Cinta fallida, que ni siquiera hace reír, a pesar de
tener muy buenos puntos a su favor, como locaciones, actores y hasta la idea.
Pero todo se desperdicia y acaba en algo muy aburrido y desabrido.
Una
pareja americana muy rica, aparentemente, vive en Paris, quien sabe por cuánto
tiempo ni por qué. Él, Bob Fredericks (Harvey Keitel), es un poco mayor que ella,
Anne (Toni Collette). Él es mucho más sencillo que ella, menos pretencioso. pero
ella quiere pedalear en Velib’ como
los jóvenes y dar cenas elegantes como los parisinos.
El
otro motivo para la cena es invitar a un posible comprador de la Ultima Cena de Caravaggio que cuelga en
el salón. Este comprador, Antoine Bernard (Stanislas Merhar) ,además de ser un verdadero parisino culto ,
está enamorado de Anne y le manda un magnífico collar de rubíes antes de la
recepción. Otro invitado será el inglés especialista en arte, David Reville (Michael
Smiley) encargado de examinar la pintura para determinar si es auténtica. De eso
depende la venta que le traerá a Bob unos cuantos miles de dólares, que podrán
salvarlo de la miseria amenazante, situación que ignora su esposa, es decir su
ex maestra de golf.
Pero
llega inesperadamente Steven (Tom Hugues) hijo de Bob, residente en Inglaterra,
autor sin inspiración. En lugar de 12 invitados, serán 13. Imposible para la
supersticiosa Anne, quien pide y ordena a su ama de llaves Maria (Rossy de
Palma) asistir a la cena como invitada. Se trata de una española, alta, de peso
majestuoso y de rasgos irregulares. Única obligación: no hablar, para no llamar
la atención. Pero era contar sin la malicia de Steven, quien cambia las
tarjetas de invitados, para poder sentarse al lado de Josiane (Ariane Séguillon),
la joven maestra de francés de Bob y probablemente su próxima amante. También,
para pimentar un poco el asunto le confía secretamente a Reville impresionado
por la presencia de María, que es miembro incógnito de la familia real española.
La
cena se desarrolla bien que mal, María brilla y habla demasiado. Todos se ríen
de sus bromas, un poco atrevidas. Su vecino, Reville, se enamora. Madame se
enoja. Y sigue la historia entre cenicienta y la madrastra malvada.
Todos
los personajes son estereotipos. María, pura en sus sentimientos, es una madre
devota a su hija que se quedó en España, y sueña con un gran amor como en las
novelas. Madame es una esnob, nueva rica altanera sin cultura que se aburre y, además,
clasista. Antoine Bernard es un seductor superficial. El experto parece
enamorarse sinceramente, pero conociendo el quiproquo, uno puede preguntarse si
se enamora de María o de la familia real española. Es hijo es el típico joven
que se cree artista, pero espera que las ideas le caigan del cielo, o de la
vida real como lo que ocurre en el romance de María y David, y las maldades de
su madrastra, a quien no parece querer mucho.
Lo
bueno de la cinta: los actores, sobre todo. Rossy de Palma, que sobreactúa a
gusto, Harvey Keitel cuya indiferencia actoral corresponde a la perfección con
la indiferencia de su personaje. Y ccc con un natural de seductor bonachón
perfecto. Pero la extraña y asimétrica belleza de Rossi de Palma no está
resaltada en nada por el fotógrafo, unos planos cercanos mal iluminados no le
ponen en valor para nada. La belleza de París se limita a unas calles
empedradas, y unas casas magníficas, donde nadie ya habita y que son domicilios
de grandes empresas o secretarias de estado.
Todo
suena muchísimo a texto teatral con sus diálogos para hacer brillar los actores
principales mientras los otros son puro relleno. ¿Que hace la maestra de
francés en la cena elegante? ¿quién son en realidad los otros invitados? ¿tienen
siquiera un nombre? ¿Qué pasa realmente entre Anne y Bernard?: después de
hacerle un regalo tan costoso, casi bajo las narices del esposo, la ignora
cuando ella se ofrece…¿y los niños Fredericks, para que sirven?
Nada
de los conflictos sociales. La cinta es demasiado ligera. Nada de los
caracteres de los personajes. la cinta es demasiado superficial. Falta humor,
falta espesor, falta espíritu mordaz, lo que hubiera podido hacer de la cena un
momento delicioso, al aprovechar esta situación de hipocresía general ya que
cada uno de los asistentes tiene relaciones escondidas con otro huésped.
Para
darse un aire intelectual, la cinta deja unas elipses. ¿Porque de repente Bernard
ya no se interesa en Anne, ya muy dispuesta a todo en la piscina? ¿Qué le dice Anne
a David para que él se desinterese de María? ¿Cuál será el fin de la historia?
En ese momento, tomará María su tren de regreso o ccc correrá en el andén a
alcanzarla, como en las novelas de amor que ella aprecia tanto. ¿O ella asumirá
su orgullo y su valor?
Una
sola sombra de esperanza sobre sus intenciones, pero tal vez fue un sueño: al
principio de la cena, Antoine Bernard cita una frase de las Relaciones peligrosas de Choderlos de Laclos.
Se trata de la famosa carta donde la marquise, profundamente herida de que
Valmont se haya realmente enamorado de la Presidenta de Tourvel, le dicta lo
que debería decir para terminar con esta. La frase que sigue y que nuestro intelectual
parisino no pronuncia es “No es mi culpa”“
¿Será
que madame Anne es una nueva Marquise de Merteuil quien maneja a su antojo los
amores y manipulaciones de los que la rodean?
Un
ejemplo más de lo que la cinta hubiera podido ser. Y de su fracaso.