia, puede tener tanto éxito? Ya nadie pasa por la carretera, ya que ya no es relevo de caballos.
En resumen, una película sin sentido histórico, sin lógica , una narración previsible. Un divertimento sin real interés a parte de la hermosura de sus imágenes. Y un excelente actor, gordo como debe ser un cocinero que disfruta de la preparación y la degustación de los alimentos. Sutil en sus diferentes momentos y sentimientos.
La escena de la comida en casa de Chamfort y el intercambio de opiniones en emulación de elegancia, sofisticación, finezas, y después en maldades y sarcasmos recuerda a Ridicule (Patrice Leconte– 1996) y dejaba esperar un juego intelectual que desagraciadamente se abandona muy rápido. Los diálogos son de lo más sencillos y previsibles, con unos guiños al futuro: Manceron y su socia tuvieron las ideas geniales que nos hacen comer hoy como lo hacemos. Otra vez, una historia falsificada, reconstruida para complacer a un publico poco exigente y hacerlo sentirse inteligente.
Con la misma intención, la cinta menciona preocupaciones actuales : que un empleado se lance a ser artesano- emprendedor, que se usen los productos locales, verduras frescas y hierbas de la huerta, que una mujer tenga un papel de primer plano en la organización y el funcionamiento del negocio, que aprenda un oficio reservado a los hombres. Otra vez se nota el aspecto demagogo del guion.
Es cierto que le concepto de restaurante se inventó en este periodo muy particular de la sociedad europea, cuando los cocineros de los nobles, desempleados, salieron para instalar un nuevo tipo de establecimientos que tuvieron un impacto real en la forma de vivir de la sociedad intelectual : lugares de comida delicada digna de las grandes casas, pero también de encuentro intelectual, de discusiones políticas. Catorce restaurantes se abrieron en Paris poco antes de la Revolución de 1789, varias veces mencionada en la película. Todavía quedan algunos: Le Grand Véfour, Le Procope…No son muy económicos .
En resumen, un bonito engaño. Una cinta para amantes de la comida, no de la historia.
En resumen, un bonito engaño. Una cinta para amantes de la comida, no de la historia.
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