De la depresión al éxito , gracias a una actividad sorprendente y mal aceptada socialmente. Una película para sentirse bien, divertida con sensibilidad, que alude a nuestros defectos, nuestras ridiculeces al mismo tiempo que vuestra capacidad de resiliencia.
Ficha IMDb
Bertrand (Mathieu Amalric), en sus cuarenta años, ya no tiene trabajo desde hace dos años. No sabe muy bien si está en un estado de depresión. Tiene un cajón lleno de medicamentos que come a puñados en sus cereales, pasa sus días en el sofá con videojuegos. Ni su esposa Claire (Marina Foïs), ni su hijo (Guillaume Cloud-Roussel) o su hija (Caroline Grant) le reprochan nada. Simplemente lleva una vida de vegetal. A veces pedalea hasta la alberca municipal, donde lo asaltan los gritos de los escolares. Hasta que un día ve en el tablero un anuncio para unirse al equipo local de nado sincronizado masculino que busca su séptimo miembro. Con su habitual falta de energía, decide ir.
Y su vida cambia : tiene un objetivo para una noche a la semana, tiene compañeros con quienes estar, en el sauna o en el bar. Los escucha, habla un poco, se siente a gusto.
Como paréntesis, la cinta nos información sobre algunos de ellos. Simon (Jean-Hugues Anglade) sigue soñando con ser una estrella de rock, vive en su camping car, tiene el pelo larguísimo, sobrevive con un empleo de cocinero en la cafetería del colegio de su hija, Lola (Noée Abita ), muy avergonzada por la situación. Marcus (Benoit Poelvoorde) tiene un negocio de albergas que no se venden. Va directo a la quiebra y se la pasa seduciendo mujeres y pidiendo dinero. Thierry (Philippe Katerine) es el responsable de la alberca. Tímido, sueña con un gran amor. Cuando se automatizan todos los controles de la alberca, ya no sabe muy bien para qué está ahí. Avanish (Balasingham Thamilchevan), de Sri Lanka , habla un idioma que nadie entiende, pero sus intervenciones están aprobadas por todos. Laurent (Guillaume Canet) no sabe cómo comportarse con su tiránica madre (Claire Nadeau ) y acaba criticando a todos y todo mientras su hijo Romain (Mathieu Torloting) no logra escapar del tartamudeo. La entrenadora Delphine (Virgine Efira) pasa las clases leyéndoles a Rainer-Maria Rilke y reviviendo sus recuerdos de un exitoso pasado profesional y amoroso, cuyo fin la precipitó en el alcohol.
Si cada uno tiene sus propios demonios internos, las oposiciones exteriores no faltan : críticas, risas, desprecio por parte del equipo de waterpolo, un deporte que sí es masculino, consejos protectores de la hermana de Claire, Clem ( Mélanie Doutey) y prepotencia del cuñado Thibault (Jonathan Zaccaï) quien “generosamente” le propone trabajo a Bertrand en su mueblería.
La instalación de una computadora que controla todas las funciones de la alberca conecta a Thierry con Google y con la existencia de otros equipos de nado sincronizado masculino , y de un campeonato mundial que tiene lugar en Noruega. La alberca, la entrenadora, las sesiones semanales, y la misma existencia del grupo, hasta la vida individual de cada uno, todo toma sentido. Hay que prepararse para participar. Hay que asaltar el supermercado para tener uniformes. Pero la ausencia repentina de Delphine los deja desamparados hasta que Amanda (Leïla Bekhti), la entrenadora de waterpolo los pone a sufrir desde su silla de ruedas con un entrenamiento digno de los Marines.
La aventura terminará en Noruega después de un largo viaje en el camping car y del pánico al ver el alto profesionalismo de los demás equipos. Pero, como buen cuento de hadas, todo acaba bien : nuestros nadadores, feos y panzones, son la estrella de la noche, con su coreografía de alto nivel, su música d y efectos de luces deslumbrantes.
Con un trabajo físico importante de parte de los actores que fueron entrenados por la ex entrenadora del equipo olímpico francés de nado sincronizado, Julie Frabre, la cinta tiene un realismo muy interesante : las sesiones de entrenamiento y sobre todo la presentación final del equipo están filmados en gran parte debajo del agua y muestran la fuerza y la precisión necesarias para lograr los efectos estéticos de esta disciplina muy exigente.
Se pueden observar defectos en la narración como las escenas demasiado repetidas de las pesadas sesiones exteriores con la entrenadora Amanda, o una escena final cuyo triunfo parece sacado de la manga ya que nunca se vio la preparación de los efectos musicales y de luces. Al buscar un efecto sorpresivo se descuidó la coherencia. Es también cierto que el esquema general del relato es el comúnmente usado en las comedias : una línea positiva que va crescendo, interrumpida por un conflicto, accidente o separación, que se resuelve para acabar finalmente en triunfo. Todo para sentirse bien a pesar de los obstáculos. Una lección de optimismo para la vida. Sobre todo con las canciones que acompañan.
Entre risa y depresión, la cinta avanza siguiendo los altibajos anímicos de sus personajes, hombres normales rebasados por los obstáculos de la vida diaria, por los sueños perdidos, por la mirada de los demás. En ningún momento se trata con desprecio a los personajes y sus debilidades. Claro que se parece mucho a The Full Monthy (Peter Cattaneo – 1997) pero las condiciones de los personajes son diferentes. En la cinta inglesa se trataba antes de todo de la situación económica en una ciudad industrial reducida al desempleo por decisiones gubernamentales. Aquí se trata de condiciones interiores de los personajes cuyas vidas adultas no han funcionado como lo esperaban. Eso le confiere a la cinta una tonalidad más intimista y por ende más conmovedora, sin caer en lo lagrimoso o lo dramático.
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