Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Friday, December 3, 2021

L’aveu (Costa Gavras, 1970) - 9.5/10


Una película política que tuvo el valor de denunciar los abusos de la Unión Soviética en las naciones hermanas del bloque socialista, y la perfecta mecánica de los grandes juicios estalinistas.

Ficha IMDb

En 1951 en Praga el subsecretario de Relaciones Exteriores Artur Ludvik (Yves Montand) se da cuenta que qué lo siguen cada día hasta su casa. Preocupado, reúne a colegas y amigos que han vivido juntos los años del comunismo desde la guerra de España y durante la Resistencia en Francia. El año anterior, tuvieron lugar en Budapest unos grandes juicios que les enseñaron valiosas lecciones sobre la política del partido comunista soviético. Saben y aceptan que el partido es quien sabe lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo falso y lo verdadero y están dispuestos a obedecer para trabajar al desarrollo de la ideología comunista soviética. Sin embargo, todos se sienten amenazados en menor o mayor forma.

Unos días después London es arrestado en la calle. Tres o cuatro vos otros coches negros le cortan el camino, unos agentes le ponen una bolsa sobre la cabeza y lo llevan a algún lugar desconocido.

A partir de ese momento empieza una pesadilla que va a durar varios meses Ludvik es mantenido sin contacto con su familia, pasa de una celda, cada una más sucia y oscura que la anterior. Lo obligan a quedarse despierto, a caminar sin descansar en la celda. La comida es un plato de una sopa inmunda que muchas veces le quitan antes de que pueda empezar a comer. Pasa por interminables sesiones de interrogatorios llevados por principalmente dos personas : Smola (Michel Vitold) y Kohoutek (Gabriele Ferzetti). Lo llevan a un simulacro de ahorcamiento. 

Obviamente no tiene derecho a un abogado. El objetivo es muy claro: quieren que confiese que desde que estaba en Francia existencia estuvo en contacto con un espía americano a quién entregó información clave a cambio de dinero. Si supo años después que esta persona era un espía al servicio de Estados Unidos, pero en el momento en que Ludvik lo conoció todavía no se sabía. También se le presiona al pedirle que denuncie sus amigos cómplices al servicio de las fuerzas capitalistas y se le dice que ellos ya hablaron y lo denunciaron Si acepta de confesar sus culpas, los jueces serán más benevolentes con él. Si no, se está arriesgando a una condenación a muerte.

Al principio, en su admiración ciega y su obediencia al Partido Comunista, Ludvik acepta la idea de hacer su autocriíy reconocer las faltas que tal vez tuvo; después acepta la idea de qué algunos tienen que sacrificarse para que la revolución pueda seguir avanzando y que triunfe el comunismo.

Durante las sesiones de interrogatorio se menciona muy seguido los “camaradas consejeros”, en realidad de los enviados de Moscú que se han vuelto unos hermanos mayores que someten las “repúblicas democráticas” que viven al este de la cortina de hierro, las que están unidas en el pacto de Varsovia y tienen que someterse a las líneas directrices de la política de Stalin.

A medida que avanzan los interrogatorios, se usan diferentes métodos de tortura psicológica, de engaños, mentiras. Se le enseña papeles que firmó, pero en realidad nunca firmó; se le hace firmar declaraciones modificadas. Resiste pie a pie, palabra a palabra. Pero la lógica implacable de los que lo interrogan gana finalmente. Ludvik, agotado física y mentalmente, acepta declararse culpable de cosas que en realidad nunca hizo y participa en un juicio colectivo. Como los otros acusados, confiesa ser partidario de Tito, presidente de Yugoslavia, y de Trotsky , los mayores enemigos de Stalin. 

Minutos antes del juicio, transmitido por radio a todo el país, se encuentra con doce altos dignatarios, que ocupaban puestos importantes en los diferentes ministerios, esos mismos con quien se había reunido en su casa unos días antes de su arresto. Para el juicio, todos tuvieron que aprender de memoria su declaración para poder repetirla sin un solo error. Catorce supuestos traidores están juzgados al mismo tiempo, en un juicio al estilo de las grandes purgas en la Union Soviética durante la década anterior. 

