Protagonizado por la estrella seductora del momento, esta cinta es un ejemplo bastante bien logrado del nuevo cine de acción y suspenso de los 60 s que no se interesa demasiado en psicologías. Claro, eficiente, con efectos sencillos. Pero hoy nos parece un poco antiguado en sus intentos de modernidad.
Ficha IMDb
Marsella, en algún año de los sesentas, cuando la guerra de Argel acaba de terminar, los soldados franceses vuelven al país para ser liberados de sus obligaciones e reintegrar la vida civil.
Entre ellos, el doctor Dino Barran (Alain Delon), bastante, desanimado, se apresura en perder su último sueldo jugando cartas. Un mercenario, mitad alemán, mitad gringo, y completamente sin principios ni honor, Franz Pratt (Charles Bronson) se le pega para llevárselo a una extraña y claramente poco honesta expedición a Congo. Pero una seductora mujer, Isabelle Moreau (Olga Georges-Picot) le pide como favor entrar a trabajar por unos días a una gran empresa parisina. El trabajo iba a ser para el doctor Mozart, quien servía en Argel pero que Barran pretende no conocer. En realidad, la ex novia de Mozart quiere que Barran se quede encerrado en el edificio durante el fin de semana largo de Navidad para abrir la caja fuerte y regresar un paquete de acciones que ella sustrajo.
Barran finalmente acepta y pasa tres días en el sótano, probando todas las combinaciones de la caja fuerte en base a los únicos tres cifras que Isabelle pudo proporcionarle. Pero el inevitable Propp, atraído por la posibilidad de dinero y husmeando alguna aventura, se metió antes que él.
Durante tres días se va llevar a cabo un duelo entre cómplices-adversarios, que harán lucha de astucia, paciencia, músculos, en una rivalidad a golpes, interrumpida por momentos de solidaridad y confidencias.
Pero la caja fuerte contiene una sorpresa y el escape será seguido de una confrontación con la policía, igual de entretenida, ya que el inspector Meloutis (Bernard Fresson) no tiene ni un pelo de tonto.
El guion está escrito por Sébastien Japrisot, a quien se le debe también el guion de Le passager de la pluie, y las novelas Un long dimanche de fiançailles y L’été meurtrier, ambas muy elaborabas en sus estructuras narrativas y sus personajes y que fueron también adaptadas al cine, la primera por Jean-Pierre Jeunet (2004), la secunda por Jean Becker (1983) La firma de Japrisot es garantía de eficiencia en la construcción de la intriga.
La cinta usar al máximo de las posibilidades de confrontación de los dos actores, jóvenes en ese tiempo: dos cuerpos musculosos, fuertes, cada quien en su estilo propio; dos caras opuestas, la hermosamente perfecta y fría de Delon y la curtida , arrugada, casi felina de Bronson, que contiene una eterna ironía en el ojo.
Oposición también entre las dos mujeres, la seductora agresiva Isabelle y la pasiva seducida Dominique Austerliz ( Brigitte Fossey) , quien lleva en su nombre la solución de todos los misterios.
Si todo el ambiente, desde los coches, hasta los abrigos de piel y los peinados nos hace viajar a tiempos que nos parecen ahora muy lejanos y lentos, cuando se hablaba por teléfono desde una caseta en la calle, se peleaba a golpe de puño y se tomaba el avión en Orly, lo más anticuado es la forma de filmar. La búsqueda de la línea recta, de la frialdad de los pasillos unicolores y todos parecidos, los uniformes corporativos (cuando todavía no se usaba la palabra), el andar lento, compasado y mudo de los guardias, anuncian la estética que sería la de las películas de ciencia ficción, sobre un mundo deshumanizado, tipo 2001 de Kubrick (1968)
Todo eso hace de Adieu l’ami, además de la temática casi western de la fidelidad entre amigos, una cinta interesante de ver por ser testigo de una cierta época del cine, de una cierta época de actores famosos, y, hay que decirlo, por ser todo menos aburrida en sus tres actos: los tres días separados de Propp y Barran, los tres días juntos en el sótano, y los tres días de confrontación policíaca.
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