Cuando el Papa
Francisco acaba de poner los expedientes de los sacerdotes pedófilos a
disposición de los tribunales en cada país donde se cometieron tantos abusos,
Ozon participa a su manera a la divulgación de uno de esos escándalos. Una
manera digna, elegante, muy concertada , que no descarta la ira frente a la
actitud oficial de la jerarquía católica.
El
capitán Courteau (Frédéric Pierrot ) se hace cargo de la investigación y llega
a la casa de la familia Debord. Con sorpresa descubre que la madre. Odile (Hélène
Vincent), ha conservado todas las cartas que mandó y recibió del arzobispado de
esos años : el sacerdote se arrepintió por escrito, pero todo quedó allí. Monseñor
Decourtray, entonces obispo en Lyon, no hizo nada. Sin embargo, esa confesión
escrita permite a la policía y la justicia actuar en contra del padre pederasta
confesado. François Debord (Denis Ménochet) se rehúsa primero en participar en
la investigación. Ala diferencia de Guérin,
tuvo una madre que luchó por él, pero quiere ahora olvidar y vivir en paz. Sin
embargo, una ira profunda resurge y Debord se lanza con rabia en la batalla .
Ateo, combativo, a veces grosero, toma la palabra en publico. Con una de las
otras victimas , Gilles Péret (Éric Caravaca), médico, funda un movimiento que llaman La
palabra liberada, que busca reunir testimonios de victimas del padre
Preynat. Se manifestarán 70 abusados . Uno de ellos es Emmanuel Thomassin
(Swann Arlaud) cuya vida es un infierno de adiciones, enfermedad mental,
relaciones enfermizas. La única persona que lo apoya es su madre, Irène (Josiane
Balasko). Un coeficiente intelectual superior a 140 es totalmente aniquilado
por trastornos que no logra curar. Los abusos del cura lo afectaron físicamente,
lo que ha perturbado toda su vida sexual. Parece un hombre devastado, perdido para
la sociedad.
Además de ser el relato cronológico
de la creación del movimiento La palabra liberada para construir un
expediente legal en contra del sacerdote por abuso y de la diócesis por
complicidad, la cinta de Ozon hace un retrato de grupos sociales representativos,
usando para cada uno un estilo cinematográfico particular. La cinta se divide
en tres partes, correspondientes a los tres personajes principales, cada uno en
su medio social, cultural, familiar .
El primero es Alexandre
Guérin , bien instalado en su vida burguesa de católico conservador, profundamente
creyente. Su matrimonio feliz con Marie (Aurelia Petit), quien esconde su
propio trauma de la infancia, le dio cinco hijos, a los cuales educan según los
valores conservadores de la buena sociedad : numerosas actividades todos
juntos, desde la misa semanal, los paseos a pie, las conversaciones, las
comidas. Los niños asisten a una escuela privada católica donde la madre es
maestra. Ella le enseña piano a la hija
menor. Hablan de todo y parecen vivir en total transparencia El retrato que
hace Ozon de estas familias es perfecto : su forma de vestir, de hablar, de
caminar está llena de esta pulcritud y autosatisfacción de la gente que actúa
siempre bien, que es tolerante, comprensiva, inteligente, culta . Cuya perfección
provoca admiración, celos, impaciencia. Ese nivel cultural, esta convicción de buena
conducta, esta voluntad de aclarar las situaciones y actuar para mejorar a
todos : él mismo, su familia, su iglesia, a evitar que más niños sufran , se
vive de forma muy culta, pasando por palabras perfectamente escogidas, pensadas
: por la palabra escrita. Si ya no se trata de cartas, el estilo es sin embargo
él de la novela epistolar : la voz off de Alexandre lee calmadamente los mails
entre Barbarin, Régine Maire y él mismo.
La vida, llena de solemnidad y de rituales, de la familia pasa por planos largos
, casi tiesos como una casulla sacerdotal.
Los claroscuros de los
interiores de iglesias, de bibliotecas, de la impresionante arquitectura gótica
, se conjugan con la luz que cae de los vitrales, esperanza de que la luz se
haga en la Iglesia . Una dualidad se dibuja : Monseñor Barbarin, bondadoso,
comprensivo, inteligente en su manejo de las palabras : pedofilia significa
amor a los niños, como lo pidió Cristo, es mejor hablar de pedosexualidad, muestra
un deseo de acercarse a la familia de Alexandre, en particular los hijos
mayores. Promete hablar con el papa, ya que Alexandre se apoya en la posición
firme que este manifestó para los numerosos casos de abusos por sacerdotes.
Pero sus muestras de interés se limitan a eso : un comportamiento social, diplomático.
De la misma forma, el padre Preynat pregunta con bondad a su ex víctima como le
va en la vida, reconoce que tiene atracción por los niños, pero se considera una víctima de esta enfermedad, no un adulto responsable.