Por su lado su esposa Lise (Simone Signoret) trató, desde el primer día de la desaparición, de ponerse en contacto con el secretario del Partido Comunista para preguntar qué había pasado. Ella trabajaba en una estación de radio y el nivel de vida que tenían era bastante alto : una bonita casa, coche para él y coche con chofer para ella. Grande fue su sorpresa al salir de la oficina del ministro con encontrarse con su nuevo coche mucho menos lujoso que el primero y tuvo que mudarse para un pequeño departamento. Además, fue despedida de su trabajo en la estación de radio y gracias una amiga (Monique Chaumette) encontró un empleo de obrera en una fábrica.

El resultado del juicio colectivo fue pena de muerte para todos : once de los acusados fueron ejecutados, dos penas de a muerte fueron comulgadas a prisión de por vida. Ludvik es rehabilitado en 1956 y emigra a Francia con su familia. Ahí escribe su libro autobiográfico en 1967. En 1968  decide hacer un viaje a Praga para presentarlo, aprovechando que Checoslovaquia entrar el libro en este momento Checoslovaquia vive una primavera liberal, guiada por Alexander Dubcek, como lo hizo años antes el régimen socialista húngaro tomando distancia del Partido Comunista ruso, como trató de hacerlo antes la Insurrección húngara, severamente castigada en 1956.  Pero cuando llega a Praga el 21 de agosto de 1968, coincide con la entrada de los blindados soviéticos, bajo las protestaciones de los estudiantes y de la población en general. Una pintada en una pared reza :” Lenin, despierta, se han vuelto locos.”

La cinta es totalmente fiel a la realidad de la pesadilla vivida por Artur London, ex viceministro de Asuntos Exteriores en Checoslovaquia, emigrado en Francia y corresponde en un momento en que los intelectuales franceses empiezan a darse cuenta de los abusos que se han producido en el este. Ya no son tiempos de Stalin; quien está en el poder es Brezhnev. A Costa Gavras se le criticó mucho hacer esta película después de Z (1969). Esta película, que obtuvo un éxito rotundo, denunciaba al poder militar que se instaló en Grecia, un poder de extrema derecha. Al realizar L’Aveu, se acusó a Gavras de no escoger un lado, de dar bandazos de un lado al otro y finalmente no tener convicción propia cuando en realidad lo que hace es denunciar los abusos de regímenes totalitarios, esos que funcionan de la misma forma sean de derecha o de izquierda. Después Costa Gavras realizaría varias otras películas ,siempre en esa misma línea política humanista de denunciar los abusos de poder, denunciar las injerencias de un país potente en un país más débil, denunciar las complicidades oscuras cuyas víctimas siempre son las mismas : la gente del pueblo o la gente que tiene un ideal político. 

La película se centra sobre el personaje de Ludvik y por ende sobre su intérprete masculino principal, Yves Montand. Este nunca deja la pantalla. Su transformación es espectacular casi impúdica en el sentido que vemos su cuerpo transformado, su cara cambia, sus huesos salen, su torso es casi el de un cadáver : Montand bajó 17 kilos para la filmación que se realizó en el orden de la narración, imponiéndose esos sufrimientos físicos como una suerte de penitencia por haber creído en la bondad del régimen soviético. Sus ojos se transforman en unos huecos sin vida , su silueta alta y elegante se reduce, se encorva. Es ahora un viejo agotado, acabado. Ya no tiene edad. cuando le vuelven a poner su mejor traje, camisa blanca y corbata, zapatos bien encerados, es como la caricatura de lo que fue antes. 

Por su lado Simone Signoret, con su silueta un poco espesa y su voz grave, tiene la complexión de una mujer convencida de su lugar en la sociedad, convencida de su ideología, convencida de su obediencia a la palabra oficial del partido. Tiene total confianza en el aparato oficial, sabe que ni ella ni su esposo han hecho nada en contra ni del espíritu ni de la ley de la del comunismo. Por eso va a pedir ayuda porque está convencida de que se trata de un error, de un malentendido qué con buena fe de los dos lados se van a esclarecer. Su fe en la sabiduría del partido es tan grande que después de la publicación y de la difusión en el radio del juicio le escribe una carta al primer ministro para dar a conocer su conformidad de qué los juicios fueron correctos, de qué su esposo si merecía ser castigado. La difusión de esta carta, que ella no esperaba, le valió la admiración de sus compañeros de trabajo aún si su amiga y si el director de la fábrica (Jean Bouise) no parecieron tan convencidos.

