Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Monday, November 30, 2020

The Social Dilemma (Jeff Orlowski, 2020) – 8.5/10



Documental sobre las tácticas utilizadas por las redes sociales para mantenernos pegados y esclavizados. Entrevistas con los primeros responsables, ahora arrepentidos.

Ficha IMDb

Con tres líneas de exposición que se van alternando, la cinta de 94 minutos de duración, mucho para un documental, logra no parecer demasiado larga. Sus objetivos son todos los sistemas adictivos : Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat, Pinterest et YouTube. 

El titulo es la referencia obvia a la cinta The Social Network (David Fincher - 2010 que contaba el nacimiento de Facebook a modo de una success story. En esos años, todavía no se percibía la amplitud de los malos usos posibles en las redes sociales. Se vislumbraba un espacio publico de intercambios, de encuentros y reencuentros. El documental actual es la constatación desengañada de las desviaciones y perversiones que sufrió una utopía.

Una línea bastante clásica para un documental es una serie de entrevistas de gente famosa, o mejor dicho importante para el desarrollo de las redes sociales. No son nombres conocidos del público porque han quedado en la sombra. Todos las entrevistados han renunciado a sus puestos de dirección y aparentemente a los salarios exorbitantes que acompañaban a tales puestos. Tristan Harris, especialista en ética del diseño y ex trabajador de Google ; Roger McNamee, antiguo inversionista de Facebook y Jeff Seibert, ex ejecutivo de Twitter, Tim Kendall, ex presidente de Pinterest; Justin Rosenstein, el creador del botón Like de Facebook.También aparecen expertos o investigadores  como Anna Lembke, experta en adiciones, directora del programa de becas de investigación en toxicomanía en Stanford ; Aza Raskin, co fundador con Harris del Center for Humane Technology ; el profesor Shoshana Zuboff también de Stanford .

La secunda línea, también bastante usual ahora en documentales, es la parte dramatizada, con actores (Skyler Gisondo, Kara Heyward, Vincent Kartheiser) que ejemplifica la vida cotidiana de un personaje normal, al cual el espectador puede identificarse, y los buenos y malos momentos que la conexión a redes sociales le puede aportar. El adolescente Ben acepta el reto de su madre : vivir una semana sin su teléfono.  Este personaje vive en el entorno usual para un adolescente estadounidense: escuela, amigos, chica soñada, entretenimiento. Obviamente no puede sostener el reto mucho tiempo y vuelve a sus antiguos hábitos, lo que lo llevará progresivamente a participar, sin bien saber por qué, a una manifestación y acabar arrestado con su hermana que lo siguió por mera preocupación fraternal.

La tercera parte está directamente ligada a la secunda ya que nos muestra en forma también dramatizada, el tras bambalinas del teléfono de este chico promedio : con la apariencia de tres seres humanos, los algoritmos llevan a las tomas de decisiones, hechas en la realidad por maquinas, de qué anuncio mandarle en qué momento, basándose en la información proporcionada por su GPS, en información que el ingresó a su teléfono, por compras hechas con su tarjeta, por búsquedas que realizó, por los videos o artículos que escogió algún día, informaciones proporcionadas también por los teléfonos que están cerca de él y por los teléfonos de sus amigos.

La cinta va abiertamente en la dirección de la critica, tal vez porque la vida diaria va en la dirección opuesta. Tal vez no sea nada objetiva ya que no menciona que las intenciones primeras, o al menos aparentes, siguen existiendo : conectar gente más allá de las fronteras, dar a conocer hechos , o grupos, denunciar, documentar, permitir la colaboración en proyectos benéficos para la humanidad o para el planeta. Lo que recalca son las intenciones actuales de los que manejan las redes sociales, y el hecho que los usuarios, a pesar de las mejores intenciones que puedan tener, están utilizados en un segundo nivel. La atención que prestamos a estos usos positivos se manifiesta en tiempo en la pantalla. Eso es la riqueza que buscan aprovechar al máximo las cabezas pensantes y calculantes de los grandes grupos vendiéndolo, además de todos nuestros datos de preferencias y hábitos, a anunciantes de publicidades. Entre los tal vez inocentes interlocutores de una red social, hay un ojo agudo, un intermediario oculto que saca millones de nuestras consultas o intervenciones. 

La genial invención del deslizamiento hacia abajo en un rollo sin fin nos pega al dispositivo y nos atrapa en una sed inextinguible de ver más, en la esperanza imposible de acabar, de llegar al final de la lista. Pero la lista no tiene fin.  Esta tendencia humana al TOC se agrava con el deseo cada vez más fuerte de hacerse presente, de participar : re-publicar inmediatamente lo que se acaba de ver para ser “ el primero”,  el mejor informado, tener el scoop, sin siquiera verificar que la información es al menos verosímil. Así se propagan como pólvora informaciones falsas, porque difundir es más importante que informar. Las supuestas campañas de Facebook o Twitter contra fake news son simple truco de buena conciencia, como los criterios de moralidad manejados por sus mediadores que eliminan reconocidas obras de arte porque enseñan un desnudo. 

La ultima palabra es una sentencia que pone en relieve un hecho transcendental para el porvenir de nuestras sociedades y que podría quitar muchas esperanzas a todos los movimientos de lucha que tratan de que se oigan las minorías de género, de preferencias sexuales, de razas, de orígenes : “ 50 diseñadores, todos hombres blancos de entre 20 y 35 años, toman decisiones que afectan a 2.000 millones de personas en todo el mundo”. 

Eso sí es grave. 


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