Los encuentros con la
familia de Alexandre evidencian la distancia : sus padres nunca quisieron escuchar
lo que les dijo su hijo y a la fecha se le considera como un “ busca mierda”, expresión
sorprendente en la boca de una recatada anciana católica , pero que expresa
claramente la exasperación parental.
El ritmo pausado,
contenido, casi elegante, de la primera parte se acelera en la secunda parte. Después
de conocer los elementos constituyes del drama, se entra a la acción. François Debord
es físicamente lo opuesto a Alexandre Guérin : alto, pesado, mal hablado, es de
los que nada detiene cuando han entrado en acción. Es un bulldozer. Ya nada de
silencio, va con la prensa, pasa en la televisión, provoca indignación. Apoyado
por sus padres, como lo fue en su niñez, distanciado de la Iglesia, François no
teme perder una imagen social. La denuncia, de individual contra el padre
Preynat, pasa a ser colectiva, contra la Diócesis de Lyon, por complicidad. Se
va a los extremos, a la provocación .
La tercera parte es la
más accidentada, con una cámara que se mueve mucho, se acerca a la tercera
victima, Emmanuel, porque él es quien visiblemente más sufre, él que no ha
podido reconstruirse después de los abusos. Una sensibilidad a flor de piel se expresa
en crisis de epilepsia, en consumo de drogas, en instabilidad laboral, en relación
tóxica. Se aferra a la organización La palabra liberada porque siente
que es su única posibilidad de salvación , o al menos de mejora. Esta parte combina
unas escenas muy abiertas, con juntas de la asociación, cada vez mas numerosa,
con intervenciones de periodistas , con cenas, al seguimiento indiciar del caso
personal. El personaje de Emmanuel combina la introspección de Alexandre y la impulsividad
de François.
En los tres partes, Ozon
introduce breves flashbacks sobre los hechos ocurridos durante la niñez,
mostrando la “metodología” recurrente utilizada por el padre (Yves-Marie
Bastien) : selección, atracción, aislamiento y exigencia de silencio. Las
imágenes son discretas pero su carga emocional es fuerte, en la oscuridad de
una fogata o de un laboratorio fotográfico. De la misma forma, las horribles fotografías
de la deformación ocasionada a Emmanuel por masturbación son dejados a la imaginación
horrorizada del espectador .
En todo momento, Ozon
insiste sobre el papel de las familias, en el momento de los hechos, después, y
ahora mismo. Cómo han ayudado o no a los niños a manejar, escapar, y cómo han
sufrido las consecuencias. Hay que recalcar el papel de las madres, que se
acercan o se distancian de sus hijos, en conformidad con las exigencias o no de
su medio social.
El director, que toma
actualmente temas ficticios provocativos, que sacan a flote perversiones calladas
por la sociedad, se inspira aquí en un tema realista. Sin embargo , su tercer
personaje está muy cercano a los atormentados de sus cintas habituales. La realidad explica la ficción.
La forma de la cinta
entre ficción, por ejemplo, los nombres inventados de las victimas, y
documental : fechas, lugares, hechos, nombres de los miembros de la Iglesia, ha
provocado reacciones violentas en le seno de la jerarquía católica. Unos días
antes de la salida, un juicio oponía todavía el padre Preynat a la compañía
productora. La película participa de una tendencia muy actual de hacer películas
biográficas cuando los personajes siguen vivos con el riesgo de no tener la suficiente
distancia y tal vez dejarse llevar por juicios prematuros, que no dejan espacio
a la presunción de inocencia. Sin embargo, en el caso de abusos contra niños y
de complicidad por parte de una institución que predica la pureza de
comportamiento, la sinceridad y el bien, hablar fuerte, indignarse, parece
necesario. Sobre todo, cuando los hechos han sido reconocidos por los
culpables. Lo que piden es finalmente el silencio, escapar de la justicia, abrigándose
en argucias como el tiempo de prescripción de donde proviene el titulo :
“Gracias a Dios, hay prescripción.”, según las palabras del propio cardenal
Barbarin.
Es cierto que Ozon, a través
de sus tres personajes, toma abiertamente partido en contra de la Iglesia. Se
le puede reprochar no profundizar los puntos de vista de las figuras masculinas
y femeninas de las Iglesias, no mostrar los dilemas por los cuales probablemente
pasaron .
Películas como Por la
gracia de Dios, o Spotlight (Thomas
McCarthy - 2016 ) sobre el
trabajo del Boston Globe en 2002 han permitido ampliar la voz de las victimas y
sus familias y obtener un pequeño progreso : hace unas semanas el Papa
Francisco decidió permitir el acceso a los expedientes internos de la Iglesia
en contra de los abusadores para que las entidades policiacas y judiciales de
los diferentes estados, ya que el problema es mundial, puedan usarlos en sus
procedimientos. Sin esperar eso, la justicia francesa ya condenó al cardenal Barbarin
a seis meses de prisión con prorroga por no denunciación de abusos sexuales. El tiempo de prescripción por delitos
sexuales contra menores pasa a 30 años. El Padre Preynat está esperando su juicio que debería
tener lugar en 2020.
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