La última comedia de Woody Allen se parece a muchas otras, especialmente
las que hizo con actores jóvenes. Sigue siendo divertido, pero ya no suena tan
profundo y, sobre todo, se siente La repetición.
Ficha IMDb
Ashleigh Enright (Elle Fanning) estudiante
modelo de la universidad de Yardley, e hija de un banquero tejano, acaba de
conseguir para el periódico de la facultad una entrevista con el famoso
cineasta de culto Rolland Pollard (Liev Schreiber ).Tal oportunidad no se puede
desperdiciar y su novio Gatsby Welles (Thimothée Chalamet ) estará feliz de
guiarla durante un fin de semana en su ciudad de origen, enseñarle sus lugares
preferidos. Él se rebajó a estudiar en una universidad provinciana para alejarse
de su ambiente familiar de la aristocrática neoyorquina y de las complicaciones
relacionales con su madre (Cherry Jones) quien precisamente organiza su gran
recepción anual, a la cual el hijito busca por todos los medios escapar.
Pero New York reserva
a los dos tórtolos algunas sorpresas, aguaceros no solo meteorológicos sino
también relacionales, encuentros inesperados, reencuentros y descubrimientos de
sí mismos y de los otros. Lo que se veía como la oportunidad de un acercamiento
amoroso acaba en una separación donde cada uno sale ganando.
Ashleigh pasa
del alcohólico director al guionista quejoso judío Ted Davidoff ( Jude Law), desesperado
por la infidelidad de su esposa , y al seductor actor latino Francisco Vega
(Diego Luna). A cada uno le proporciona algún tipo de apoyo, cada uno saca de
ella algo que finalmente la hace avanzar en una aventura de descubrimiento de
su propio poder femenino sobre unos hombres totalmente dependientes aun cuando
aparentan dominar todas las situaciones.
Mientras tanto,
el pobre Gatsby , abandonado, se dedica a vagar solo en busca de sus antiguos
lugares felices, se topa con un excompañero que lo desprecia, con una filmación
para la cual le piden besar en un coche a Shannon (Selena Gómez), hermana de una
exnovia, con la cual trata de saber lo que opinaba la novia de él, en esta
búsqueda tan Allen de rascarse la autoestima.
De cafés en
bares en museos, los lugares de la élite intelectual de Nueva York desfilan
ante nuestros ojos , hermosos, sobre todo bajo la lluvia. La vida se ve tan
fácil, fluida, yendo de un lugar a otro, escuchando música, ganando dinero en el
póker, admirando cuadros, analizándose sí mismo, a los demás, a su familia y al
mundo entero.
Obligado por el
fortuito encuentro de sus tíos a asistir a la odiada recepción de su madre, Gatsby
ahora sin novia disponible, contrata a una escort, Terry (Kelly Rohrbach).
Pero la señora Welles tiene un especial olfato para identificar este tipo de
mujer ya que ella misma lo fue. Revelación inesperada, sorpresa del hijo que resulta
en aceptación casi admirativa de su progenitora .
Al final del
camino, Gatsby el esnob encuentra, reencuentra, su lugar, su cultura, sus hábitos
: en resumen, su clase. Ashleigh encuentra su propio esnobismo: ser acompañante
o confidente de hombres famosos para alcanzar su propio éxito.
Esta historia
de pareja evolucionando a lo largo de encuentros separados se presenta como un
cuento con sus etapas sucesivas y su resolución final . Pero tal vez eso no sea
lo más interesante de la cinta, a pesar de que todas las cintas de Allen sean, de
una forma u otra, historias de parejas o historias de separaciones.
Lo más
disfrutable de la cinta es este tejido de los valores particulares a un medio
social bien definido y localizado : una escala sutil de valores donde las
universidades están clasificadas como en los primeros tiempos de una América
que se construía. Donde los artistas, de todas las artes, entran también a un
esquema de valorización, donde ser europeo como Bergman otorga un bonus
inmejorable. Donde ni la inteligencia, ni
el trabajo arduo, ni la fortuna , podrán nunca emular al nacimiento. El Gatsby
de Allen es un verdadero aristócrata, no como su homónimo fitzgeraldiano.
Para
corresponder a esta elegancia innata y de buen gusto, se necesitaba una banda
sonora exquisita y una fotografía de ensueño, trabajo de Vittorio Storaro, romántica,
deliciosa bajo los paraguas transparentes, con impermeables amarillos como los
taxis y lindas botas. Las damas invitadas en la mansión Welles parecen fotos
para Vogue : sedas, satén, perlas, hombros descubiertos. Su elegancia está muy
lejos de las minifaldas de Ashleigh y Shannon, exteriorizando la distancia de
clase, de distinción y de edad.
Thimothée
Chalamet es genial como un joven Woody con su lenguaje y sus gustos de viejo : el
jazz, las viejas películas de culto, los museos , los rincones escondidos de la
ciudad. Su apariencia de angelito adolescente contrasta en una forma sutilmente
cómica con sus maneras del siglo pasado. Consciente sin aceptarlo que Ashleigh
no es su tipo de chica, se lleva llevar por un destino que le pone enfrente lo
que necesita. Es la encarnación de la fatalidad de la vida, de una tristeza
feliz, nostálgica y ligera.
De simple
historia de una joven pareja dispareja, la cinta se revela como un retrato de
una sociedad elitista, odiosa pero tan bonita, y el camino de aprendizaje de un
joven, un poco al modo de las novelas realistas del siglo XIX.
Muy
disfrutable.
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