Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Wednesday, July 13, 2011

Mi otro yo (Jodie Foster, 2011) – 6.5/10


Todo se vale para salir de la depresión, hasta una ridiculez como un muñeco de peluche. Pero la enfermedad mental afecta a todos alrededor del enfermo y su curación también desestabiliza. Jugando con las tonalidades, la observación de los detalles y la justeza de las interpretaciones, Jodie Foster nos da una película muy interesante.

Ficha IMDb

La depresión es un enemigo muy potente, venido de quien sabe donde. Después de tratar de enfrentarla con todo tipo de terapias, con pastillas, doctores, alcohol y grupos, Walter Black (Mel Gibson) tratará de engañarla con un muñeco de peluche. El hombre se pone a un lado y deja que el castor tome la palabra. El animal le habla y habla en su lugar. Walter abandona la batalla y deja que otro pelee por él. ¿Cobardía o suprema sabiduría? Pero resulta.

Jodie Foster utiliza varias tonalidades para su película, lo que le impide caer en una monótona historia melodramática o en una lección de autoayuda.

La escena de la tentativa de suicidio es totalmente cómica: llevando el muñeco a una muerte segura Walter trata de colgarse con su corbata del cortinero de la ducha, que obviamente se cae. Perdidamente borracho, arrastra hasta el balcón corbata, cortinero, cortina y muñeco. Acabará bajo la televisión, con muñeco en mano, ya que este se negó a acompañarlo en la muerte.

Los medios utilizados por el hijo mayor, Porter,(Anton Yelchin) para checar si se parece a su padre , para erradicar la semejanza, están entre lo cómico y lo dramático. La búsqueda atenta de rasgos semejantes al padre con líneas de post-its pegados en la pared lo pone al borde de la compulsión, o sea de la enfermedad mental . O la pared que poco a poco se va agujerando bajo los golpes de cabeza de desesperación. Hasta ver el cielo a través. O ver el cuarto desde afuera. Como asomarse a lo que puede suceder dentro de una cabeza. ¿Es para reír? ¿O para llorar? ¿O para asustar?

La escena más impresionante es de corte fantástico, cuando el muñeco cobra literalmente vida y defiende su derecho a existir. Parece que ha entendido que su compañero lo va a sacrificar porque la familia lo exige. Pelea épica. El castor vence al hombre (excelente dominio de Gibson como si fuera a la vez extensión de su cuerpo y un cuerpo independiente). Única solución, digna de un cuento de Maupassant: matarlo. Construcción de un ataúd en reducción para el animal malvado, pero, ya que no puede soltar el brazo humano, para el brazo tambien.

Foster usa también del registro patético serio, con el personaje de Norah (Jennifer Lawrence) , personaje que alude al tipo, frecuente en el cine estadounidense, de la cheerleader, clásico de high school, como la de Belleza Americana. En realidad, todo lo referente a este personaje femenino es sobre el mismo tono: la muerte del hermano, el dolor que hay que expresar, el talento escondido. La escena del discurso, momento de clichés de éxito (:”la vida te abre las puertas, tu puedes…" etc), da lugar al cliché inverso: la vida apesta pero no estas solo para sortearlo. Como una puesta en abyme de la situación del padre: la depresión apesta pero encontró un compañero, el castor.

De ahí la toma de conciencia del hijo de lo que su padre a hecho. Esto lleva a la última escena, para sacar pañuelos : padre e hijo en un prolongado abrazo, bajo la mirada de la madre quien, discretamente, se queda en la puerta. Reconciliación . Escena final…

En realidad, este último cuarto de hora de la película hace decaer el interés por falta de originalidad. Pero queda una película sobre el sufrimiento, que muestra que cualquier truco o trampa que se puede hacer para escapársele, o hacerlo un poco más soportable vale la pena. Un poco lo que dice Woody Allen en Whatever works.

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