L’armée des ombres es la más grande de las películas de Melville, la más acabada. La más impresionante. Un tema de guerra tratado como una película policíaca. Una película sobre el compromiso, el valor. El patriotismo tal vez. En todo caso el humanismo. Con los medios impecables de austeridad del creador del Samourai.
Ficha IMDb
Es cierto que el tema proviene de una novela impactante de Joseph Kessel, personalmente resistente y co-autor del Canto de los partisanos, el himno de la Resistencia. De ahí provienen la secuencia del relato, las relaciones entre personajes y los episodios los más importantes. La necesidad de la clandestinidad y del silencio nace en forma natural de la realidad histórica que narra Kessel.
Ficha IMDb
Es cierto que el tema proviene de una novela impactante de Joseph Kessel, personalmente resistente y co-autor del Canto de los partisanos, el himno de la Resistencia. De ahí provienen la secuencia del relato, las relaciones entre personajes y los episodios los más importantes. La necesidad de la clandestinidad y del silencio nace en forma natural de la realidad histórica que narra Kessel.
Pero Melville le agrega su estilo muy peculiar. Gran admirador del cine estadounidense, sobre todo del western, retoma el código de honor masculino: pocas palabras, eficiencia, pureza, rigor. La situación de los resistentes frente a las autoridades durante la ocupación, alemana o francesa, es la misma que lá de los gángsters frente a la policía: esconderse, pasar inadvertido, establecer complicidades. Esto intensifica los contactos, la discreción en los intercambios. Los diálogos se reducen al mínimo indispensable.
La secuencia inicial sobre los Campos Eliseos, con musica militar acercándose y un batallón alemán que camina hacia nosotros, para cortar en contrapicado, sume al espectador en el ambiente: Francia esta dominada. El Arco del triunfo funciona entonces como símbolo, punto de referencia y de identidad nacional que volvemos a ver después de la ejecución de Mathilde (Simone Signoret) desde el interior del coche. Como si la película volviera a empezar, porque la Resistencia es como el trabajo se Sísifo obligado a subir una y otra vez su montaña, sin ninguna garantía de éxito. O, mejor dicho, sabiendo que no tendrá éxito.
Numerosas tomas fijas, que dejan ver un escenario completo sobre el cual los personajes se desplazan. Por ejemplo, la celda en el campo de detención, microcosmo de la sociedad francesa; o la celda antes de la ejecución. Con una cámara al nivel del suelo.
Algunas escenas dialogan entre si: el bombin que Felix (Paul Crauchet) odiaba llevar, que rueda sobre el pavimento después del arresto. Como el cuerpo de Mathilde que el mirada sigue mientras el coche se va alejando.
Hay que recalcar la fuerza de las imágenes. Donde, paradójicamente, no se muestra ninguna escena de torura, sino sus consecuencias. Caras destrozadas, destruidas. “La cara de Francia” como lo diria André Malraux durante el homenaje a Jean Moulin, jefe de la Resistencia, y muerto a consecuencia de torturas. Mostrar una silla vacía en medio de un cuarto amplio. Después un hombre sentado visto de espaldas, espalda recta. Es antes. Y mostrarlo postrado, y darle vuelta a la silla para ver la cara. Después de esto, cada vez que veremos la silla vacía en medio del cuarto, sabemos los que viene después, sin necesidad ya de mostrarlo.…..
Una serie de situaciones breves, de escenas cortas. De valor. Que pueden ir hasta el sacrificio. ¿Qué pasa con Jean-Francois (Jean-Pierre Cassel) que se denunció para avisarle a Felix que iban a venir a rescatarlo? Acto absurdo finalmente ya que Félix esta en condiciones demasiado malas para poder moverlo.
A veces, un poco de humor : Jean-Francois y su hermano Luc (Paul Meurisse), en realidad el jefe de la sección, comiendo en una casita de madera que éste mandó construir en medio de su sala para tener une espacio caliente. (Melville modificó la escena donde el hermano menor ve, gracias a la luz lunar, que el jefe que pasan a Inglaterra para una reunión de jefes, es en realidad su hermano al que creía un intelectual timorato e indiferente; esto le resta una tensión dramática a la relación) . O Gerbier en el avión, esperando que le den la señal para saltar en paracaídas.
Pero, lo más seguido, lo que domina es la emoción. Por la angustia: la ejecución, la evasión en medio del humo lanzado por los cómplices desde el exterior. O por la duda: :¿ejecutar a mano al traidor, para que los vecinos recién llegados no escuchen la detonación? ¿La verguenza o la alegría de haber corrido delante de los fusiles del pelotón? Y la mano de Mathilde que toma la mano del que ya no sabe si esta feliz o desesperado.
Una película absolutamente extraordinaria y que nos recuerda que una guerra no es solamente cifras y medios técnicos. Que es un asunto de seres humanos, de individuos. Y que cada uno, dentro de su valor, esta lleno de miedos, y que, dentro de su miedo, es un héroe.
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