Una excelente idea que realización no está exactamente a la altura de lo que podría haber sido. Con bastante convicción de parte de los actores, pero un historia que acaba cayendo en lo acostumbrado.
Ficha IMDb
En nuestro mundo, pero en 2161, el tiempo es la nueva moneda. Ya no es metáfora: el tiempo es realmente dinero. Los ricos lo tienen en cantidades enormes, y los pobres están luchando día a día para tener un poco de sobra.
En el primer mundo, el círculo del centro, la lujosa Nueva Greenwich, no hay ningún control sobre él. Fluye, se gasta y se regala. Es inagotable. Dura siglos. En el círculo exterior, los guetos de Dayton, la vida de los hombres se limita a un año. Es lo que tienen de reserva, almacenado en el reloj que llevan en el antebrazo izquierdo. Pueden ganar pequeñas cantidades trabajando, pueden regalarlo o intercambiarlo. Pero los servicios y productos aumentan de precio muy rápidamente. Lo que limita su tiempo de vida en forma dramática
Las zonas “horarias” están delimitadas por fronteras marcadas con entradas monumentales, con puestos de peajes, la tarifa va subiendo a medida que uno se acerca al centro, para evitar que los pobres se puedan acercar a los niveles sociales más altos.
Will Salas (Justin Timberlake) es un trabajador de veintiocho años que vive con su madre de cincuenta que parece de veinticinco, Rachel (Olivia Wilke), en los guetos. Un día, después de horas de trabajo pesado y mal pagado, Will y su mejor amigo, Borel (Johnny Galecki)), ven en un bar a un hombre, Henry Hamilton (Matt Bomer), que se deja provocar en pleito por Fortis (Alex Pettyfer). Parece que lo único que busca es ser matado, ya que enseña demasiado su fortuna (en años de vida). Will le ayuda a Hamilton a escapar de la banda de asaltadores de tiempo profesionales y este le revela que en el mundo de arriba, hay dinero (=tiempo) para todos, acaparado por los ricos Mientras Will duerme, Hamilton le transfiere el tiempo de vida que le queda. Al despertar, Will descubre el tiempo en su reloj. Trata de salvar a Henry cuando este se suicida. Pero el sistema de vigilancia pública atrae a la policía, dirigida por Raymond Leon (Cilian Murphy), quien cree que Will es culpable de la muerte.
Esta misma noche, Rachel no logra llegar a tiempo a la cita que tiene con su hijo para su quincuagésimo cumpleaños, ya que la tarifa del autobús subió drásticamente en un solo día. Cuando se alcanzan, ya no hay tiempo para que Will le pase algo de su nueva fortuna. Will decide entonces vengarse del sistema. Con todo su dinero, logra pasar al nivel más alto de la sociedad, donde conoce al banquero Phillipe Weis (Vincent Kartheiser)) y a su hija de veintisiete años, Sylvia (Amanda Seyfried)), primero en un casino, y después en una lujosa fiesta en su mansión.
Arrestado por Leon, Will logra huir, llevándose a Sylvia como rehén, sin que esta proteste demasiado. Pero el tiempo de Henry le fue quitado a Will, lo que los hace vulnerables al paso de las horas de la persecución. Tendrán que encontrar diversas maneras de conseguir tiempo, desde empañar las joyas de la joven hasta atacar un banco, y, finalmente llegar a la caja fuerte del padre.
Entre persecuciones en coche y distribución de dinero-tiempo a los pobres, los que empiezan a desertar sus puestos de trabajo y emigrar a otras zonas horarias, el sistema encomienda a perder eficiencia.
Finalmente, Sylvia y Will deciden seguir robando bancos, para repartir las riquezas entre los pobres.
Es una idea interesante, de partir sobre unas expresiones familiares, hacer realidad las palabras y proverbios, para inventar un mundo futuro, una distopia después de nuestro mundo, resultado de los excesos actuales. Un mundo opresivo, que podría ser la consecuencia lógica, tomada al pie de la letra de lo que se vive actualmente. Pero la película acaba cayendo en una historia de rebelión y amor, Bonnie and Clyde asaltando bancos, Robin Hood robando a los ricos para dar a los pobres, persecuciones automovilistas… Y la película pierde toda sutileza.
Se hizo un buen trabajo sobre la estética oficial, muy cercana a la arquitectura de los años 40 en los países totalitarios. Y el mundo sofisticado y minimalista de Nueva Greenwich , con elegancia y frialdad.
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