Una película totalmente según el punto de vista de la madre, que no lo dice todo y da informaciones conforme llegan sus recuerdos, siguiendo una reconstrucción y una búsqueda angustiada y auto culpabilizadora. Un ambiente pesado, claustrofóbico y rojizo.
Ficha IMDb
Porque las madres siempre se sienten culpables de no haber amada suficiente, y porque la sociedad las acusa fácilmente de ser “malas madres”. Desde Freud, parece que las madres sean responsables de las acciones de sus hijos. Sobre todo las malas acciones.
La película nos enseña sobre todo el sufrimiento de una madre. Magníficamente y fríamente interpretada por Tilda Swinton. Todo empieza en una pesadilla donde ella se encuentra en medio de una muchedumbre bañada en sangre. De la cual no puede salir. Y cuando despierta, es para descubrir que su casa ha sido salpicada de sangre, ventanas, paredes, hasta su coche. Pasará buena parte de la película tratando de limpiar.
En resumen, la película trata de esto, como limpiar el daño hecho por su hijo. Limpiarse. Sola. Porque no hay posibilidad de que la ayuden las víctimas, ni el culpable.
En el momento de la historia, estamos dos años después de los sucesos, y la madre sigue yendo a visitar a su hijo. Pero estamos 18 años después del nacimiento de Kevin, y Eva lleva este tiempo sufriendo y tratando de acercarse a él.
La película es un constante ida y vuelta entre el momento actual: Eva, de pelo medio largo, desganada, tratando de rehacer su vida solitariamente, con una casita, y un trabajito, ropa demasiado amplia, escondiéndose de todos. Y la larga historia de 16 años de su vida de madre, desde que se embaraza, tiene a su hijo y trata de convivir con un perfecto demonio. Demonio, monstruo, diablo, tiene algo de los niños de las películas de terror, anticristos y demás, con sus ojos fríos, su inteligencia del daño que pueden provocar, de cómo provocarlo. Kevin sabe cómo jugar con los sentimientos, hacerse tierno para asestar un golpe más certero a su víctima cuando esta se cree a salvo. Madre e hijo se parecen muchísimo, empezando por la silueta andrógina de Tilda Swinton y Ezra Miller, con su pelo corto, su delgadez extrema y sus ojos fríos.
No se sabe gran cosa de la vida personal de Eva, parece ser una escritora talentosa, se ve un poster son su nombre en una librería, pero nunca la vemos escribir, nunca la vemos en una vida social, parece no tener vida propia. Todo gira alrededor del hijo con él que trata de convivir y a quien trata de educar, en particular a la limpieza. El hijo rechaza el contacto, ensucia, destruye. Pero sabe portarse “normalmente” con todos los demás empezando por su padre, Franklin (John C. Reilly). Con quien comparte pláticas, juegos y deportes: el famoso arco que provocará el desenlace en la escuela.
Resulta a veces incomprensible el comportamiento de la madre: la tarde de minigolf solo con Kevin, en traje sastre y zapatos de tacón, seguida de una cena en un restaurante elegante…. ¿Cómo explicar la falta de reacción cuando descubre lo que Kevin hizo con el conejillo de la hermanita? Sino por una convicción interna de culpa. Ayudada en esto por la pasividad-inconsciencia del padre, que no ve el problema, y, al tener un hijo que actúa normalmente con él, no tiene la confianza suficiente en su esposa para hacerle caso, para escucharla. Un padre que, sin pensar más, le da la razón al hijo.
Eva parece vivir, y aceptar, un castigo sin fin. Lo aceptó antes del drama en la escuela. Tal vez porque su hijo le hizo sentir que no lo amaba bastante. Y lo acepta desde el drama, porque la sociedad le hace sentir que ella es responsable del comportamiento de su hijo. Pero si aceptamos la idea de que ella fue culpable, que es lo que le dice que merece tal tratamiento, que no merece absolución? ¿Por qué tal desesperanza? La película tiene algo claustrofóbico porque Eva vive en función de su hijo, de su relación con él primero, y después de los recuerdos. Ella esta prisionera de una obsesión. Casi no hay escenas de ella con su hija, o con su esposo. Su vida entera gira alrededor de Kevin y del daño que él le hace. No puede escapar. Pero tampoco quiere escapar. Porque no deja de sentirse madre.
Pero el final deja una extraña sensación: después de la pregunta, tantas veces repetida sin siquiera pronunciarla: “¿Porque tanto odio? La respuesta del hijo: que ella siempre lo supo, esta reconciliación aparente entre los dos, este abrazo que parece sincero. Pero que no deja de tener un resabio incestuoso…. ¿De ahí la culpa de la madre?
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