La paz y tranquilidad del matrimonio, cerca de
los cincuenta, compuesto por Gabe (Woody Allen) y Judy Roth (Mia Farrow) se ven totalmente desestabilizadas
cuando sus mejores amigos,Jack (Sydney Pollack) y Sally (Judy Davis) les
anuncian que se van a separar. Con toda la .normalidad del mundo, como si
decidieran cambiar de
departamento, aparentemente sin ningún sufrimiento. Pero Judy no lo ve de esta
manera. Recibe la noticia como si fuera una sentencia de muerte sobre su propio
matrimonio, sobre ella misma, sobre su mundo y su hermoso departamento lleno de
libros y bonitos cuadros. El malestar y la nerviosidad se transmiten a la
cámara que ya no se puede sostener. Persigue a la mujer desolada, la acosa en
los rincones alejados y oscuros, pasa de cuarto a otro, se altera. Se puede
sentir los movimientos agitados de una respiración jadeante, casi sollozante.
A partir de este momento, nada será igual en la vida de los
cuatro amigos. El pegamento que los unía, esta sensación de ser dos parejas
felices, intelectuales, modernas, en nueva York, se ha disuelto y cada uno de
los individuos va a la deriva.
Discusiones, flirteos, engaños, dudas, reproches, en diálogos
tan acertados que el espectador se pregunta cómo Allen supo forjarlos, porque
le recuerdan tan perfectamente situaciones
vividas, parejas conocidas, o sentimientos resentidos.
Allen es tan despiadado que puede llegar al fondo de la
verdad de las relaciones. No hay niños que vengan a suavizar, o empeorar las
situaciones. O que obliguen a hacer compromisos. Solo adultos que, se supone,
están en posesión de su capacidad de razonar, sentir y decidir. O de sucumbir a
sus peores egoísmos y maldades.
Como en una obra de Marivaux, cada uno, a partir de mentiras
para hacerse la vida más llevadera, encontrará la verdad de sus sentimientos, de
sus deseos y su carácter. Hablan mucho, en grupos, en parejas, con otros
amigos, y también frente a la cámara, como si comentaran para un documental, tiempo
después, o como si estuvieran en una sesión de terapia, no se sabe exactamente.
Comedia, es cierto. Pero muy amarga. Con esta conclusión o
moralidad muy de Allen: finalmente hay que aceptar lo que sea que funcione para
hacernos la vida menos insoportable.
Judy bien tenía la
razón, al principio, de temblar tanto. Lo que se aproximaba era un verdadero
terremoto. Y era el anuncio de su propia desgracia.
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