Además de contar con grandes intérpretes, los que siempre han sido compañeros de trabajo y de expresión de Costa Gavras, la película tiene una madurez técnica y estética que apoya al discurso de denuncia. Filmada en colores oscuros que se aproximan al blanco y negro, la película trabaja en diferentes niveles de tiempo. Si la línea principal es la narración de la cautividad de Ludvik, se introducen flashbacks de diferentes momentos de su vida, pasado cercano de la reunión que tuvo con sus amigos y colegas antes de su arresto, pasado más lejano de los juicios del año anterior en Hungría, pasado aun más remotos momentos de su vida antes de Checoslovaquia, por ejemplo, durante la guerra civil o la Segunda Guerra Mundial cuando él estaba en la Resistencia. Se integran imágenes de archivos de la Revolución Rusa y de la Segunda Guerra Mundial. Pero también se usan en flashforwards momentos de la vida posterior a Checoslovaquia, cuando Ludvik esta física y mentalmente repuesto, instalado en Francia y empezando a escribir su libro. En conversaciones en una terraza muy bonita a la orilla del Mediterráneo con los que van a publicar el libro , da explicaciones históricas sobre el funcionamiento del comunismo dictado desde Moscú , siguiendo las diferentes etapas del poder, primero de Stalin,  después con Jrushchov, con Brézhnev. Sabe analizar muy bien los movimientos de ideología en particular en la relación con lo que pasaba en el resto del mundo en el contexto de la guerra fría con el mundo capitalista. Estas proyecciones en el futuro permiten entender que lo que parece ser el presente de la narración es en realidad el relato a posteriori de Ludvik, el contenido del libro que está escribiendo, lo que explica el uso de la voz off. Si Ludvik condena el estalinismo y su totalitarismo, no renuncia al ideal comunista, y piensa que los nuevos regímenes en las repúblicas democráticas permiten más libertades a los habitantes. Durante sus interrogatorios, Le quedó claro que su juicio fue una purga del Partido Comunista checoslovaco, para destruir su cabeza que Moscú consideraba demasiado judía. 

Esos espacios de cambios en el tiempo permiten hacer más soportable lo que está viviendo Ludvik en su prisión en su calabozo: los sufrimientos, los malos tratos, las amenazas . Todo repetido hasta la nausea. 

En efecto, uno de los recursos retóricos que utiliza la película es el uso de la repetición : es la repetición de palabras, es repetición de situaciones, es precisión de movimientos que es obligado a hacer, repetición obligada de su numero matricula : 3225, que reemplazó su nombre, repetición por los agentes de las mismas preguntas. Se crea un sistema de ecos que lo encierran en una forma metafórica qué reproduce el encierro físico en el cual está condenado a vivir durante días, semanas, meses, más de un año, sin la luz del día, sin tener conocimiento del paso del tiempo.

La opresión por medio de la repetición se hace evidente durante la lectura de la condena: la expresión “de origen judío” para casi todos los acusados, Ludvik entre ellos, que revela el antisemitismo profundo del régimen soviético. Repetición de la sentencia : condenado a muerte, como martillazos sobre la cara en plano cerrado de cada uno de los acusados. 

La película llegó a Francia en un momento en que los intelectuales no estaban dispuestos a escuchar verdades sobre el régimen de Moscú. El Partido Comunista Francés era el partido de izquierda más importante y seguía fielmente las instrucciones de Moscú, lo que no facilitó la filmación ya que varios técnicos eran comunistas y hicieron entender al realizador que denunciar eventos políticos en Rusia equivalía a ser enemigo del proletariado. En esos años todavía se deseaba creer en las buenas intenciones del mundo soviético y personalidades muy importantes se negaron a escuchar estas informaciones. Poco después se sabría del Gulag, de los asesinatos políticos, las desapariciones y los hospitales psiquiátricos. Pero con L’Aveu algo empezó a cambiar en la opinión pública y el Partido Comunista Francés empezó a temblar.

Por su técnica, por su tema, por su fuerza de denuncia, pero sobre todo por ser el mejor papel de Montand, entre una larga lista de películas a las que participó, L’Aveu es una cinta irremplazable. 


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