Cuando las historias escondidas de una familia salen a la luz, al calor de un verano bochornoso, en una casa claustrofóbica. Porque se encuentran reunidos los que nunca han hablado juntos.
Ficha IMDb
El tema de Augusto: Osage County no es en sí original. Ya se han hecho películas sobre familias que se reúnen alrededor de un entierro; hermano(a)s que no se han visto en años, en asuntos secretos de heridas y sufrimientos nunca olvidados ni perdonados.
La desaparición de Beverly Weston (Sam Shepard) ocurre en Agosto, en el condado de Osage, en Oklahoma Su esposa, Violet (Meryl Streep) llama a Barbara ,(Julia Roberts), su hija mayor, quien vive en Denver. En realidad Beverly no está muerto, solamente desaparecido, y después nos enteraremos que Violet sabía dónde estaba, y que iba a hacer. La desaparición fue simplemente el pretexto para llamar a su hija preferida. No se entiende muy bien porque esta acude inmediatamente llevando consigo a su ex esposo, Bill (Evan Mc Gregor ) y su hija Jean ( Abigail Breslin ), ya que los dos esposos están separados.
Van a llegar sucesivamente varios miembros de la familia. Cada uno es remarcable en si por la intensidad de lo que han vivido, juntos o separados, y por lo que tienen guardado.
Empezando por la hermana de Violet, quien vive cerca., Mattie Fae (Margo Martindale) .es muy buena, comprensiva con todos, pero intransigente son su propio hijo Little Charles (Benedict Cumberbatch), quien será el último en llegar.
La hermana menor, Ivy (Julianne Nicholson), la que se quedó cuidando a sus padres, la que tuvo que cáncer, sin que nadie se enterara, y quien trata de construir una historia de amor con él que sabe ser su primo, Little Charles, sin que nadie de la familia lo sepa.
La ayudante india, Johnna (Misty Upsham), señalada desde el principio por Violet como Cheyenne, parece ser la más cuerda en esta casa de locos, la más moral (su intervención la noche para sustraer a Jean a las malas influencias de su tío) además de ser la más realista, la que conserva el contacto con las cosas sencillas de la vida, como la cocina.
La hermana tonta y superficial, Karen (Juliette Lewis) llega feliz, presumiendo su próxima boda con Steve (Dermot Mulroney), cuya inestabilidad es la única incapaz de ver: es su quinto matrimonio, fuma hierba, Pero es tan seductor y rico. Aunque sea un pervertidor de niñas, hasta con su sobrina.
Y esta la figura central, la esposa, madre, abuela, la dueña de la casa, la que tiene derecho a decir lo que piensa, como lo piensa y cuando quiere. La que es adicta a las pastillas, que toma y fuma. La que atrae y rechaza, exige y critica. Recta, fuerte, agresiva. Pero también destruida por el cáncer en la boca, por la quimioterapia, sin pelo, arrugada, sin fuerza física. Su maldad la sostiene. Su odio del género humano, de los hombres, de sus hijas ingratas, la empuja a ser cada vez más despiadada, mal hablada, grosera. Pero su intuición, su inteligencia siguen intactas, sabe todo de todos, y siempre lo ha sabido. Es tan temible porque nada se le escapa. Uno no puede jugar con ella, no puede fingir.
El drama de Barbara, la hija mayor, es que se da cuenta a qué punto está cada día más parecida a su madre, al punto que le levanta la voz con la misma potencia, tomará decisiones por ella, y hasta se pelearán físicamente. La hija ha crecido al punto de ser del mismo tamaño que su madre. Y Julia Roberts da el ancho, como tal vez nunca lo había hecho en una película.
La escena central, sin embargo, pone a Violet un poco aparte. El que lleva el ritmo es el cuñado, Charlie (Chris Cooper), haciendo la oración de gracias antes de la comida, según las costumbres religiosas del Middle West. Pero no hay mucho que agradecer en esta familia llena de rencores. Su discurso es todo menos fluido y agradecido, pero tiene que pronunciar las palabras esperadas. Cada una le cuesta, y es, además, recibida por una mueca o comentarios mordaces de Vivian. La escena es entre trágica y cómica. Da miedo y ganas de hacerlo callar, de poner un alto al sufrimiento de todos los asistentes. Menos Violet,
por supuesto, quien goza del malestar general.
El guion es adaptado de una obra de teatro de Tracy Letts, quien funge también como guionista y dialoguista. Se siente lo teatral en el ambiente cerrado, en los diálogos tan intensos que le dan a cada uno se momento de protagonismo. Se puede argüir que esto produce un cine un poco limitado en sus medios de expresión. No hay nada remarcable en la fotografía, en la producción. Pero este tipo de teatro hace resaltar el dialogo, tan cuidadosamente escrito y sobre todo el juego de los actores. Lo que no va sin recordar otro duelo de gigantes, Liz Taylor y Richard Burton en Quien le teme a Virginia Woolf (Mike Nichols - 1966), o más recientemente el cuarteto formado por Jodie Foster, Kate Winslet, John C. Reilly, Christoph Waltz en Carnage (Polanski- 2011)
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